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Tenerife cadiz

Fotografía: Captura del resumen del partido del canal de Youtube LaLiga 123

Les propongo un juego, un simulacro. Hoy no es lunes 19 de junio. Es martes, 25 de julio. O jueves, 4 de agosto.

Y están ustedes en un bar, en una playa, en una oficina.

Y hablan del Cádiz, de la temporada que se fue.

Y lo hacen con una sonrisa y un chasquido de lengua al final de la conversación.

Y sí, ya sé que ahora escuece como una herida con sal, pero pasará.

Y quedará el recuerdo de una campaña excelente, muy por encima de las expectativas. Una campaña en la que se disfrutó (a rachas), se cumplieron sobradamente los objetivos y nos ilusionamos como cuando éramos jóvenes (porque para eso sirve el fútbol: para atrapar la juventud en una gota de ámbar, para viajar en el tiempo como el Doctor Who, para compartir una cerveza con los amigos).

No era fácil el reto, aunque nos pareciera asequible tras el buen partido del pasado jueves. El uno a cero era una ventaja mínima, pero era ventaja al fin y al cabo. Y en una categoría tan igualada, el mantener la portería intacta en el primer lance parecía oro puro. Pero –¡ay!- esa ventaja es un cheque al portador sin firma. La rúbrica consiste en marcar en campo ajeno y en esa segunda condición se falló. Hoy el Cádiz, sin cuajar un gran partido, dispuso de ocasiones sobradas de anotar y no lo hizo. Ahí murieron sus opciones.

No sorprendió Cervera en el Heliodoro Rodríguez López. Puso en liza al mismo once que consiguió la victoria en la ida y con unas intenciones similares: presión alta, robo, contragolpe. Sin embargo, el aroma del choque era distinto. Para empezar, el Tenerife salió con dos hombres en punta –Amath y Choco Lozano- que trajeron de cabeza a nuestros centrales durante todo el tiempo que estuvieron en el campo. La amenaza latente hizo que la defensa se retrasara demasiado y el equipo se hizo largo, con lo que la presión perdía efectividad. Se generaban excesivos huecos entre líneas que eran aprovechados por Suso o Amath para merodear el área cadista. Y digo merodear porque en realidad, y como ha venido ocurriendo durante toda la liga, eran pocas las ocasiones concedidas. Alguna falta lateral, algún despiste de Sankaré y poco más.

Por el contrario, los amarillos –hoy de verde, color que la LFP debería prohibir por consideración a los miopes-  sí que hicieron temblar a Dani Hernández: primero Rubén –tan voluntarioso como ineficaz- y luego Salvi y Aketxe anduvieron cerca de sentenciar la eliminatoria.

El partido, en fin, parecía estar donde Cervera lo quería: escaso peligro en su área y algo más en la ajena.

Pero al igual que la vida cambia en un instante –un golpe inesperado de fortuna, un yo también te quiero- el encuentro mudó la piel en cuestión de segundos: en una jugada aparentemente anodina, Cámara progresó por la banda derecha y prolongó para Suso, que tras un resbalón de Brian ganó la línea de fondo. Su centro encontró la mano blanda de Cifuentes, que solo alcanzó a repelerlo unos metros hacia su derecha, donde esperaba Shibasaki. El japonés definió con la tranquilidad y clase que le caracterizan.

El gol empataba la eliminatoria en el aspecto numérico pero le concedía el pase al Tenerife por su mejor clasificación en la liga regular. El Cádiz no tenía más opción que marcar y a fe que lo intentó. En la segunda parte Cervera introdujo primero a Abdullah y a Ortuño después (¿demasiado después?) intentando salpimentar nuestro ataque. Y sí, el Cádiz procuraba inclinar el campo, entrar por banda, disparar desde lejos, pero a veces tenía la impresión de que golpeábamos con un martillo de cartón. A nuestras intentonas le faltaban contundencia y claridad.

Durante toda la segunda mitad (y la prórroga) el Cádiz jugó contra el Cádiz, en más de un sentido. Por un lado, se enfrentaba a su propia precipitación y ansiedad. Por otro, a un rival que copiaba la táctica habitual de los amarillos: repliegue y contraataque. Obligados a desempeñar un papel ajeno al que solemos representar (llevar el peso del partido, generar juego) se nos notó la falta de costumbre.

Pese a todo, la moneda estuvo girando un rato en el aire sin decidirse a caer. Rubén en el área pequeña, Ortuño a la salida de un córner, otra vez Ortuño en un barullo, y, sobre todo, Álvaro en la jugada final solo ante el guardameta. En cualquiera de esas ocasiones pudo salir cara (y yo imaginé que era así todas las veces, y viví una alegría ficticia e impostada durante unos instantes). Pero salió cruz y el marcador no se movió.

El Cádiz, el mismo Cádiz que estaba llamado a luchar por la permanencia, fue eliminado en el play off de ascenso a primera.

Y sí, ya sé que ahora escuece como una herida con sal, pero pasará.

Y quedará el recuerdo de una campaña excelente, muy por encima de las expectativas.

Hasta el próximo año. Para entonces, seremos un año más jóvenes.

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