Resulta muy difícil decirle a un buitre que eso de comer carroña está muy feo. A ver cómo se lo explicas si es su naturaleza.
Pero es justo lo que está ocurriendo. Mientras el mundo se debate entre la estupefacción, el dolor y el miedo, está saliendo a flote la más impúdica codicia. Es su naturaleza. La de los que no se presentan a elecciones, los que no tienen rostro, pero que tienen la sartén por el mango: bancos, telefónicas, empresas energéticas, trusts agroalimentarios, grandes corporaciones mediáticas…
Y el título de la película es: “De cómo seguir agarrando el mango de la sartén”.
Tratan de mostrar su cara menos agresiva, escondiendo prudentemente garras y afiladas dentaduras, exhibiendo sus cualidades como se exhibe una caja de manzanas en el mercado, poniendo las mejores arriba, a la vista, para esconder su naturaleza de dominación.
Pero han olido la sangre y han enloquecido.
A pesar de las UCIs, los muertos, las mascarillas y el miedo, ellos no han perdido el tiempo, sin apartar la vista del mango de la sartén. Sus acrobacias verbales, las consignas repetidas por tierra, mar y aire, sus desmelenados intentos de hacer pasar engaños intragables por verdades absolutas y sus evidencias falsificadas sobre la base de un lenguaje muy básico, fundamentan su hipócrita discurso.
Mientras escribo estas líneas están fomentando una sublevación popular destinada, fíjate, a defender y salvaguardar los intereses de su minúscula y selecta minoría. Curioso concepto de lo “popular”, ¿no?
Para ello utilizan su enorme capacidad mediática y a sus bien pagados publicistas. Sus partidos políticos, a su vez, ejercen bien su papel de manijeros. Así que sus desmelenados intentos se aprecian en el mensaje de tipos que pasean, sin pudor, por columnas de opinión y platós de TV, los harapos de su inteligencia vendida al por menor.
Y además cuentan con sus eternos aliados, los que confían más en los rezos que en la Ciencia. Ellos siempre están cerca de donde haya poder, dinero e ignorancia. Y es que Dios envía moscas a las heridas que debería curar.
Esos publicistas del poder y acólitos del dios Dinero nos amenazan, día y noche, con un mundo apocalíptico y distópico, sumido en las peores pesadillas orwellianas.
Desgraciadamente, ya lo sabemos, o deberíamos saberlo: hemos sido demasiado consumistas, maltratado a la Naturaleza y permitido un mundo injusto y desigual. Sin embargo hoy hemos despertado y lo vemos claro. Pero los publicistas del orden establecido y del poder intentan convencernos de que cambiar ese orden supone sumir al mundo en un caos de pobreza.
Y no, queridos, no es lo mismo la pobreza que la austeridad. De ninguna manera.
Por eso, cuando he visto esta tarde a mi admirado Ricardo Darín decir: “La economía del mundo se está tambaleando porque ahora estamos consumiendo sólo lo que necesitamos”, he pensado: es esto.
Es justamente esto.