Ilustración: The Pilot Dog
Son los últimos ensayos antes de que se alce el telón. Los actores están agitados de esa mezcla de preocupación y excitación que produce el estreno de una nueva obra. El primero en llegar al local de ensayo puntualmente es Tito, el chileno, que aguanta la puerta para dejar pasar a la última chica colombiana que se incorporó al grupo. Poco a poco, el local se va llenando de actores aficionados llegados de América Latina y España, pero no se trata de una obra del FIT porque, fuera del local, los primeros copos de nieve no llegan a cuajar sobre las aceras de Estocolmo.
En el corazón de la capital sueca, en el centro de estudios ABF, ya se ha reunido al completo el grupo de teatro “La Planta”, con su mezcla de cálidos acentos que hacen olvidar por un momento que el Círculo Polar queda a unas horas de coche.
La voz de Sergio Martín rompe el murmullo para indicar que es hora de ponerse manos a la obra. Su acento gaditano lo delata mientras llama al escenario a Abraham que se acerca haciendo tipo mientras se mete en la piel del personaje protagonista.
Abraham se sitúa junto a Mercedes que le toca las palmas mientras se colocan en la escena. Él del barrio del Balón, ella nacida en Olvera; tienen que respirar profundamente antes de que el director se ponga serio, porque Sergio sabe ponerse serio cuando debe, se lo enseñaron en el colegio de Arbolí sus profesores y se lo enseñaron sus padres en el Mentidero.
Hoy toca ensayo general. El próximo 12 de noviembre estrenan Tenorio 2.0 y saben que ya tienen un público que les espera.
La vida de La Planta comenzó en 2013 y, tras un ir y venir de integrantes, el grupo de teatro en español se consolidó logrando colgar el cartel de “no hay entradas” en todas sus representaciones de Historias de Salón.
Ha pasado más de un año y medio. Durante este tiempo, Sergio, que ya había dejado Cádiz en 2011 de la mano de su sueca, ha tenido que desplazarse fuera de Estocolmo por motivos laborales encontrando, eso sí, un hueco para dirigir y representar en Cádiz la obra Vidas Standards, homenaje al gran Eloy Gómez Rube y representada en su queridísimo Pay-Pay.
Sergio sabe cómo transmitir ese punto canallesco y gadita a cada obra que dirige. Tiene don de gentes y ha sabido mantener unido al grupo durante estos años. La paciencia que tiene la ha entrenado a miles de kilómetros de Cádiz, haciendo de terapeuta para niños suecos a base de cariño, teatro y humor. Pero mientras da instrucciones al protagonista, no deja de pensar que sus ausencias podrían haber pesado más de no ser por el impulso de Abraham.
Abraham Delgado de Mendoza cambió Cádiz por Estocolmo hace cuatro años ya; cansado de no poder soñar sueños modestos y animado por su primo que ya vivía allí. Después de quitar nieves y escombros para ganarse las albóndigas, este abogado reconvertido en profesor, descubrió de la mano de Sergio su pasión por la actuación. El teatro le ha dado alegrías dentro y fuera del escenario. Allí conoció a su inseparable madrileña y quizás por eso ha ido creciendo sobre las tablas hasta ganarse a pulso el protagonismo en la próxima representación.
La puerta del local se abre ruidosamente e interrumpe el ensayo. Sergio y Abraham dirigen una mirada más de complicidad que de molestia hacia el causante del estruendo. Abraham lo perdona porque es su primo, Sergio lo perdona porque es su amigo, y los demás lo perdonan porque saben que ninguna mesa cojea con tres patas y en esta obra son tres patas de Cádiz.
Entra y se disculpa, casi sinceramente, Luis Paul, el autor de la obra y miembro extraoficial de La Planta. Luis es profesor incansable, escritor frustrado, y veterano del exilio con ya media vida fuera de su barrio de La Viña. Aunque escribe desde que tiene uso de razón, nunca pensó que una de sus obras fuera a ver la luz a manos de otro gaditano, y mucho menos desde que llegó a Suecia por una mujer y años después se quedó por un hombrecito de cinco años que le da más luz que todas las auroras boreales. Un niño que juega en perfecto andaluz con el pequeño hijo de Sergio. Dos gaditanos nacidos en Estocolmo que lo mismo hacen muñecos de nieve, que hacen castillos de arena en sus caleteras vacaciones.
El ensayo toca a su fin. Nadie quiere decirlo en voz alta, pero tienen miedo. Cuanto mejor es la actuación, más nerviosismo se palpa. Quieren repetir el éxito de llenar un teatro en Estocolmo con una obra en español varios días consecutivos. Además este año es aún más especial si cabe para los tres amigos de Cádiz; porque para ellos, Tenorio 2.0 no es una mera versión del clásico Don Juan. Es una obra donde el humor se disfraza de guasa, el llanto de quejío y la ambigüedad de carnaval. Donde Fran, el personaje principal, pasa de clásico mujeriego a “titi de Cai” o a “santo de Bienvenido” de forma imperceptible al espectador foráneo.
Toca buscar los correspondientes gorros y bufandas bajo la montaña de ropa de abrigo que se acumula en la percha del local. Se apagan las luces y los tres gaditanos: el autor, el director y el protagonista, salen a la helada calle en busca de algún bar donde resguardarse del frío. Nadie es profeta en su tierra, bromean, pero ya podríamos haberlo sido en el Caribe, picha.
Ahora sí, se alza el telón.