Desproporcionado, hiperbólico y, cuanto menos, sorprendente, resulta el tono del escrito que han firmado los sindicatos de la Policía Local como reacción a las declaraciones del alcalde en torno a cierto episodio policial, francamente intrascendente. Ignoramos qué pensará la plantilla, que es lo que en realidad debe importarnos, sobre los términos en que ha sido redactada la protesta (que por cierto , no está respaldada por todos los sindicatos) pero desde luego, por más vehemente que sean las palabras de esos representantes sindicales (o de quien esté al cargo de redactar esta desaforada nota), preferimos pensar que la extrema deformación de esa respuesta sindical no la suscriben literalmente quienes teóricamente se deberían sentir ofendidos (o no) ante lo que dicen que dijo el alcalde en su entrevista.
De hecho, leyendo con calma las declaraciones del señor burgomaestre, parece razonable deducir que su intención no fue la descalificación del trabajo de los agentes implicados en el caso pues hasta lo califica de «impecable». No vamos a discutir sobre el concepto de «impecabilidad», porque no estamos seguros de lo que el alcalde quiso decir o de que se haya expresado de la manera más acertada, pero el tono y la voz de la respuesta sindical, desde luego, sí que está absolutamente fuera de toda mesura y puede resultar hasta sospechosamente forzada.
El núcleo de la ofensa parece la frase: «Entre un policía que denuncia y un vecino que se busca la vida, me quedo con el vecino». No parece una frase muy brillante, cierto, pero tampoco parece, sinceramente, tan ofensiva. Y, desde luego, querer convertir esta frase en un arma arrojadiza y transformarla en una injuria directa al trabajo policial es, ya digo, una insensata (o malintencionada) desproporción. A alguien se le ha ido la mano desorbitando la protesta y magnificando la supuesta indignación. Porque ¿cuándo se ha contestado con tanta contundencia a algo realmente tan nimio? Lean la nota de prensa lentamente y pregúntense:
¿Creen en serio que la frase del alcalde (afortunada o no) trata de «menospreciar, poner en entredicho y desprestigiar el trabajo que venimos desarrollando desde la Policía Local«?
¿Creen de veras que el alcalde está “incitando a la ciudadanía a infringir preceptos legales”? ¿Qué pueril concepto de su propia ciudad tiene quien ha redactado esto? ¿Pero es que la ciudadanía es tonta?
¿Cómo que “no le consideramos [al alcalde] digno de ser nuestro jefe”? ¿Pero aquí quién decide la «dignidad» de sus superiores? No son los sindicatos de policía (ni sus portavoces) quienes establecen quién es digno o no de ser su superior. Quienes lo elegimos somos todas y todos, y, de momento, el pueblo de Cádiz sí que lo considera digno, pues “por suerte o por desgracia, les guste mucho o poco, vivimos en un Estado de Derecho (sic)“.
¿De veras creen que todo esto es un motivo razonable para “exigirle la dimisión”? ¿Por estos comentarios? Repito… ¿Por esto? ¿Para esto reservan estos portavoces la artillería más pesada de sus habilidades comunicativas?
Y por encima de todas las desmesuras del caso, observamos con estupor que el airado redactor de la nota de marras se viene por arribita y con una frase de sospechosa retórica va y suelta sin rubor alguno: «Muchos políticos de su condición populista bien que se acuerdan de nosotros cuando nos necesitan«. ¿Políticos populistas? ¿Llama populista al alcalde? ¿Por qué no llamarlo, ya de paso, “antisistema” o “perroflauta” o, por estar más con los tiempos, “bolivariano”? ¿Qué entienden exactamente esos portavoces sindicales por “populista”? ¿Fueron capaces alguna vez de decir esa frase a Teófila? y, lo que es más grave: ¿Que “se acuerdan” cuando les necesitan? ¿Pero no es ése precisamente el trabajo de la policía, estar ahí cuando se les necesita?
Y es más: ¿Recuerdan ustedes alguna vez un comunicado sindical así de rabioso y desafortunado, siquiera contra un concejal? ¿Hay precedentes de una redacción así de escandalosa, excesiva y extravagante? ¿Es este el tono comunicativo que merece tener la Policía Local? ¿No les parece todo, de repente, un poco sobreactuado? ¿Un poco sospechoso? Alguien ha querido poner el grito en el cielo pero, me temo, lo ha puesto en el cieno.
“Todo tiene un límite que ni debe ni puede sobrepasarse”, dice el aguerrido redactor.
Pues eso, compañero. Pues eso.
Fotografía: José Montero