Me encanta ser mujer en un mundo donde el hombre se creé mejor.
El corazón a mil, los sueños siempre floreciendo y yo mujer.
Mujer por casualidad pero gracias a la vida, con el miedo en una mano y con toda mi fuerza en la otra, levantándola con coraje hacia el infinito y gritando ¡¡yo amo, yo vivo, yo siento, yo sueño, yo puedo!!
Tuve una infancia llena de tú no juegas porqué eres niña, tú al equipo de las niñas, has ganado porque yo te dejé ganar, eres una machorra todo el día entre los niños e infinidad de coletillas de ese tipo.
El tiempo me regaló un par de alas y alcé un vuelo libre, para que no se me durmiera la voz, para que no se me secaran los sueños y no se me amargaran los momentos. Aprendí a respirar, a tomar del aire la libertad que a él le sobra, del sol tomé el calor para mis noches a solas, del mar el frío para que no me tiemble el pulso cada vez que me toque defenderme, cada vez que nos toque defendernos.
La ansiosa maternidad me llamó temprano y di vida a otras mujeres a las que ahora llevo de la mano por esta vida confusa, las enseño a caminar descalzas por este mundo que arde contra nosotras, van pasito a pasito detrás de mí mientras yo, cual safir, intento queden asombradas y observen a la vez que todo el poder está en confiar en una misma para no quemarse en el intento. Las enseño a correr en contra de un minutero soldado al reloj de la desigualdad, aquel que permanece siempre atrasado, ese al que le chirrían las agujas. No quiero que tengan que quedarse sin querer quedarse, no quiero que beban sin sed ni que sean lo que otros quieran ver. Lucho para que puedan decidir qué quieren ser y qué serán. Que puedan ser la complicidad de una hermana, el cobijo de una amiga, los consejos de una tía, que puedan ser los susurros de una pareja o, si así lo deciden, el amor incondicional de una madre; que puedan ser tierra -la mujer y la tierra están unidas por el hermoso hilo de la vida- que puedan ser siempre auténticas, de las que huelen a playa y suenan a tarde de lluvia, de las que lloran cuando duele y se secan las lágrimas con la manga para volverse a levantar lo mas rápido posible, que puedan ser simplemente personas a las que nadie juzgue por el color del que pinten sus vidas. Que puedan levantantarse, mirar al compañero y pensar: no eres mejor que yo y lo más importante es que tú lo sabes.