Exprimían sus móviles, repasaban la agenda y marcaban con ansiedad, buscando palabras amigas, quizás sólo palabras, apenas unas migajas de compañía sonora, y cosechando, una y otra vez, respuestas de vacío virtual o corteses mensajes de entes electrónicos invitándolos a volver a intentarlo. Ni siquiera una vez cruzaron un saludo, una mirada entre ellos, náufragos eternos en la misma isla de adoquines, humo y soledad.
Texto: Juan Rincón
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