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Y tras cuarenta años sacaron a Franco del mausoleo de la indignidad democrática que representaba su tumba en ese horrible monumento construido sobre el crimen, la miseria y la humillación de los represaliados republicanos. Sin duda, supone un importante paso hacia la normalidad democrática de nuestro país, pero no debería ser suficiente. Se necesita recuperar la dignidad de las personas enterradas en las cunetas, reparar su memoria y ofrecerles el respeto social e institucional que merecen, honrar a las víctimas y, sí, entrar en el asunto patrimonial de la familia, los particulares y las empresas que construyeron su riqueza sobre el expolio y el oprobio de media España.

Nunca es tarde si la dicha es buena. Comentaba el filósofo Daniel Innerarity en La Ser el porqué se había tardado tanto tiempo en exhumar al dictador y afirmaba que al comienzo de la democracia para la derecha era demasiado pronto y que, claro, tras cuatro décadas ahora ya era demasiado tarde. La realidad es que esta derecha, heredera del franquismo y consolidada sobre el poder de unas instituciones políticas que nunca dejaron de serlas, nunca quiso sacarlo. Porque si hay algo que diferencia a la derecha de la izquierda es que tiene clara su agenda política. Sabe cuál es su papel, a quién debe pleitesía y que con sus cosas de comer no se juega. Y esas cosas de comer engloba, fundamentalmente, a las rancias sotanas que llevaban a Franco bajo palio y a los amiguetes con los que transformar el dinero público en beneficio privado. Las joyas de los derechos y servicios sociales: educación y sanidad son objetivos fundamentales de esta derecha extractora.

Una cuestion de necesidad
Ilustración: Pedripol

En este número de ETP, precisamente, queremos acercarnos a la realidad de la educación en nuestro país. El abandono y su deterioro, los recortes que sufre, las malas condiciones de las instalaciones, la situación precaria de nuestros maestros y maestras o el descarado fomento de la concertada, en la mayoría de ocasiones vinculadas a sectores católicos, en detrimento de la pública. Se está produciendo el desmantelamiento encubierto, gota a gota, de la educación pública. Se está ejecutando un plan oculto que tiene por objetivo fabricar una población ignorante, que carezca de los recursos educativos necesarios para desarrollar un pensamiento crítico que cuestione el orden natural de las cosas. Porque la educación es el principal elemento que tenemos los ciudadanos y ciudadanas para luchar contra la desigualdad. Una educación pública y de calidad es la mejor herramienta para favorecer la efectiva igualdad de oportunidades. Y, sobre todo, es el instrumento necesario para construir una ciudadanía activa, que desarrolle una conciencia colectiva que dispute, y discuta, la hegemonía cultural diseñada por el poder, con capacidad de transformación, de desborde político y de emancipación social. Sin educación no hay futuro posible.

Además, nuestro ETP viene con una sección cultural cargada de contenidos, añadiendo nuevas voces que comparten nuestra ilusión y visión de la necesidad de edificar una sociedad libre y participativa sobre la base del cuestionamiento crítico de las corrientes oficiales de opinión, pero siempre con un espíritu constructivo y que fomente lazos y redes ciudadanas que nos haga más fuerte frente a los poderosos.

Estamos viviendo un contexto tremendamente complicado. Un momento en el que, tras la sentencia del procès, el conflicto territorial de Estado ha llegado a un momento de crisis absoluta. Una época en la que la ausencia de diálogo y la falta de entendimiento político está fomentando un auge fascista que, además, está siendo vergonzosamente normalizado. Con una crisis económica que asoma en el horizonte y que se volverá a cebar sobre los más desfavorecidos. Y todo ello con unas elecciones a la vuelta de la esquina en la que nos jugamos la posibilidad del gobierno de un trifachito que ya sufrimos y conocemos en Andalucía. Tras el incomprensible fracaso de la investidura perpetrado por los partidos de izquierda, posiblemente, como decía Innerarity, las elecciones nos lleguen demasiado pronto, pero, igual, el 11 de noviembre ya sea demasiado tarde y la imposición de su agenda oculta, el recorte de derechos y libertades, sea una trágica realidad. Fomentar el debate público que apunte en esta dirección es una responsabilidad social que no podemos, ni debemos ni queremos, eludir. Las voces arriesgadas son más necesarias que nunca.

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