El efecto Mateo es una teoría formalmente postulada por Merton que se inscribe dentro de la categoría de teorías de alcance intermedio. El efecto Mateo es llamado así por una cita en el evangelio de Mateo que refleja la esencia de la teoría:
Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Mateo 13:12
y hace referencia a un proceso de ventaja acumulativa, que hace al rico más rico y al pobre más pobre. Al amplificar los procesos de acumulación de ventajas y desventajas, el efecto Mateo magnifica las desigualdades; desde el punto de vista macroeconómico sería algo así como la predicción marxista sobre la acumulación del poder económico en unas pocas grandes compañías que monopolizarían los mercados o, en un ejemplo menos controvertido, en el marco de la reputación de los científicos y de la influencia de su trabajo.
En el seno del sistema de recompensas del campo científico, las desigualdades están parcialmente determinadas por las diferencias reales en la magnitud de las contribuciones de los académicos —lo que hace que el sistema parezca funcionar de manera justa y efectiva—, pero esas diferencias dependen primordialmente de los juicios que los científicos se forman y estos juicios están configurados por su experiencia previa y por las características de los sistemas de estratificación y comunicación de la ciencia. O sea, el científico más respetado es el que más publica, pero publica más porque quien más publica es el que ha publicado más.
Otra demostración de lo anterior puede verse en los escritores famosos, que reciben los grandes premios literarios y que son los que han sido seleccionados y promocionados por los editores. Si miramos al mundo del cine nos encontramos con una serie de actores que siempre figuran como protagonistas frente a actores de reparto que rara vez llegarán a ser considerados como estrellas.
El efecto Mateo resulta especialmente determinante en la educación y las desigualdades sociales. Formalmente, los Estados suelen justificar su apoyo al impulso por la igualdad real con la educación universal. Sin embargo, el acceso a la educación siempre se ha caracterizado por ser doble, uno de exclusividad y prestigio para las clases sociales altas, y uno mediocre y general (muchas veces, subsidiario) para las clases bajas. De tal modo, que el sistema educativo acaba como un puntal más del efecto Mateo. Solo hay que ver dónde educan a sus hijos e hijas los grandes empresarios, los reyes o los miembros de los distintos gobiernos (que perjuran dignificar la educación pública pero ejercen como consumidores de la privada), para comprender cómo se articulan y cohesionan los grupos dominantes en exclusivos entornos privados donde los cachorros se vinculan con otros de su misma clase y encuentran puntos de apoyo y contactos que les servirán en el futuro. Esto es, al que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene…
Para la historiadora de la ciencia Margaret Rossiter, la cuestión no termina aquí. Las mujeres, defiende Rossiter, son más vulnerables al efecto Mateo.
Rossiter bautizó esta variedad como ‘efecto Matilda’, en honor a Matilda J. Gage, sufragista neoyorkina de finales del siglo XIX que identificó y denunció la invisibilidad e invisibilización de las mujeres y sus méritos en otros contextos (incluso en la propia Biblia). Rossiter ofrece una larga lista de ejemplos de científicas a las que el sistema de recompensas de la ciencia trató injustamente por su género. Las contribuciones de Lise Meitner al descubrimiento de la fisión nuclear o de Rosalind Franklin al de la estructura de doble hélice del ADN, por ejemplo, no fueron reconocidas en su momento, aunque sus colegas varones recibieron sendos premios Nobel por ellas.
Estudios recientes también alertan de que, incluso hoy, ser mujer resta inadvertidamente puntos del currículo científico. Investigadores de la Universidad de Yale mostraron en 2012 cómo los evaluadores (independientemente de su sexo) puntuaban más alto y estaban dispuestos a ofrecer un salario mejor a un potencial candidato para un puesto de laboratorio cuando creían que el currículo que juzgaban era el de un hombre.
Es tan perverso el efecto Matilda (y a menudo tan invisible) que el propio Merton sucumbió al mismo: su publicación sobre el efecto Mateo está basada en las entrevistas y materiales de Harriet Zuckerman. Años después, Merton se casaría con Zuckerman… y también reconocería que aquel artículo debería haberlo firmado en coautoría con ella.
Contrariamente al mito igualitario y democrático, en la carrera social suelen ganar los mejor situados en las posiciones de salida: formación, amistades, posibilidades, contactos, prejuicios… los ganadores del gordo siempre son los que tienen la mayoría de las papeletas.
https://es.wikipedia.org/wiki/Efecto_Mateo
https://diegoiguna.blogspot.com/2015/04/el-efecto-matilda-ser-mujer-resta-puntos.html