Ilustración: pedripol
La compañía de títeres de La Tía Norica de Cádiz constituye uno de los ejemplos vivos más antiguos de teatro popular en Occidente. Debe ser considerado como un patrimonio cultural desde muy diversos puntos de vista. En primer lugar, histórico, por su antigüedad manifiesta, puesto que existe constancia de la existencia de un teatro para este espectáculo desde 1815, bajo la dirección de un artista carpintero gaditano llamado Pedro Montenegro (1778-1857). También, artístico y escénico por su puesta en escena donde se despliegan dos técnicas tradicionales de manipulación, con su combinación de hilo y peana. La construcción de los elementos necesarios para la puesta en escena nos conecta con actividades industriales, en otros tiempos, y, hoy en día, artesanales, como la carpintería. Así mismo, se encuentra una relación con las actividades comerciales, puesto que el ciclo de representación coincidía con la llamada Feria del Frío o de Navidad, de la que existen datos de su existencia desde mediados del XVIII. Era el momento en el que los comerciantes locales y foráneos ofertaban los más variados productos. Posteriormente, a partir de principios del siglo XX, la compañía de la Tía Norica estaría presente en muy diversas festividades con similares actividades en toda la provincia gaditana.
En sus representaciones se encuentran también relaciones con la literatura popular y culta, por la existencia de un repertorio vertebrado, en su origen, en torno a dos piezas fundamentales: por un lado, la representación navideña de carácter jocoso sobre el Nacimiento de Jesús y, por otro, el sainete sobre la aventura taurina de La Tía Norica. A lo largo del tiempo se fueron añadiendo otras obras: unas, vinculadas con el teatro clásico español junto con sainetes costumbristas de carácter local, así como representaciones musicales, de temática infantil o pasillos cómicos protagonizados por D. Cristóbal. A todos estos valores, hay que añadir la particularidad que se trata de la única compañía de títeres en el mundo organizada en torno a un personaje femenino.
Finalmente, es un gran modelo de patrimonio etnográfico, por ser representativo de unas señas de identidad y de una idiosincrasia. Igualmente, el carácter “inmaterial”, difícil a veces de conceptualizar o definir, se ejemplifica a través de la emoción que desprenden los muchos testimonios escritos por quienes fueron testigos de las representaciones a lo largo de la historia. Sin embargo, no estamos ante un fenómeno solamente local o dirigido por una sola compañía: desde mediados del siglo XIX encontramos imitaciones o réplicas en la propia ciudad de Cádiz, o en las localidades más próximas de la provincia, así como en grandes capitales como Sevilla o Madrid. Sin embargo, la prensa nacional desde finales del siglo XIX ya reconocía a este personaje como representativo de nuestra ciudad, cuyo nombre aparece siempre como apellido de su rancio –en el mejor sentido del término- abolengo: La Tía Norica de Cádiz.