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Marta melendez

Ilustración: pedripol

Un año más dirijo mi misiva hacia vosotras. Harta de tanta testosterona, no me queda otra que depositar mi ilusión en quienes considero que puedan tener mayor capacidad de gestionarla. Porque de eso se trata. De la esperanza de que al finalizar 2017, lo que aquí os transmito, se pueda ver cumplido.

Sin lugar a dudas, mi primera petición: mayor sensatez. Para quienes gestionan nuestra ciudad y para quienes se oponen a aquellos y a aquellas. Porque tiene narices que a casi dos años de haber cambiado el gobierno municipal, unos y otros –por eso de los primeros espadas- estén todo el día a ostias limpias, sin importarles no sólo las sensaciones que transmiten a la ciudadanía en general, sino lo estúpidos que parecen con esa continua pelea de gallos que tienen. Sensatez para solucionar los mayores problemas que de forma endogámica sufre nuestra ciudad y que hacen que parte de nuestra población envejezca empobrecida de forma casi irremediable con el presente al que están condenados y condenadas. Sensatez para poner las soluciones en el centro del debate del Salón Plenario y que éstas no estén, como ya hiciera el anterior gobierno municipal, sometidas al tamiz de la negativa ideológica ni a la condena de la ausencia de la inversión económica. Un poco de imaginación, acompañada de esfuerzo y de verdadero compromiso, también sería necesario que traigáis.

Os pido moderación para quienes ejercieron el gobierno de nuestra ciudad durante veinte años y que, ahora, no paran de decir burradas que sonrojan al más “pintao”, especialmente, en asuntos urbanísticos y económicos. Y seriedad para quienes representan a la Junta de Andalucía, de tal modo, que dejen de marear perdices en proyectos tan necesarios para nuestra ciudad como la rehabilitación y puesta en valor de edificios como la Escuela de Náutica o la Residencia del Tiempo Libre, o como la estación de autobuses o el carril bici.

Queridas reinas, como obras son amores que no buenas razones, os pido que hagáis lo posible por mantener el compromiso de quienes altruistamente dedican su tiempo a los demás. De quienes bien particularmente bien a través de los distintos colectivos de la ciudad, día tras día, noche tras noche, intentan poner una solución a quienes se han visto más afectados por la crisis, en especial los menores de nuestra ciudad. Y a quienes ponen su experiencia, formación y conocimiento para que nuestra ciudad pueda sufrir un cambio radical en materias tan esenciales como educación, cultura o memoria histórica –ahora llamada democrática-, que no caigan en el desconsuelo. Sus majestades no deben olvidar que ese cambio se debe producir de una vez por todas en el trato igualitario de las gaditanas no sólo en nuestra fiesta más genuina, sino en los puestos de responsabilidad públicos y privados, es decir, en aquellos lugares en los que la toma de decisiones transforman nuestro “pequeño” mundo. Visibilizando a esas mujeres a las que la historia no hizo justicia y a aquellas que en la actualidad no reciben el apoyo necesario y en cualquier esquina chocan con el techo de cristal, los micromachismos y la desigualdad salarial.

Acordaros de traer a todos los gaditanos y gaditanas sensibilidad para con nuestra ciudad. De esa que no sólo se trata de decir que se está orgulloso de ella, sino de aquella de la que hace que uno o una sienta la necesidad de respetar su patrimonio, sus calles y sus plazas. Y de aquella, también, que apueste por la cultura –en el más amplio sentido- como recurso extrapolable al mundo.

Únicamente os haré una petición personal, una que sé que velará por los mejores destinos de mi familia y de mis amigos y amigas. Quiero, tiempo al tiempo, y que éste ponga todo en su lugar. En aquel del que nunca debió haberse apartado. Con una justicia eficaz y eficiente, que vele porque los inocentes no sean declarados culpables. Una justicia que va más allá de la terrenal y que impide que ni los primeros ni los segundos sirvan de escarnio público. Una justicia que no se dilate en el tiempo y que se mueve en la búsqueda de la verdad. Que impide que cualquier malhechor pueda hacerse pasar por víctima ejerciendo la acusación en nombre del pueblo. Una justicia que recae con fuerza sobre quienes delinquieron pero que vela por la absolución de quienes no lo hicieron.

Finalmente, solo espero que todas y cada una de mis peticiones puedan ser atendidas. Tenéis todo un año para ello, trescientos sesenta y cinco días con cada una de sus horas, de sus minutos y segundos. Para que mi carta, la dirigida a mis queridas Reinas Magas, pueda mermar en su extensión en enero de 2018. En ello confío.

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