Se buscan valientes, rezaba una pintada callejera. ¿Qué hacemos para cambiar nuestro entorno? ¿actuamos con la valentía necesaria para provocar pequeñas transformaciones cercanas que produzcan cambios mayores? ¿nos atrevemos a enfrentarnos a los agentes destructores de comunidad que nos rodean aunque estén establecidos y validados socialmente? ¿los cuestionamos?¿los avalamos en cambio? ¿somos capaces de conseguir modificar las tramas sociológicas en las que nos movemos? ¿cambiamos las instituciones y los vicios que provocan? ¿nos adaptamos a ellas? Ni las instituciones ni los referentes impuestos en nuestro espacio de vida se transforman así por las buenas; necesitan de impulsos externos. Hay que recurrir a lo excéntrico, a lo que está fuera del centro establecido.
Lo que forma parte del sistema -la política viejuna y reumática, el periodismo con intereses empresariales por encima de la información, los blogueros huérfanos de talento buscando espacio con falacias y a codazos- es modificable desde la periferia, desde los márgenes. Aquellos que se habían reservado el poder exclusivo de producir relatos ya no tienen ese monopolio y observan con desagrado cómo aquellos que estaban en los límites osan ponerles en cuestión. Las nuevas políticas ya no tienen que bailarles el agua ni compartir fotos o eventos casposos con ellos. Es la nueva ética.
El Tercer Puente es marginal, periférico y excéntrico. Es por eso que es igualitario en cantidad, en calidad, en posicionamiento, en respeto y no pregunta quién eres o de dónde vienes sino si quieres aportar algo. El Tercer Puente es un espacio para sostenernos en equidad, para ayudarnos a producir sentido y para construir vida. Aquí seguimos. Con valentía.