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Sara
Fotografía: Jesús Massó

Hay responsabilidades que pueden eludirse. Otras que no. Claro que esto es solo en lo que se refiere al sexo femenino.

Los hombres pueden eludirlo todo. Y cuando digo todo no me quiero referir a otra cosa que no sea todo.

Los hombres pueden eludir los quehaceres de una casa, o de la higiene, y nunca estará tan “mal visto” como si lo hace una mujer. Pueden incluso hacer las tareas del hogar pero eludir pensarlo. Es decir, “tenderé, lavaré, plancharé o haré la cama cuando mi madre o mi pareja me lo recuerden”, porque es que él, él no se acuerda, no cae en eso, no está acostumbrado. En cambio las niñas, las niñas nacemos así. Bien acostumbraditas a hacer la compra, a cuidar de los pequeños y ancianos, a honrar a nuestros muertos; las niñas nacemos así. Así de completas, lástima que nazcamos también histéricas y medio esquizofrénicas.

Yo aprendí a hacer mi cama con cinco años. Los hombres con los que me he ido encontrando a lo largo de mi vida, rara vez sabían hacerla a los diecinueve y esto, queridas y queridos, es cuanto menos un atraso. Nadie le dice nada a un hombre por no saber hacer la cama; si no sabe, se le enseña. Las mujeres tenemos la desfachatez, no puedo llamarlo de otra manera, de ir perdiendo el tiempo en enseñar a los hombres a hacer cosas que no se les han enseñado antes, cosas que ellos, además, han eludido. Aunque claro, las mujeres no sabemos lo que es un fuera de juego y eso se nos tiene que echar en cara porque es muy importante para la vida.

Luego cuando los hombres ya saben hacerlo todo en el hogar, o en la vida diaria, con los niños, con el día a día en general -porque tú se lo has enseñado- ellos hacen “lo que les gusta”.

“Lo que les gusta” normalmente tiene mucho que ver con hacer de comer lo que les gusta. Encargarse de ir a comprar lo que les gusta. Y llevar al día el orden de facturas y burocracias del hogar, las que les gustan, porque nunca he visto en veintisiete años a ningún hombre pagar El Ocaso, por ejemplo. Más bien encargarse de prever un seguro por si en caso de fallecimiento ocurre que tienes que pagar todo de golpe y no tienes esa cuantía. Me refiero a prever, a cuidar de la familia, no al hecho de pagar un seguro de muertos en sí, que probablemente en muchas casas salga del bolsillo del “hombre de la casa”. ¡Esa especie de ser humano!

El hombre de la casa. Qué gran falacia. ¡Pero, por favor! el hombre nunca ha sido de la casa. Habrá sido el hombre del trabajo. El hombre que corría con los gastos económicos de la casa. Pero el hombre nunca fue de la casa. Ni ahora que ya estamos por la cuarta ola feminista consideraría que hay “hombres de la casa”.

Hay hombres que hacen cosas en la casa, pero ¿qué cosas tienen que hacer los hombres en las casas? Ellos no lo saben. Por eso tenemos que decirle que a lo mejor las sábanas ya llevan puestas un mes; que no haga la cama, que las quite y ponga otras. A veces incluso tendremos que decirle dónde están las otras limpias. Porque el hombre de la NO casa, se está acostumbrando a ejecutar tareas bajo un mandato y esto es un falso feminismo, una falsa igualdad, absurda. Porque no puede ocuparse solo, siempre tiene que haber alguien detrás diciéndole lo que hacer. Y porque nosotras podemos enseñar cómo hacer una cama, cómo poner una lavadora, o cómo doblar la ropa, pero no podemos enseñar a los hombres a preocuparse por la casa, la familia, o los sentimientos. Aquí deben ser ellos los que se preocupen. Porque todos queremos ser súperprogres y súperigualitarios ahora, pero hacer estas tareas como las hacía yo cuando tenía doce años, bajo las directrices de mi madre, no es hacer las cosas, no es ser un hombre de la casa, es querer hacerlo a medias, es ir procrastinando hasta que te lo diga tu novia, es una mentira. Cuando yo tenía doce años y mi madre tenía que ir regañándome para que limpiase o hiciese las cosas porque había que hacerlas -y no porque ella me lo dijera- yo no era una “mujer de la casa”, yo no organizaba un hogar, yo ejecutaba tareas que alguien me decía que tenía que hacer porque estaba aprendiendo. Porque fui una niña rara y no nací con el gen de saber limpiar y esas cosas con las que nacemos las mujeres. No era yo con doce años una mujer de la casa, era alguien que daba apoyo a la mujer de la casa, apoyo, y otra tarea más: ENSEÑAR.

No sabéis lo cansado que es tener que ir informando de las responsabilidades que tiene una persona adulta que ya no aprende como un adolescente y que además se enfada normalmente cuando le mandan. Es agotador.

No sabéis lo inoportuno que me parece ir recordando las tareas que tiene que realizar a una persona que, en realidad, sabe perfectamente lo que tiene que hacer; pero no nos engañemos está eludiendo su responsabilidad, no es que no lo hayan enseñado, porque nosotras hemos perdido nuestro jodido tiempo en hacerlo.

Por eso yo diría que el hombre es “el hombre de la elusión”, no de la casa. Si hay algo que ha adquirido el hombre como suyo en la historia de la humanidad es a pasar por alto aquello que no quiere hacer, no le gusta o no le apetece en ese momento; esté enseñado o no. En definitiva, elude lo que conlleva una responsabilidad, un compromiso. A las mujeres, sin embargo, se nos enseña a cargar con todas las responsabilidades las nuestras y las de ellos.

Tanto es así que mi padre eludió que yo soy su hija. Un día se despertó un dijo “uff vaya marrón no quiero” y bien. La sociedad le dijo “¡OK! haz lo que te dicte tu sentido de la elusión de las responsabilidades, está bien.” Pensó: “Qué cojones, mi novia de veinte años embarazada seguro que sabe cómo hacerlo”. Y sabía… sabía porque quería. Porque, como ser humano que es, sabe que las acciones tienen consecuencias, pero cargó con sus consecuencias y las consecuencias de su -hasta ese día- novio.

Las personas que hemos sufrido de desamor sabemos lo que puede doler el alma, así que no quiero imaginarme lo que le dolía a mi madre en ese momento cuando estando embarazada su novio le dijo que no quería verla más, ni a ella ni al bebé de los dos. Además del dolor, no me gustaría estar en el pellejo de una jovencita que quiere estudiar y ahora tiene que parir, ocuparse de un bebé y seguir su vida sola. Me pregunto qué pensaría mi madre cuando yo le preguntaba ¿Y mi padre dónde está? Porque se puede crecer sin padre, se sobrevive a todo, y las dos juntas hemos sido extremadamente felices aun con las carencias y los traumas que conllevan estas cosas, pero los niños van al colegio, y los otros niños sí tienen padre y preguntan, y hacen que el niño que no tiene una familia convencional se pregunte ¿Por qué? Y se sienta abandonado. Abandonada en este caso.

Fijaos, si un niño o niña en preescolar se da cuenta o de que a otro le falta un papá ¿cómo una persona puede no darse cuenta de que está eludiendo su responsabilidad como padre? Sí se da cuenta, lo que ocurre es que la sociedad le ha enseñado a irse, a que si algo le viene grande tiene que huir, como un bandido en un western. Pero a las mujeres les han enseñado a que si algo no le gusta tienen que joderse y apechugar.

Así que por favor, el año que viene no me preguntéis por qué es necesaria una huelga feminista porque no voy a perder el tiempo en explicaros nada. Es vuestra puñetera labor informaros, que yo no nací sabiendo todo esto, pero sí nací con la elusión de un montón de responsabilidades por parte de un hombre.

Y aquí estoy, no me he muerto pero estoy un poco harta.

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