Lectura sobre DOCE PÁJAROS EN EL ALAMBRE de Miguel Ángel García Argüez (Viento Verde, 2018)
El carnaval es una fiesta del lenguaje, las agrupaciones son la voz del pueblo y cantan sus repertorios basándose en el uso lingüístico en las letras; plantea el profesor Payán Sotomayor en el prólogo del libro “Al son de la caja” (Quiñones Madera, 2003). Años antes Ramón Solís, en su mítico “Coros y Chirigotas” (1966), ya otorgaba valor a la combinación de letra y música: “las letras del Carnaval gaditano están rimadas con gran arbitrariedad. No se escriben para ser cantadas, sino que nacen a impulso de la música y luego se transcriben. Cuando es necesario, porque la idea no cabe en un verso, se fuerza el ritmo o se come el poeta alguna sílaba. A veces se cambia el final de la palabra para que rime”.
No se entiende pues, el Carnaval de Cádiz sin las letras, sin la literatura, sin la poesía, pero tampoco sin el oportunismo, el “concursismo”, los efectos especiales, algo que lleva asociado, sin más remedio, las pruebas, el ensayo-error, los descartes, los aciertos y los errores a la hora de realizar un repertorio de una agrupación con aspiraciones. Y ahí es donde “12 pájaros en el alambre”, la obra analizada en esta sencilla reseña, adquiere su enorme valor. Su autor, el filólogo, escritor y autor de carnaval, Miguel Ángel García Argüez, realiza un profundo ejercicio de autoanálisis, mostrando los auténticos entresijos de su manera de hacer carnaval, algo que le lleva a reconocer que, en ocasiones, siente verdadero pudor al desnudar su proceso creativo ante un lector desconocido.
Doce coplas de sus tres últimas alabadas comparsas (Los Doce, Los Equilibristas y Los Prisioneros) se personifican en personajes de alguna novela de Steinbeck y se rebelan contra su triste destino, el de ser olvidadas en la frialdad de un disco duro de ordenador. Por ello piden al autor que las saque a la luz y exponga los motivos por los que nadie, salvo él mismo y su grupo, sabía de ellas. Y así es como nace este libro, de la necesidad de mostrar esas letras que no sobrevivieron a la vorágine del concurso, bien por exigencias de los objetivos marcados, bien por ser coplas más íntimas y personales.
Afirma Argüez que “la letra en la copla de comparsa es un tipo de poesía a medio camino entre lo culto y lo popular, entre lo tradicional y lo innovador, entre la creación individual y la colectiva. Y literariamente participa de ambas formas de entender el lenguaje y la poesía”. Así, nos encontramos ante un libro de poesía, pero como señala el propio Argüez, el valor literario de estas páginas lo encontramos en lo novedoso de publicar aquellos versos descartados por los autores, algo que para el aficionado al carnaval nos supone un regalo, un bonus track que ya no esperábamos encontrar en los repertorios de nuestras reverenciadas agrupaciones.
No estamos ante un libreto de carnaval, aunque contenga pasodobles y cuartetas de popurrí, estamos ante un auténtico manual sobre cómo hacer una comparsa. En él se habla de cómo surge la idea del tipo, si prevalece la música o la letra a la hora de crear el repertorio, cómo se trabaja en los ensayos, la relación entre autor y componentes e, incluso, las desavenencias que a veces se pueden crear en una agrupación durante el desarrollo del concurso. Como antes se ha comentado, todo ello narrado sin trampa ni cartón, a pecho descubierto, sin dejar nada en la recámara, algo que hay que agradecer al autor.
El libro distingue entre letras inéditas y letras descartadas, mostrando varias en cada categoría. Con respecto a aquellas letras que no llegaron a ser ensayadas o, incluso, que a pesar de ser ensayadas no llegaron a formar parte del repertorio (letras inéditas), Argüez nos desgrana el pasodoble “Pájaros en Carne Viva”, que fue concebido para ser cantado en la misma final del COAC con los prisioneros; el pasodoble titulado “Fábula del pájaro y el cazador”, un auténtico canto a la libertad; el magnífico pasodoble “Espejo y Verdín”, precioso piropo a Cádiz; el piropo a la “Mujer mojarrita” de Los Doce; el pasodoble dedicado a la calle donde vive el autor “Calle Argantonio”; y el reflexivo pasodoble “Los pozos de la memoria”, sobre la efímera caducidad de la fama y la gloria de los copleros.
Con respecto al grupo de letras que fueron descartados, bien por el autor, bien por los componentes, por no tener hueco en un repertorio creado por y para un concurso devorador de coplas, se exponen la cuarteta “Oración de los pájaros” en la que el pájaro prisionero curiosamente reza a su Dios plantenado sus inquietudes sobre la vida; otra cuarteta titulada “El gato Mariano y yo”, ante la negación profunda del grupo de realizar una pequeña coreografía en una supuesta persecución de un gato; el pasodoble “Andando sobre el abismo”, en el que se presentaba al personaje del equilibrista; el pasodoble “La bandera del invierno”, en el que se apoya Argüez para explicar que a veces los grupos no tienen la misma percepción de la letra que tiene el autor y a veces se puede producir alguna pequeña fricción que se suele solventar sin problemas; otra cuarteta, “Tú y yo desde el filo del aire” que suponía un final alternativo al popurrí de Los equilibristas; y por último, el pasodoble “Nueva era”, dura letra contra la indiferencia que existe hacía las personas en una era denominada de la conexión y el conocimiento.
En definitiva, doce magníficas letras que encajarían, sin duda en el repertorio de la mayoría de las comparsas que participan en el concurso y que, gracias a este libro, tenemos la oportunidad, no solo de descubrir y disfrutar, sino de conocer su historia desde su creación hasta su desenlace. Un libro, sin duda, que haría las delicias de aquellos Guardacoplas de Paquito Villegas y Tito Iglesias.
Decía Don Bartolomé Llompart que “cultura y de la buena es ir desglosando en cada hecho la consecuencia de su evento y el haber llevado a escribir una segunda historia, una historia paralela a la grande y trascendente en la que se dice no sólo lo que se ha hecho, sino lo que se ha debido hacer, que esa y no otra es la colección de las letras carnavalescas, cuyos autores pueden vanagloriarse de haber escrito según sean “poetas” o artistas una historia con letra y música”. Argüez, sin duda, está entre esos grandes poetas que reescriben la Historia en letras de Carnaval, y este libro nos deja una buena muestra de ello.