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Fotocuento13
Fotografía: Jesús Massó

Lo más visible y aparatoso de su “don” era la capacidad de cambiar de tonalidad sus ropas cuando se acercaba a algún objeto de color llamativo. Con frecuencia,  le perseguía una cohorte de criaturas divertidas o de turistas que, advertidos del fenómeno por algún nativo,  observaban sus mudanzas festejándolas con aplausos.

“Elincreiblehombrecamaleón” llegó a acostumbrarse a los trastoques de color en su indumentaria y tan engorroso seguimiento diario. Lo que nunca pudo superar –algo que la gente que lo admiraba ni siquiera advertía-  era que también su personalidad, su carácter y hasta su estado de ánimo mudaban al cambiar según el entorno. Así, en un mismo paseo, podía sentirse eufórico cerca de un recreo escolar o angustiado  al pasar por la cola del banco de alimentos. Una vez, lo encontraron muerto cerca de la cafetería del tanatorio. El amigo que lo encontró tuvo la feliz idea de llevarlo en la ambulancia al “nido” del hospital más cercano, donde resucitó – renació, dicen otras voces –  con la más plácida de sus sonrisas.

 

Texto: Juan Rincón


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