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Pepe maestro

Fotografía por Jaime Mdc

El mirlo es el más chirigotero de todos los pájaros.

Su aspecto fúnebre queda pronto desmarcado por el pico y esos anillos oculares también de color amarillo. Se nos muestra más bien como comediante, algo burlón y bastante sinvergüenza.

Su andar escurridizo, acelerando y frenando el paso según le convenga, ese mirar a uno y otro lado como si estuviese a punto de cometer cualquier fechoría, le otorgan un movimiento que casa a la perfección con el tipo chirigotero.

Dispuesto siempre a la broma, no rehuye la sátira, la mordacidad ni la crítica directa. Su canto, al igual que el de la chirigota, posee algo de armonía, de requiebro y también, de silbido a deshoras.

Aunque Cádiz no destaca especialmente por su masa forestal, los mirlos se han ido animando y son visibles en distintos puntos de la ciudad.

En el solar de la Institución existen varias parejas que antes no acudían y se les puede observar correteando la tapia y conversando con aquel que preste su oído.

-¡Eh, tú!, ¿donde vas con tanta prisa? ¡Menuda cara tienes al levantarte!

Sin ser la educación una de sus plumas, antes de que hayas podido contestarle, ellos ya han levantado su vuelo, dejándote con la pregunta en el aire y una especie de medio reproche o consigna:

-¡Solamente se vive una vezzzzzz!- gritan mientras se alejan.

Sin embargo, el pasado jueves, hubo uno que se mostraba especialmente explícito y con ganas de conversación. Intentaba convencerme para que no construyéramos en dicho solar y lo dejásemos así, a su libre albedrío.

-¿Pero que os pasa a los humanos que nunca pensáis en los otros?

Y después de arengarme sobre la cantidad de vida que se despliega en aquellos lugares que los humanos desechamos, apuntó:

-¡Todo lo más, podéis colocar un mástil!

Ante mi curiosidad me explicó que podría servir como salvaguarda para los días de levante a los buitres leonados que de vez en cuando se ven arrastrados a la ciudad.

-Desconocía ese lado solidario de los mirlos- le contesté.

-¡Y yo que fueses tan ignorante…!- me recriminó con cierta arrogancia y acompañado de un silbido hiriente. Iba a replicarle pero se giró lacónico e inclinó su cuello como si fuese a hacerme una reverencia.

-Si supieras lo humillante que es para un buitre aterrizar en una azotea… Y luego la deshonra del protocolo… los bomberos, el fotógrafo, los curiosos… ¡Es indigno para un buitre!

Antes de alzar su vuelo y desaparecer volvió a recordármelo:

-¡Un perchero para buitres!

Otro mirlo se le unió en el aire:

-¡Solamente se vive una vezzzzzz!

Fotografía: Jose Montero

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