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Editorial

Ilustración: pedripol

Lo que se suponía un editorial veraniego que hablara de fútbol y turismo, se colma de tristeza, dolor y rabia. Desde ETP, todo nuestro amor para Barcelona. Sí, nos han causado dolor pero ni nos dan miedo, ni nos van a inducir al odio. El terrorismo ejercido en cualquiera de su variantes no habla en colectivo, no representa a razas, ni a territorios, ni a religiones. Es el efecto de la cizaña sembrada en mentes enfermas, mentes con patologías diversas: su propia mediocridad o su desesperación, por ejemplo. Tal vez deberíamos preguntarnos quién siembra ese odio inicial, qué intereses tiene quien predica una matanza, real o metafórica.

Hay terrorismo que solo amedrenta y terrorismo que mata, hay terrorismo de estado y terrorismo empresarial, hay terrorismo en las calles y terrorismo en las redes. Es terrorismo lo que Israel lleva décadas ejerciendo en Palestina. Es terrorismo de estado el que promueve leyes mordazas para provocar miedo y silencio en su ciudadanía. En nuestra Justicia, en nuestras redes sociales, en nuestros medios de comunicación, en nuestros partidos políticos hay quien siembra el odio y quien practica el terrorismo; metafórico o no. El incitador y el verdugo.

A la tragedia de Barcelona le ha seguido una secuencia de desatinos, disparates y desajustes que han radiografiado que hay una parte de la sociedad enferma de inquina, enlodada en su propia desesperación e imbuida de mediocridad fóbica. En nuestros entornos inmediatos tenemos identificados a los incitadores, a quienes cuentan falacias en las redes y practican el ajusticiamiento público, a quienes en las empresas, en los medios y en blogs anexos promueven el odio, la insidia y procuran la diezma y el enfrentamiento de nuestras sociedades. Ellos ponen la semilla, encienden lo bélico, lo inoculan mientras elementos desinformados y proclives al resentimiento lo extienden como una onda expansiva. El odio se alimenta a sí mismo. Por eso hay que aislar a quien lo promueve.

Decía una política andaluza que si alimentas el odio, incitas al terrorismo. Lleva razón. Combatamos, por tanto, la malevolencia que hay a nuestro alrededor. Aislémosla. No les hagamos el juego, no les demos soporte, no la validemos socialmente. De la misma manera que no hay que difundir imágenes de la tragedia, no abonemos el terreno de quienes ven enemigos donde solo hay diferentes. Es la ultraderecha disfrazada: seudoartistas mediocres publicando sandeces perversas, seudoperiodistas incitando a sus paupérrimos seguidores a linchamientos colectivos, seudopolíticos -de esos que tienen su propio partido sembrado de cadáveres por medrar- exponiendo públicamente su bajeza y su necesidad de oponentes.

En Finlandia tienen un método eficaz contra el bullying que consiste en enfocarse en la víctima, apoyarle mientras se aísla al acosador. Esa es la clave, apoyemos a las víctimas –que están en Siria, en Palestina, en Barcelona y que también están aquí y que también somos nosotros en nuestro cada día- y excluyamos a quienes incitan a odiar –que están en los gobiernos, en los plenos, en las empresas, en los periódicos, en las redes. Recordémosles que no representan a nadie, salvo a otros enfermos como ellos. Y recordémoselo una y otra vez. Nos causaréis dolor, pero no os tenemos miedo.

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