Fotografía: Jose Montero
Nuestra ciudad está en venta. O en alquiler, al menos. Después de especular con las viviendas, con la salud, con la educación y con las pensiones, ahora se vende las calles, el espacio público. El voraz capitalismo mira a Cádiz como una mercancía más y ya están en alquiler sus muelles, sus plazas y sus aceras. Tomada por los intereses neoliberales y por sus engañosas máximas populistas, dinero y empleo, la ciudad está dejando de pertenecer a la gente.
En 1968, Henri Lefebvre escribió un texto referencial: El derecho a la ciudad, en el cual advertía del impacto negativo que sufrían las ciudades rendidas al capital y proponía que la gente se volviera a apropiar de los espacios que ella misma habita y que ella misma, la gente, ha construido de manera colectiva.
Si queremos estar en las instituciones, también queremos estar y decidir sobre nuestras calles. Y, si podemos decidir, no queremos que Cádiz sea una ciudad escaparate, una ciudad en venta que solo genera desigualdades.
La ciudad es un escenario donde se hace política y donde se expresa la voluntad popular y es, como hemos visto en anteriores números de El Tercer Puente, un escenario para la solidaridad, para las redes ciudadanas y, por supuesto, también es un espacio para el conflicto propositivo.
El derecho a la ciudad cuenta con su Carta de Derechos firmada en Sao Paulo en 2004 y junto a derechos como la justicia, seguridad, limpieza, agua, luz, transporte, vivienda, trabajo, derecho a medioambiente sostenible y sano, también se encuentran los derechos al uso democrático del espacio público, a la planificación y a la gestión urbana mediante la participación real. No se puede construir ciudad sin implicar a la ciudadanía. Sobre todo ello, reflexionamos y proponemos debate en este número 26 de ETP.