Ilustración: pedripol
Los reyes magos son las madres y los padres. Creo que siempre lo supe, desde que tengo recuerdo. En contra de lo que tiende a pensarse, eso no supone ninguna desventaja para un niño —no se pierde la ilusión ni nada parecido— sino todo lo contrario. Estoy convencido de que engañar a los niños con explicaciones fantasiosas e inverosímiles de la realidad, ya sea la existencia de reyes magos que traen regalos fabricados por multinacionales y que anuncian en la tele, de dioses creadores de la Humanidad con pinta de abuelo o de seres extraterrestres que hablan como los indios del Oeste, no contribuye a desarrollar ciudadanos conscientes y críticos sino todo lo contrario. Contribuye a crear ciudadanos adormecidos y crédulos, que creen que las cosas llueven del cielo, que basta merecerlas para tenerlas y si no les toca es porque no se lo merecen. O, peor aún, que todo lo que tienen o consiguen algunos es porque se lo merecen.
Saber que los reyes magos son las madres y los padres ayuda en cambio a ser comedido en las peticiones, a ser consciente de las limitaciones, a ser menos egoista y a creer que lo recibido debe ser justo para todos. Pero también sirve para saber que hay reyes magos —o sea, madres y padres— con mucho poderío y otros, la mayoría, que no tienen tanto. Algunos, incluso, tienen muy poco. Y que, por tanto, eso de los reyes magos es un sistema muy poco equitativo de repartir felicidad a niños y niñas o a seres humanos en general. Si es que la felicidad puede asimilarse, al menos por un día, a unos cuantos cachivaches más o menos inútiles.
Saber que los reyes magos son las madres y los padres ayuda a comprender que cada cosa hay que pedirla a la persona adecuada. Porque hay cosas que no están en manos de las madres y los padres—en realidad, casi nada—. Y también que en ocasiones, si se parten de las mismas condiciones, las cosas las consigue quien más las reclama, quien más las pelea, sea o no quien más las merece. Y eso me lleva a pensar que quizás Cádiz no reclama suficientemente lo que tiene que reclamar y a los que debería, y que se queda más bien en pedir cosas a los reyes magos para ver si le cae algo, pues muchas veces le ha funcionado.
Así es que, por más que me pidan que escriba una carta a los reyes magos, lo que me sale es una reclamación a los reyes vagos, que no son otros que aquellos que ostentan poder y no han hecho todo lo que deberían, y probablemente no lo harán a menos que se les achuche lo suficiente. Reyes vagos hay muchos, pero habitan lugares concretos y conocidos, cercanos o más lejanos, ya sea San Juan de Dios, la Plaza de España o Asdrúbal, el Palacio de San Telmo o el Paseo de la Castellana. La prensa suele encargarse estos días de recordar lo que cada uno de ellos ha dejado por hacer el año que ha pasado y los retos a afrontar en este nuevo. Las listas suelen ser interminables, llenas de proyectos inconclusos, promesas con las que se presentaron a la elección de rey o reina o aspiraciones históricas de la ciudad. A cada uno lo suyo. ¡Hay tanto que reclamar!
Pero por aquello de ser comedido y consciente de las limitaciones, reclamaré solo una, el proyecto de red de vías ciclista para la ciudad de Cádiz, llamado comúnmente el carril bici. Un proyecto estrella en el que se focalizan las expectativas no solo de cambio de modelo de movilidad sino también de transformación de importantes ámbitos de la ciudad, como el Paseo Marítimo. Pero que, a pesar de la trascendencia que todos le conceden, no parece llegar nunca.
En noviembre de 2014, la firma de un acuerdo marco entre la Consejería de Fomento y Vivienda y el Ayuntamiento de Cádiz, que definía el trazado y las condiciones generales de la red ciclista a ejecutar, parecía poner fin a dos años de desencuentros entre ambas administraciones. El Ayuntamiento, gobernado entonces por Teófila Martínez, reina maga del autobombo político, llevó a cabo una intensa operación de marketing, con web específica y anuncios en prensa y televisión, que podía hacer creer a cualquiera que no conociera Cádiz que la red ciclista estaba ya ejecutada.
Nada más cerca de la irrealidad. Semejante despliegue no escondía ninguna voluntad de que el proyecto se ejecutara con prontitud ni siguiendo los criterios del Plan Andaluz de la Bicicleta, definidos por la Consejería entonces ocupada por IU con base en la experiencia que este mismo grupo había aplicado en Sevilla unos años antes.
Las discrepancias entre ambas administraciones surgieron de inmediato. La diferente interpretación de lo firmado por una y otra ponía de manifiesto una importante distancia en la forma de concebir el papel que juega y, sobre todo, que se pretendía que jugara en el futuro la bicicleta en la ciudad de Cádiz. Y es que mientras el Plan Andaluz propone como objetivo que en el año 2020 el 15% de la movilidad mecanizada sea en bicicleta, el Ayuntamiento de Cádiz no pasaba en aquellos momentos de concebir la bici como un elemento marginal y recreativo dentro del sistema de movilidad urbano. El Plan de Movilidad Urbana Sostenible de Cádiz, elaborado en 2011, era el claro ejemplo de ello, al postergar directamente para la próxima generación, dentro de 20 años, conseguir una participación significativa de la bicicleta en la movilidad urbana (menos de un 10% de los desplazamientos mecanizados).
La salida de IU del Gobierno Andaluz a principios de 2015 dejó un panorama incierto, tras lo cual el único hito fue crear una subcomisión de la comisión de seguimiento del acuerdo para buscar solución a los llamados “puntos conflictivos” del proyecto. Tras las elecciones municipales de mayo de 2015, el cambio político en el Ayuntamiento de Cádiz, con la Delegación de Urbanismo y Movilidad gestionada ahora por Ganar Cádiz en Común, supuso una reactivación del proyecto. Este se revisó con la participación de la Plataforma Carril Bici, modificando algunos trazados para evitar la ocupación indiscriminada de zonas peatonales que suponía la anterior versión y mejorar la conectividad y la seguridad de las vías ciclistas. Mientras tanto, la Consejería de Fomento contribuía al proyecto y al proceso de participación con una de cal y otra de arena. Finalmente, los cambios fueron consensuados por ambas administraciones en marzo del pasado año en lo que parecía un bonito final para este accidentado itinerario. Sin embargo, a pesar de que la Junta haya asegurado, en respuesta a las bicifestaciones de la Asamblea Ciclista Bahía de Cádiz, y haya reiterado que el proyecto se licitaría y comenzaría a ejecutarse en 2016, 2016 acabó y nada de ello acurrió.
La última respuesta en prensa, hace apenas unos días, de Fernando López Gil, Delegado de la Junta en Cádiz y rey mago de las declaraciones desconcertantes y sorpresivas, no parece aclarar mucho el panorama. Igual que aseguró que el proyecto se licitaría en 2016, asegura ahora que se licitará en 2017. Lo desconcertante en este caso es que plantee que en algunos tramos haya que “resolver algunas cosas” antes de su licitación, “como las plazas de aparcamiento que se pierden o el tema de la integración del puerto en la ciudad”. Es desconcertante porque el que se eliminen plazas de aparcamiento podrá ser un problema o no —también puede ser un objetivo de la política de movilidad sostenible—, pero en cualquier caso atañe exclusivamente al Ayuntamiento (art.7 Ley de Tráfico). Y es desconcertante porque el trazado de la red ciclista por el Muelle Ciudad era algo aparentemente resuelto e independiente de la integración puerto ciudad, un proyecto a largo plazo que tan solo ha empezado a esbozarse.
Así es que mi reclamación a los reyes vagos para este año es muy sencilla, y creo que justa y merecida: que se licite y acometa el proyecto de red ciclista para Cádiz. Les aseguro que saber quienes son los reyes en este caso no me quitará la ilusión de verlo concluido.