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Primavera grande

Ilustración: The Pilot Dog

Que dice el Obispo de Cádiz que eso no está nada bien, y ha afeado la conducta a los que se colocan una calabaza en la cabeza, se disfrazan de muertos vivientes o de monstruos del más acá. Que el Halloween es algo como satánico y que son cosas funestas y de dar susto.

Y añade que la gente se deje de cosas satánicas y se pase a lo sotánico. O sea que los niños se vistan hoy de santitos, de ángeles, de virgencitas o de apóstoles. El hombre, con intención de ayudar, ha dado unas cuantas ideas: de San Pedro con las llaves o de San Pablo con la espada serían -dice- unos disfraces superguais. Yo, sin embargo, los veo tirando a esaboríos.

A mí personalmente, lo de Halloween me parece una chorrada, pero también entiendo que para la chavalería es mucho más divertido disfrazarse de zombie sanguinario o de bruja malvada que de San Tarsicio, aquel niño que dijo “Antes morir que perder la vida” o algo parecido…

Lo satánico tiene mucho más tirón popular que lo sotánico, dónde va a parar. Y el obispo desaprovecha un filón: lo brutalmente gore que es la historia de la Iglesia. En vez de intentar la sumisión de la infancia a la parte ñoña y cursilona de los santitos y santitas, podía haber recurrido a eso, a lo gore. La historia de la Iglesia está repleta de descuartizados, amputaciones bestiales y leprosos que caminan mostrando sus llagas. Hay serpientes que hablan, también hay horribles parricidios, monjas más o menos incorruptas y torturas a tutiplén. Las lluvias de sangre o de fuego son frecuentes y menudean las heridas abiertas, los órganos taladrados por clavos, los tipos ensangrentados y otras truculencias.

¡Cómo se le ha pasado esto a Zornoza! ¡Con el juego que habría dado! Tiernas criaturitas disfrazadas de San Sebastián, chorreando sangre, atravesado por flechas. O a dulces niñitas vestidas de Santa Lucía, portando un plato sobre el que reposan sus propios ojos arrancados. O simpáticas adolescentes como Santa Águeda con sus pechos seccionados y chorreando sangre encima de una bandeja. Sería de mucho efecto un chaval como San Bartolomé, despellejado, con la piel de su cuerpo colgando, como el que lleva un abrigo, de un brazo. Para los disfraces por parejas sería un exitazo que el niño fuera de San Dionisio y la niña de Santa Valeria, ambos decapitados, portando sus cabezas entre sus manos. En el de grupo funcionaría muy bien el de los Hermanos Macabeos, fritos como pijotas en aceite hirviendo…

Pero no, a Zornoza no le gusta lo de Halloween porque son cosas funestas y de dar susto.

Claro, él dice que esta medida contra lo truculento y siniestro de Halloween va dirigido “especialmente a todos los niños de catequesis y de nuestros colegios”. Esto de “nuestros colegios” -el uso del posesivo es muy significativo- me lleva a pensar que durante estos días no veré ni un solo alumno del colegio de las Madres Depredadoras o del de los Padres Comisionistas disfrazado de cosas funestas y de dar susto de Halloween. Podrían contrariar a su obispo.

De cualquier manera, tarde o temprano esto de Halloween será deglutido y asimilado por la Iglesia. ¿Truco o trato?

Pues nada, se quedará con el truco y también con el trato, que es lo que lleva haciendo desde siempre.

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