El pasado nunca muere. No es ni siquiera pasado.
A mis amigos.
William Faulkner
Campana sobre campana pasó la navidad, brotaron las rebajas de enero, susurró tristemente el carnaval y vino la primavera casi sin que nadie supiera cómo ha sido. Unas olas llegan y otras que se van, las princesas se inmunizan con la vacuna china y dejamos de reírnos de la tecnología oliental, se convocan elecciones en Madrid y el mundo vuelve a girar alrededor de su ombligo, unos que ríen y otros llorarán, Rociíto sufre y el emérito se siente solo en Abu Dabi.
Mientras tanto, en un rincón del imperio poblado por irreductibles hispanos, seguimos dejando que inventen ellos y nos encasquetamos bien la mascarilla y la boina.
Il mondo non si e´fermato mai un momento y nosotros paseamos nuestra sonrisa escondida con las manos en los bolsillos y encogidos los hombros, preguntándonos cómo ha podido pasar todo tan rápido.
Vinimos aquí con los pantalones cortos de un franquismo que no recordamos, floreció la transición y las huelgas y las manifestaciones, después vinieron el paro y el desencanto, las drogas se llevaron de un bocado a muchos de los nuestros, y luego el SIDA, y en 1986 volvimos a aprender que es posible tener razón y, aun así, sufrir la derrota, y que hay momentos en que el coraje no tiene recompensa. Bailamos, jugamos con fuegos de colores, luchamos, fuimos derrotados en cien batallas y nos rendimos muchas veces. Aprendimos que lo habitual es perderse y perder. No future. Supervivientes. Fuimos poetas, rockeros, sospechosos y punkis. Surgió internet, aparecieron los móviles y nos mofamos de los gilipollas que hablaban con el teléfono por la calle. Sísifos sonrientes, aceptamos el absurdo y la incoherencia como fondo de pantalla. Vivimos un par de años por encima de nuestras posibilidades y nos hicieron pagarlo,
y cómo.
Viejos leopardos chamuscados, sin querer disimular nuestras manchas, asaltamos la esperanza y volvimos a ser vencidos. Triunfaron de nuevo lo visceral, la alogia, el espectáculo y la simpleza burda, Trump y la posverdad digital, mientras nosotros mirábamos absortos nuestros elegantes mandalas de arena una vez más barridos por el nuevo vendaval.
Cuando parecía que nada podía sorprendernos explotó el COVID y sus cárceles y el Cádiz subió a primera. Aprendimos lo bonito que resultaba pasear y volvimos a vagar enmascarados y lejanos.
Y campana sobre campana, llegó la navidad.