La poesía tiene corazón de pájaro. Vuela libre y anida en las manos de quien la recibe con los ojos abiertos. Eso creemos en El Tercer Puente y por eso mismo hemos seleccionado estos tres poemas de estos tres grandísimos poetas gaditanos para que volemos a donde sea que tengamos que volar. Disfruten y descubran, viajen y vivan, compartan y sientan. La emoción es lo último que se pierde.
¡Salud y poesía!
Los poetas Fernando Quiñones También tú, curtidor, y tú, patán hermoso, arrancándole al invierno terrones, empujando en agosto el plostellum. Y tú, herrero entre sombríos fulgores, o tú, inocente borracho sin oficio. También vosotros sin saberlo conocisteis alguna vez no la mayor: la única gloria del poeta: cuando en el prado, la curtiduría, la taberna, la fragua, se os llegaron casualmente a la boca aquellas tres, cuatro palabras que no se habían juntado antes o nunca habían sonado de aquel modo, y que dejaban dicho algo, sencillo acaso como ellas, pero tan verdadero, tan nuevo y tan antiguo que os suspendió y enmudeció un instante, como a algunos de los que os escuchaban. *** La casa Pilar Paz Pasamar La casa es como un pájaro prisionero en sí mismo, que no medirá nunca la longitud del trino. Encarcelada ella que no yo, pues la habito conociéndola, y pongo mi cuidado y mi tino en algo que no sabe ni sabrá de mi cuido. ¿No me siente por dentro removerme, lo mismo que se siente en la entraña la presencia del hijo? Me ignoran los cristales no nos sienten los vidrios tras los cuales luchamos contra el mar y sus ruidos. No sabe que en sus muros crece el amor, que hay sitio para soñar, y que hay mundos y faros escondidos. Ignora de qué modo la nombro y la bendigo. Le digo muchas cosas; la pongo por testigo de todos mis secretos. De lejos, si la miro, me parece que tiene la tristeza de un niño abandonado. Subo sus peldaños, le digo mi nombre, porque note que he regresado. Giro por su caliente espuma, me afano por su brillo, la quiero clara, alegre la enciendo con mis gritos, con el sol, con el aire del salado vecino. Casa nuestra, mi casa... ¡Cómo crecen sus filos! ¡Cómo crece la sombra de Dios aquí escondido! ¡Qué inevitable y fácil la soledad, contigo! *** Dame Carlos Edmundo de Ory Dame algo más que silencio o dulzura Algo que tengas y no sepas No quiero regalos exquisitos Dame una piedra No te quedes quieto mirándome como si quisieras decirme que hay demasiadas cosas mudas debajo de lo que se dice Dame algo lento y delgado como un cuchillo por la espalda Y si no tienes nada que darme ¡dame todo lo que te falta! ***