Fotografía: Jesús Massó
Crear diálogo, transparencia y participación son retos difíciles, porque años de comunicación jerárquica, de filosofía piramidal de la política, de democracia representativa pesan demasiado para cambiar con rapidez. La cultura de la participación no se improvisa y menos si se mantiene la lógica de las ideas desde arriba, con estrategias, eslóganes y políticas maquiavélicas basadas en los impactos y la difusión sin diálogo.
No hablamos sólo de la tecnología, sino de su apropiación por una cultura horizontal e interactiva, por una verdadera mentalidad y cultura social. En pocos años, hemos vivido la conquista de nuevos derechos a la información, a la comunicación y a la transparencia, avances sociales que sólo se consolidan a través de la consciencia reivindicativa de la ciudadanía y del poder. El sueño de la democracia directa hay que confrontarlo con la realidad para evitar decepciones, porque las falsas promesas de participación crean decepción y resentimiento.
El gobierno conectado conduce a la ilusión del gobierno abierto y transparente. Pero en el mundo tecnológico hay que adiestrar el análisis y la capacidad crítica, reconocer que el camino de las prisas produce sus monstruos. El Ayuntamiento de Cádiz se ha querido apresurar en este cambio de tendencia con un resultado decepcionante.
El riesgo del imaginario de la conectividad —y la ignorancia de los requisitos técnicos de formatos, estructura y vínculos— nos aleja de la realidad. No se puede presumir del bajo coste del portal de transparencia sino de su capacidad para satisfacer un derecho ciudadano. En este caso, su planificación y dotación de medios serían los elementos con los que comparar los resultados del portal, su relación con la ciudadanía, su voluntad política real del control de la gestión, de la devolución a lo público de sectores tradicionalmente apropiados. Si la voluntad de transparencia es central en la gestión y en la política, central tambien debería ser la lógica con la que se implementan, con la que se diseñan, programan y presupuestan las acciones.
Heredamos un mundo opaco que nos ha dejado su sombra; terminamos aceptando formatos nada accesibles, archivos que no son compatibles ni transparentes, formatos de datos no reutilizables. No se trata sólo de disponer de la información necesaria y adecuada por importante que sea, que lo es, sino de que se presente en formatos adecuados; que el portal sea Open Source, que el código sea accesible y exportable.
La transparencia es un ejercicio de comunicación más allá de la transmisión de información, haciendo que los datos sean comprensibles con herramientas de visualización, gráficas y aplicaciones que permitan establecer relaciones entre los mismos en fuentes dinámicas; única forma de entender esta gran cantidad de información novedosa para buena parte de la ciudadanía. Falta una cultura transparente que nos oriente a una lógica abierta y clara para transmitir la información y para organizar los flujos de trabajo de forma participativa a través de la práctica, el conocimiento y la sensibilización.
La transparencia es una acción prolongada en el tiempo más que una realización concreta; es un proceso participativo diseñado para la interacción de una conversación y no para discursos a pares. Por encima de todo, se trata de avanzar en cultura cívica y ciudadana, de romper el oscurantismo y el secretismo. Esto es algo que nos permitirá subir en el ranking de la transparencia, aunque su logro final será algo mucho más sólido, directo y real que una cifra.
Fotografía: Flavia Bernárdez (Creative Commons Zero license)