Demasiado emotiva me pongo cuando visito algo que merece la pena, abandonado a su suerte por la Administración y aún usado por la población. Las personas dan la razón de lo que merece la pena o no. Perlora, cerca de Candás, Asturias, es un ejemplo y provoca un paralelismo evidente con otro edificio que corrió la misma suerte en Cádiz: Tiempo Libre.
“Los obreros no merecen vacaciones”. Tuvieron que pensar tanto en Asturias como en Andalucía cuando ambas Juntas en los años 2006 y 2007 respectivamente cerraron sus complejos turísticos a pie de playa –y prau en Perlora–. Sin embargo, siendo en Cádiz casi imposible entrar en sus entrañas, en Perlora al ser un complejo de “bungalows”, la población sigue utilizando tanto sus instalaciones como sus alrededores, ya que el enclave es sencillamente espectacular.
Ayer flipé. Literalmente. Fui con mi familia asturiana allí y no cabía un alfiler. En Perlora es todo a lo grande, el súmmum de cualquier prau o playa asturiana. Si en los merenderos de alrededor de Gijón hay de vez en cuando una parrilla de ladrillo, en Perlora hay cuatro en cada módulo barbacoil. Si cerca de un césped hay un complejo deportivo que consiste en dos porterías ancladas en la hierba, en Perlora tienes el campo de fútbol de césped completo, el de baloncesto y fútbol sala de cemento, dos pistas de tenis y una de pádel de reciente creación. Minigolf –que sí que sí–. Hasta hicieron apeadero de FEVE –ferrocarril de vía estrecha, muy del norte– en su complejo. A esto le unes el edificio central que nada más entrar con el coche le dije a mi pareja “¿Esto qué es? ¿Qué hace esto aquí?” y me comentó algo de la historia del lugar, su auge y abandono. Su esplendor y su suerte.
Perlora nace en los años cincuenta, en pleno Franquismo, como complejo de vacaciones para obreros. El sindicato único estaba detrás de esto. Durante las décadas 60, 70 y 80, la ciudad estaba llenita de gente, y contaba con más de 200 trabajadores. Aún con pasado franquista, al descubrir Perlora y su estado -su distribución a priori pensada y con ejercicios de investigación de vivienda unifamiliar mínima de 1, 2 y 3 habitaciones-, experimenté una regresión al pasado estudiantil, cuando en Primero de Carrera visité otro complejo franquista abandonado y ahora recuperado: Los talleres de la Universidad Laboral de Sevilla.
No voy a negar que me pone mucho un edificio abandonado, más de lo que debería. En la maleza veo las historias vividas dentro y fuera; en los cristales rotos, la rabia del abandono; en los desconches y la oxidación, el envejecimiento sin cuidados. “La vejez es muy mala” pero sola más. Lo mejor de Perlora es que la gente sigue yendo. Y te encuentras a personas tomando el sol tanto en las terrazas de las casas abandonadas como en el césped y en las diversas playas de alrededor. Un borde costero con paseos y acceso a las calas y playitas bastante interesante. El mantenimiento sin embargo es mínimo, y la educación mejorable. Bastante sucio se quedó el césped cuando nos fuimos, y horrible el estado de los baños y vestuarios. Ahí sí que se nota el abandono. Aún así son “dos cositas” las que hay que hacer, para mantener Perlora. Y tres para no perder aquello. Ahora siente algo entre el miedo y la pena al pensar que el Gobierno del Principado meta mano a eso y lo venda a cualquier promotor privado con pocos escrúpulos. Miedo de que ese cachito de prau se vuelva privado y se convierta en playa de vacaciones de lujo para unos pocos. Aunque de lujo lo es ya, porque tanto en equipamientos como en accesos, Perlora es lo que toda persona merece para su ocio. Aquí o en Pernambuco, el lujo debe seguir siendo de todos.
Dejo esta impresionante galería del estado de Perlora en 2013 por Dawlad Ast en Flickr. No me esperaba este despliegue y no llevé la cámara 🙁
Porque me gustan las propuestas y la gente que pone los problemas sobre la mesa intentando dar solución, enlazo el maravilloso trabajo de intervención «Un Futuro para Perlora» del compañero Adrián Cachán Vallina, arquitecto asturiano que propone un lavado de cara de aquello; reivindicando su valor social, uso colectivo y haciendo especial mención a la investigación urbana y constructiva, queriendo hacer partícipe a la Universidad como agente interviniente de la operación.
Fotografía de portada: María Alcantarilla