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Aquí la tenemos de nuevo abierta de par en par y llamándonos uno a uno para que mordamos la manzana podrida de la democracia.

Aquí la tenemos de nuevo y de nuevo tendremos que mirar de reojo para elegir la presa. Empieza la caza de brujas en las esquinas de nuestras calles, en el corazón de nuestros hogares, en los brazos cansados de nuestra escalera, en la pena redonda de la barra de los bares, en las pantallitas francotiradoras y brillantes de nuestros teléfonos. Ya no hay escapatoria: empezaremos a señalarnos los unos a los otros, como nos han enseñado que se hace, como lo hicimos hace demasiado poco tiempo.

Aquí la tenemos de nuevo con su cristal caducado y mentiroso y su traje de novia divorciada. Vuelve sin vergüenza a echar leña verde a los rescoldos dormidos de una hoguera que nunca ha estado apagada. Vuelven sus políticas usureras de ecologismos, feminismos y pensiones, vuelven a usar corrientes y movimientos sociales para rascar votos de nuestros bolsillos, para conseguir el poder.

Por tu culpa
Ilustración: Pedripol

Y para conseguir el poder nos convocan a todos de nuevo al milagro de los panes y los peces y de nuevo no habrá ni panes ni peces, ni milagro. Al final solo hay culpa.

Podemos convivir con el temblor amarillo que justifica el vuelo, la caída y la sangre despierta y pobre y borracha y cantarina. Podemos convivir con nuestras alas y también (y a pesar de ellas) podemos convivir con nuestra jaula, pero hay algo con lo que no podemos convivir (excepciones, queridas criaturas, hay en todas partes): la culpa. Y ellos lo saben.

Iremos uno a uno como borregos para violar la rajita anónima de la virgen de la democracia, para calmar nuestra culpa redonda y macabra. Iremos uno a uno con la vergüenza en las manos para que nadie nos pueda decir que no votar es un delirio, que la obligación del ciudadano es ir a votar aunque sea para nada, porque estaréis viendo, como yo, que es para nada más que para calmar nuestra conciencia de manual del buen ciudadano. Así cada uno de nosotros nos convertimos en una dictadura de andar por casa, somos pequeños dictadores tristes y apagados que nos limitamos a defender un discurso que parece cualquier cosa menos democrático.

¿A quién has votado? Fulanito vota a Vox, mi primo segundo vota a Podemos, retahílas y retahílas y dedos y dedos acusadores en las puertas de los colegios, en la parada del autobús, en la panadería, en la cafetería de la universidad, en la sala de profesores, retahílas por todas partes, y en las redes más: una marabunta de tweets del pueblo acusando al pueblo por los mismos resultados, por algo que ni siquiera está a su alcance. Pero es que hay que buscar culpables. Alguien tendrá que ayudarnos a cargar con el madero.

Hay que justificarse. Hay que justificarlos. Pero aquí, queridas criaturas, ni los unos ni los otros tenemos justificación ninguna.

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