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Diego iguna 2

Ilustración: Pedripol

Rafael Hernando es más listo que tú. Más listo y más gracioso. Y tiene más estilo y, cuando quiere (ahora mismo no tiene ganas) es encantador. Más que tú. Más que la mayoría.

Rafael Hernando (RH para los amigos -entre los que tú no estás) sabe que RH es así. Ni más ni menos. Orgulloso de ser RH. De nacer en el momento justo, de estudiar en los colegios adecuados, de vestir de nazareno cada viernes santo, de militar en el partido correcto y de ser quien es.

Y también sabe RH que cuando le toca la lotería es porque se lo merece. Como los aplausos. Porque RH sabe que RH es (como ya te he dicho, aunque no así, tan crudamente) mejor que tú.  

Cuando escucho a RH en días como hoy (es un decir, RH se luce siempre) me atropellan dos recuerdos. La novela de Torrente Ballester Los gozos y las sombras (TVE hizo una serie del libro y Carlos Larrañaga bordó el papel en el que hacía de RH, que entonces se llamaba Cayetano) y un estudio de psicología social que conocí años después.

A finales del pasado siglo, un equipo de psicólogos sociales de la Universidad de Cornell, en Nueva York, realizó un estudio sobre un grupo de estudiantes universitarios (donde había -digámoslo así- modelos RH y modelos NO-RH) en el que pusieron a prueba sus conocimientos y competencias en varias pruebas de razonamiento lógico, gramática y sentido del humor.

Según reconocieron Dunning y Kruger, codirectores del estudio, el test de humor era el más subjetivo. Consistió en puntuar una serie de chistes de «muy poco gracioso» a «muy gracioso» y comparar los resultados con las valoraciones que habían hecho previamente reconocidos humoristas de EEUU.

Finalizados los exámenes, se les pidió a los participantes que dijeran cómo creían que los habían resuelto, sin darles a conocer los resultados. Tal y como era de esperar, (por el llamado efecto por encima de la media*) los que estaban en la media pensaban que estaban ligeramente por encima de ella, algo que se ha calificado como una vanidad sana.

En cambio, los más brillantes, muy superiores a sus compañeros, estimaron que estaban por debajo. Pero lo más sorprendente de los resultados de este estudio es que los que lo hicieron  rematadamente mal eran los que tenían una imagen más distorsionada de sí mismos. De hecho, cuanto más inútil era el individuo, más seguro estaba de que hacía las cosas bien.

Los niveles de inteligencia y de competencia varían a veces de forma abismal entre un individuo y otro. Pero lo más curioso es que los más ineptos son también los que menos habilidad tienen para reconocer su propia incapacidad.

Los autores creen que este estudio explica, entre otras cosas, por qué algunas personas que son negadas para contar chistes, son incapaces de darse cuenta de que no son graciosos, y siguen contando los mismos chistes malos. Incluso en las situaciones más evidentes, el incompetente es incapaz de darse cuenta de que lo está haciendo mal.

Otra fase del estudio consistió en que los participantes evaluaran cómo lo habían hecho los demás. El resultado fue que los más incompetentes también eran los menos capaces de reconocer la superioridad de otros.

Ver los resultados de sus compañeros más brillantes no modificó en absoluto su exagerada imagen de sí mismos, al contrario, la reforzó. En cambio, paradójicamente, cuando los más sobresalientes tuvieron entre manos las pruebas de los menos hábiles, dudaron de sus propios resultados.

Dunning y Kruger tienen una explicación para los resultados de su estudio: que la habilidad requerida para ser competente es la misma que se necesita para poder reconocer que se es poco hábil. Según dice la doctora Kruger, «los incompetentes sufren un doble agravio, no sólo llegan a conclusiones erróneas y toman decisiones desafortunadas, sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello».

En honor a ese líder paradigmático llamado Rafael Hernando, propongo que este efecto (a nivel local) se denomine a partir de ahora RH. No es por nada pero suena mejor: EFECTO RH.

Resumiendo,  los principios básicos de la hipótesis RH serían los siguientes:

  1. Los individuos RH tienden a sobrestimar su propia habilidad.
  2. Los individuos RH son incapaces de reconocer la habilidad de otros.
  3. Los individuos RH son incapaces de reconocer su extrema insuficiencia.
  4. Los individuos RH pueden provocar arcadas, náuseas, asco y malestar general cuando hablan en público.

Recuerda, cuando veas a Rafael Hernando no lo mires a él, obsérvalo como la comprobación empírica de un sesgo cognitivo.

* Numerosos estudios publicados en revistas de referencia han demostrado que estos mismos resultados se repiten en distintos ámbitos. Dunning lleva más de una década investigando por qué mucha gente tiende a valorarse a sí misma muy por encima de la media, y mantiene una imagen de sus propias habilidades, talento y moral que no pueden defenderse de ninguna forma. En una de sus investigaciones, por ejemplo, desveló que el 98% de los catedráticos de Universidad está convencido de que trabaja mejor que la media, «aunque es estadísticamente imposible que casi todo el mundo esté por encima de ella», señaló.

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