Duelos y quebrantos (ediciones asociación cultural clave 53, 2020). En este libro se contemplan muchas heridas comunes. Amada Blasco da voz en este poemario a muchas de las personas que se ha ido encontrando a lo largo de su vida. Pone de manifiesto el sufrimiento, nos acerca a él para mostrar que es desde ese acercamiento donde podemos transformarnos.
Ver y hablar de lo que nos duele y rompe nos devuelve a la humanidad compartida, y nos permite reparar el daño.
LA HIGUERA El olor de la higuera y sus hojas que raspan me aquietan, me incitan, me llevan a mi infancia, la que sí quiero recordar, no la que me exhalan papá y mamá cada vez que de sus bocas, sale un ave muerta. El olor a higuera, sus hojas que raspan y sus ramas, que ocultan mis dedos de azúcar, mi profundidad de jilguero, la convicción de que comer higos es pecado. Pero a mí me gustan y me los como lascivamente imaginándome su bigotito torcido y su mirada rabiosa decíclope extinguido, cuando lo intente de nuevo y se encuentre mi vagina dentada. Como higos. Me limpio en mis muslos. Como higos cada verano. Y cada verano le maldigo.
AMO TU SOMBRA No tengo más que decir, que recojo tu incapacidad de seducir más alládel mochuelo que se asoma por las noches sobre tu almohada. Que te amo a pesar de la ignominia que resulta tu ignorancia, que un día creí ver verdes tus ojos y que también me gustan marrones. Que en tus juegos de secano me humedezco de vez en cuando y que me gusta tu risa de gato panza arriba. Por eso te como cada día, a bocados, por eso honro ese universo de desconchones bellos que me regalas en cada excursión al paraíso.
DIGO No digo que ya nunca le maldiga. No digo que mi cicatriz sea bella y la tatúe para mostrárosla como si nada. No digo que no me inquiete el crujir de la madera. No digo que ya pueda dormir sin lexatín. No digo haber sublimado mi linaje materno, aún no. No digo te perdono, aún no sé si lo diré, ni si lo haré debajo de una higuera. No digo que me guste cocinar las recetas de mi madre. Aún me cuesta cantarle y bailarle a mi útero y más, rodeada de lobos. Lo que sí digo es: Que soy viento que ya no choca con afán de erosionar. Que soy marea en calma y consigo soñar y dormir (casi) cada día. Que soy húmeda y fértil, tierra roja, enraizada, amo y me aman. Me he ido dejando ser como el trigo, cada año, en cada siembra, como la garza sobre su pata, como el musgo en la piedra, como la cigarra bajo la tierra, como la conciencia de quien la toma.