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Titeres y museos

En la película Copia certificada de Kiarostami se afirma que cambia la perspectiva de observación de un objeto cuando se convierte en pieza de museo. Un buen ejemplo de ello son los títeres, creados para la escena, la acción y el movimiento, transformados en seres inanimados, muy lejos de su función primigenia, cuando pasan a formar parte de las colecciones expositivas. En ocasiones, incluso, han perdido hasta su condición artística cuando sólo se les ha dado un valor antropológico, en lugar de ser considerados como auténticas esculturas articuladas o bienes tangibles del arte teatral. Por ello, muchos de ellos han pasado a formar parte de museos dedicados a tradiciones y costumbres populares, como así describen Mc Cormick y Pratasik en el libro Popular Puppet Theatre in Europe, 1800-1914, editado por la Universidad de Cambridge en 1998.

Algo similar ocurrió con La Tía Norica cuando el Ministerio de Cultura adquirió en 1978 el legado a su último propietario, a modo de intervención de urgencia para preservar un patrimonio que podría haberse perdido para siempre. Cuando finalmente se ubicó en el Museo de Cádiz de la plaza de Mina en 1982 —gestionado por la Junta de Andalucía desde que adquirió competencias en materia de cultura— justificó la creación de la “sección etnográfica” de ese equipamiento.

Aunque muchos consideraron que depositar el material de La Tía Norica en un museo era igual que sepultarlo en un cementerio, debe recordarse que es precisamente la conservación de los bienes resultante de su actividad escénica -esto es los títeres, textos y decorados- lo que permite la recuperación de la compañía. La exposición del legado en la II Feria Internacional del Títere de Sevilla de 1982 propicia una exhibición ilustrativa de su manipulación y puesta en escena, fruto de la feliz casualidad de aprovechar la visita que realizaron los miembros de la antigua compañía, por parte de los organizadores de dicha muestra.

El éxito de esta representación improvisada, que tuvo que repetirse varias veces, impulsa la idea de recuperar la compañía y la creación de un festival del títere por parte del Ayuntamiento de Cádiz. Debido al estado del material depositado en el museo, se opta por la reproducción de muñecos y decorados, en virtud de un acuerdo con la Junta de Andalucía.

La colaboración de la administración autonómica en la nueva actividad escénica de La Tía Norica ha tenido muchos altibajos, por lo que la intervención municipal y la voluntad de los miembros de la compañía, bajo la figura de asociación cultural sin ánimo de lucro, han sido fundamentales para su continuidad. No hay que olvidar ciertas actividades importantes impulsadas por el Museo de Cádiz, como dedicar a La Tía Norica el Día Internacional de los Museos en 1999. También, la colaboración en la exposición sobre el veinte aniversario de la recuperación de la compañía en 2005, entre otras actividades. Igualmente, es de destacar la iniciativa por parte de la Junta de comenzar los trámites para otorgarle la declaración de Bien de Interés Cultural. Sin embargo, aparte de cumplimentar dicho procedimiento o ejecutar los planes de ampliación del Museo para mostrar todos los fondos, es urgente que la sala destinada a los títeres de La Tía Norica permanezca abierta al público de forma continuada, pues en muchas ocasiones los usuarios la han encontrado cerrada por falta de personal y, en los últimos meses, por la necesidad de restaurar el material expuesto, según se lee en una carta al director publicada en Diario de Cádiz con fecha 2 de junio de 2016.

Treinta años después de la recuperación de La Tía Norica hay que valorar positivamente la existencia en Cádiz de un festival, un teatro y un espacio expositivo, todos ellos de competencia municipal, aunque se echa de menos una actividad continuada, así como una planificación conjunta, como las que tienen lugar en otras ciudades.

En cuanto al denominado “Museo Iberoamericano del Títere” —ubicado en las bóvedas de la antigua muralla de la ciudad— el lugar no cumple con todos los requisititos contemplados en la normativa vigente para emplear tal denominación, por lo que debería utilizarse el término más apropiado de “colección”, lo cual no le resta importancia ni posibilidades. De hecho, la intervención para transformar el antiguo recinto militar en un espacio para la cultura ha sido impecable, con un resultado impresionante y el material expuesto, compuesto por unas 300 piezas, ofrece una buena perspectiva del mundo del títere. Sin embargo, sigue pendiente su organización como centro activo que sea también formativo, documental y divulgativo, abierto a múltiples actividades, como era la idea de la propia compañía de La Tía Norica desde hace muchos años y como se deja entrever en la información que se puede leer en Internet, pero que dista mucho de la situación actual.

Un modelo a imitar es la colección de títeres de Francisco Peralta en Segovia. Este escultor y titiritero gaditano cuenta con una extensa y reconocida trayectoria, tanto en las artes plásticas como escénicas, pero es prácticamente desconocido en su ciudad natal. Afincado en esa población castellano-leonesa desde hace muchos años, siempre ha defendido, sin embargo, que su vocación por el títere tiene su origen en las representaciones de La Tía Norica a las que asistía de pequeño. El conjunto de sus creaciones se ubica en un lugar similar a la colección gaditana, pues también se encuentra en dependencias del recinto amurallado de Segovia, donde se lleva a cabo todo tipo de actividades. Asimismo, esta ciudad celebra un festival que igualmente ha cumplido treinta años, pero con una mayor proyección nacional e internacional, pues se ha realizado una fuerte apuesta por el arte del títere. De hecho, Segovia forma parte activa de la asociación de ciudades amigas de las marionetas, AVIAMA, que celebró recientemente su asamblea anual en el TOPIC de Tolosa —otro centro muy activo en este ámbito— y que se ha comprometido a la promoción internacional de la colección Peralta. Todo un ejemplo a seguir por parte de Cádiz, que tiene el privilegio de contar con la tradición de títeres más antigua de Europa pero que, una vez más, no aprovecha todos sus recursos en materia de patrimonio cultural.

Fotografía de portada: María Alcantarilla

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