En “Doce pájaros en el alambre”, Miguel Ángel García Argüez propone una interesante reflexión sobre la poesía y el carnaval y viceversa, tomando como punto de partida las letras inéditas de las comparsas “Los doce”, “Los equilibristas” y “Los prisioneros”. Además nos acerca, mediante anécdotas y comentarios de textos que acompañan a las propias letras, al proceso de creación de una comparsa. Así, nos descubre el autor el apasionante mundo interior de la comparsa que muchos aficionados desconocemos pero que nos encantaría conocer.
Miguel Ángel García Argüez nos ofrece una ventana directa al corazón palpitante de estas tres comparsas.
Pájaros en carne viva
El buitre del veneno
y la paloma de las pasiones.
El cisne de la envidia
y el charrancito de los amores.
La alondra de la risa
y la lechuza de los deseos.
El mirlo del orgullo
y el estornino de los dineros.
El jilguero de las ilusiones,
el milano de las decepciones
y las golondrinas de la frustración.
El canario de las alegrías,
las cotorras de la cobardía
y los ruiseñores de la confusión.
El cormorán que es el vencer
y la cigüeña que es el pánico a perder.
La perdiz de las esperanzas,
el tucán de la rabia ,
el halcón de la gloria,
la gaviota gris de los celos
y el gorrión de los nervios
por lograr la victoria.
Todas las comparsas sentimos
en el fondo lo mismo
cuando llega esta hora.
Cada emoción es como un pájaro
que un picotazo nos dio
y en carne viva llevamos con fuego y. pasión
los comparsistas en el corazón.
Comparsas de mi teatro:
¡Que viva el honor
de ser rivales y ser compañeros!
Y abramos de par en par las jaulas
para cantar las coplas
que hagan libre
a nuestro pueblo.
La bandera del invierno
Frío.
La bandera del invierno.
Frío que desciende desde el cielo
y cruje en el suelo.
Frío.
Pero dentro de tu casa
cálidas mantas y alfombras tibias.
En la calle la humedad negra, helada y sideral
clava sus agujas de cristal.
Y en tu casa el edredón, la franela y el colchón
y la estufa con su resplandor.
En la calle escarcha y crujir de huesos,
uñas de granizo, perros de hielo,
noche que clava sus negros dientes.
Esa tos de niebla en las madrugadas,
ese hierro crudo de las heladas,
y en tu casa sopa y café caliente.
Por el ventanal arrecia la noche que cruje de frío
y no tiene piedad,
diciembre de piedra y de helados cuchillos
en la oscuridad,
y tú y el pijama y la lana al calor del hogar.
¡Maldita ciudad!
¡Maldita la gente que pasa
y no mira a ese negro portal!
El frío de la indiferencia
hacia un cuerpo sin nombre.
Que en Cádiz del frío dirán:
“No es frío, que es humedad…”.
Pero hoy ha matado a un hombre.
Calle Argantonio
Al vivir en el centro del centro
yo siento latir muy adentro
el corazón viejo del mundo.
Al socaire en la calle Argantonio
recoge su cola el demonio
más vagabundo.
Las risas por las escaleras,
palomas por San Agustín,
olor a leche caliente,
el sol pegando mordiscos,
y el bronce de las mañanas
con campanas por San Francisco.
En Candelaria
las flores libertarias
con que me enamoraste.
Las velitas de la Santa Cueva,
olor a puchero que llega desde la calle,
y la gente abrigando a la gente
para que la canción del poniente
nunca nos falle.
A un lado la tierra y al otro la mar.
La luna en las torres clavando un puñal.
Yo habito las calles del centro del centro.
Y lo que te he escrito
es todo lo que siento.