Un año después de la vuelta a los lectores de El bombero de Pompeya, se ha serenado el temblor del recién nacido y el nomadeo de las presentaciones y ferias del libro. Ahora, frente al libro desnudo, gracias a una nueva lectura, no paran de sucederse sorpresas y situaciones de lo más inquietantes. Es muy probable que más adelante surjan nuevas lecturas fruto de las semillas que el autor ha ido dejando caer en unos lugares escogidos con toda la intención y que en otros casos serán fruto de la libre exploración del lector.
Entre las novedades, abre el libro “Unas minúsculas criaturas con forma de personas”, como una nueva entrega de “Las ciudades invisibles” de Ítalo Calvino, pero sin inventar un lugar remoto, porque describe bajo otro punto de vista el lugar en que vivimos, cogiendo carrerilla desde el mito platónico de la caverna.
Al recorrer las distintas historias, fruto de los trabajos de autor y lector, uno puede encontrarse con influencias y evocaciones, fruto de la intención de quien fabula y escribe, y en otros casos, como la onda concéntrica expandida que desencadena una piedra contra el agua, no estarán más que en la atribución del lector. Unas proceden de la literatura, otras del cómic, de la canción, del cine, de personajes con los que hemos tratado en nuestra vida. Así, en “Hermosos ojos de vidrio helado”, nos encontramos con el héroe de la Ilíada reencarnado en un yonqui clarividente (¿Quién no ha conocido al menos a uno?), y una secuela de la película ochentera “El final de la cuenta atrás”.
Es imposible pormenorizar en este espacio, donde se encuentran ecos de las distopías más aterradoras y de los relatos alucinados de Philip K. Dick en el pelotón sacrificado en “Mata a muere hierro quien”; ecos de el caso del señor Valdemar, de Poe, juegos en bucle a lo Cortázar en “Las dos bocas de un túnel” y posiblemente en “Asamblea de los espejos”, una fábula sobre la incomunicación conectada, como un Facebook antes de Facebook, sólo para dos.
Algunas referencias no requiere atención, pues están bien explícitas en la historia del periodista embarcado en el arca de Noé, en “Aquaplaning” que cuenta su propia versión en primera persona del fragmento del génesis que trata del diluvio; en el relato que da título al libro, donde lo que la crítica académica despistada llamaría intertextualidad, se convierte en burla explícita del estilo ampuloso de la novela “Los últimos días de Pompeya”. Todas estas referencias, y cabe suponer que muchas más, abiertas a cada lectura, se encuentran servidas en su punto, en el relato final “El bombero de Pompeya”. De forma parecida ocurre con la historia alternativa de la fuga del cobarde General Custer, que gracias a un astronauta vuelve al lugar donde le situó “Murieron con las botas puestas”, en “Un extraño, un adverbio, un jueves”.
Como un Gulliver en el país de los enanos que saltara sin continuidad al país de los gigantes, los personajes se valen del tiempo como de una banda elástica sin punto de ruptura. El anacronismo aparece donde quiera que la historia lo necesita. Suenan Los Doors en Troya, y un estudiante de nuestros tiempos mira con los auriculares puestos como se termina de construir el arca de Noé. Algunos cuentos, como “El Bombero de Pompeya”, tienen una capa futura, no contemporánea, por encima de una tan antigua como el siglo I de nuestra era.
El arco temporal que atraviesa este libro recorre los extremos de la historia del mundo que en muchos casos procede de la fabulación o de la leyenda: desde los mitos griegos y hebreos, hasta el postapocalipsis en un mundo “radiactivo, gélido y oscuro”, o donde la humanidad desapareció hace siglos de la Tierra, recogido en libros de fantasía y ciencia ficción, pero por razones obvias, sin aval histórico alguno, lo que al autor le asegura jugar en un tablero donde puede moverse con libertad absoluta. El autor, frente al mundo clásico y hebreo, escribe una historia contra el mito canónico. Y contra el mito, forja su propia leyenda.
Entre medias, también se encuentran cuentos contemporáneos siempre recorridos por un zarandeo de los personajes y de la realidad en forma de bucle temporal, de una familia que no es una familia humana, de un violinista que iba a tocar en una cena, de una familia que encuentra un monstruo bajo la cama. En todos estos casos, los personajes no son dueños de su destino. Quizá aquí se puedan rastrear ecos kafkianos y de la narrativa de Javier Tomeo
El tono de esta colección de cuentos, tremendamente evocador del hombre con un destino incierto, y un futuro deshumanizado, hace revivir la llama del cómic “Fragmentos de la Enciclopedia Délfica” de Miguelanxo Prado, publicado en la extinta y pionera revista de cómic 1984, aunque en principio parezca muy lejano en la forma y el soporte,
Es difícil dejar esta reseña sin hacer dos breves altos: la historia del estudiante de periodismo embarcado en el Arca de Noé de “Aquaplanning”, que cuenta la aventura del diluvio desde dentro y su propia aventura de amante correspondido pero desdichado por contar con fecha de caducidad. El desencanto provocará unas emocionantes últimas páginas que oscilan de la parodia inicial al lirismo que llega hasta el final del cuento y que arrancan así: “Alguien encontraría algún día ese trozo de papel donde mi pobre corazón viajaba a la deriva supurando las mas hermosas palabras que nunca dediqué, ni habría de dedicar, a mujer alguna”. Esta carta, lanzada en una botella de whisky DYC, aparece íntegra, más adelante en “Aquaplanning (reprise)” por cortesía de Miguel Ángel García Argüez.
El otro alto, es la lectura de “Alguien voló sobre el nido de Batman”, una fábula en la que los superhéroes se encuentran desposeídos de sus poderes, son ancianos con las manos temblorosas, encerrados, y sin apenas facultades. Más o menos explícitos, se pueden encontrar las coplas de Jorge Manrique con su repique de campana del ubi sunt latino (¿Qué fue de los que vivieron antes que nosotros?), en lo que parece comenzar con una parodia, para finalmente despertar toda nuestra compasión emocionada.
Quince años después de que apareciera una primera edición a cargo de la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Cádiz en 2002, Libros de la Herida ha lanzado al mundo una nueva edición que en realidad se trata de una nueva versión, un Bombero Redux, revisitado, pues algunos cuentos han sufrido baja y otros causan alta sobre el primer Bombero. Además, ha habido actualizaciones en cuanto a vocabulario, estilo y todo lo que parecía haber acusado el paso del tiempo. En palabras del autor, “uno siente que quien entonces lo escribió ya no es el mismo, pero que, en cierto modo, siempre lo ha sido. Y lo sigue siendo”.