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La poesía tiene corazón de pájaro. Vuela libre y anida en las manos de quien la recibe con los ojos abiertos. Eso creemos en El Tercer Puente y por eso mismo hemos seleccionado estos tres poemas de estos tres grandísimos poetas gaditanos para que volemos a donde sea que tengamos que volar. Disfruten y descubran, viajen y vivan, compartan y sientan. La emoción es lo último que se pierde.  

¡Salud y poesía!

Tres poemas post
Imagen de Oldiefan en Pixabay  

Los poetas
Fernando Quiñones

También tú, curtidor,
y tú, patán hermoso, arrancándole
al invierno terrones, empujando
en agosto el plostellum. Y tú,
herrero entre sombríos fulgores,
o tú, inocente
borracho sin oficio.
También vosotros sin saberlo
conocisteis alguna vez
no la mayor: la única gloria del poeta:
cuando en el prado, la curtiduría,
la taberna, la fragua, se os llegaron
casualmente a la boca aquellas tres, cuatro palabras
que no se habían juntado antes
o nunca habían sonado de aquel modo,
y que dejaban dicho algo,
sencillo acaso como ellas,
pero tan verdadero, tan nuevo y tan antiguo
que os suspendió y enmudeció un instante,
como a algunos de los que os escuchaban.

***

La casa
Pilar Paz Pasamar

La casa es como un pájaro
prisionero en sí mismo,
que no medirá nunca
la longitud del trino.
Encarcelada ella
que no yo, pues la habito
conociéndola, y pongo
mi cuidado y mi tino
en algo que no sabe
ni sabrá de mi cuido.
¿No me siente por dentro
removerme, lo mismo
que se siente en la entraña
la presencia del hijo?
Me ignoran los cristales
no nos sienten los vidrios
tras los cuales luchamos
contra el mar y sus ruidos.
No sabe que en sus muros
crece el amor, que hay sitio
para soñar, y que hay mundos
y faros escondidos.
Ignora de qué modo
la nombro y la bendigo.
Le digo muchas cosas;
la pongo por testigo
de todos mis secretos.
De lejos, si la miro,
me parece que tiene
la tristeza de un niño
abandonado. Subo
sus peldaños, le digo
mi nombre, porque note
que he regresado. Giro
por su caliente espuma,
me afano por su brillo,
la quiero clara, alegre
la enciendo con mis gritos,
con el sol, con el aire
del salado vecino.
Casa nuestra, mi casa...
¡Cómo crecen sus filos!
¡Cómo crece la sombra
de Dios aquí escondido!
¡Qué inevitable y fácil
la soledad, contigo!

***

Dame
Carlos Edmundo de Ory

Dame algo más que silencio o dulzura
Algo que tengas y no sepas
No quiero regalos exquisitos
Dame una piedra

No te quedes quieto mirándome
como si quisieras decirme
que hay demasiadas cosas mudas
debajo de lo que se dice

Dame algo lento y delgado
como un cuchillo por la espalda
Y si no tienes nada que darme
¡dame todo lo que te falta!
      
***

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