Escribió Miguel Ángel Rivero Gómez: “Patricio Hidalgo trabaja con tres elementos fundamentales: la mancha, el grito y el gesto. Confía en la mancha, en el poder de la abstracción, en la expresividad de lo matérico. Y tiene claro que el origen de la pintura está ahí, en esa mancha informe que se concreta en el dibujo y pasa del caos a la armonía, pero permaneciendo libre, insobornable a toda relación de dominio”.
Patricio Hidalgo investiga con pasión y talento en diferentes formatos: la pintura y el dibujo, el audiovisual (el documental, el videopoema, el videoarte), los espectáculos escénicos en los que participa en directo. Expone en España y diferentes países, ilustra libros, dirige películas, crea carteles para festivales flamencos de todo el mundo, diseña videocreaciones para el Ballet Flamenco de Andalucía y es responsable de las pinturas del mítico Tablao Los Gallos. Acaban de publicarse dos libros para niños y niñas de todas las edades ilustrados por él: El libro de los deseos, en la editorial Libros de la Herida, y Ballena-pájaro, una novela gráfica que edita El Paseo. Le gusta colaborar con destacados artistas de diversos géneros: músicos, poetas y escritores, bailaores, escenógrafos con los que ha llevado su arte a muchos países. Ahora mismo colabora con sus pinceles en el rodaje de una esperada película sobre José Menese. No faltan, pues, los temas de conversación. Siempre se aprende compartiendo con este artista polifacético y libre, popular y vanguardista, que sabe pintar por bulerías sus sueños y regalarnos enigmas hermosos y lúcidos.
Me encuentro con Patricio en la Alameda de Hércules, en Sevilla, el epicentro del barrio que compartimos, barrio flamenco y de artistas, barrio sabio y resistente, que aún conserva su carácter de barrio especial, distinto, a pesar de la ola especulativa y turistificadora que padece en los últimos años. El lugar de la cita, la taberna de El Corto Maltés, uno de los bares más veteranos y auténticos del bulevar. Patricio llega puntual, con una sonrisa amplia, hospitalaria, generosa, como siempre. Pedimos a la querida Sonia un par de cervezas. Comenzamos.
En tu biografía resaltan dos lugares que en cierto modo podemos llamar fundacionales, decisivos: por un lado Ibiza y por otro La Puebla de Cazalla, en Sevilla. ¿Cómo has vivido esta dualidad, qué ha supuesto en tu crecimiento personal y artístico cada lugar?
Mi infancia es una isla, mi madurez es un pueblo y mi vida es un pequeño mundo. Nací en Ibiza, un lugar repleto de magia, historias, artistas y andaluces llenos de nostalgia por su tierra que no paraban de hacer reuniones y fiestas en casas payesas a las que yo iba con mis padres; allí siempre nos acompañaba la música: lo mismo sonaba Bob Dylan que Fernanda de Utrera, Jaume Sisa que Camarón o Miles Davis que Triana, por recordar algunos. De La Puebla de Cazalla (Sevilla) me contaban fascinantes historias de Francisco Moreno Galván, el gran pintor y letrista de José Menese, y cada verano que visitaba el pueblo me quedaba en el gran caserón de 1894 de mis abuelos, y estar allí, cerca del maestro, me llenaba de emoción. Ir al Gran Café Central regentado por Fernando Guerrero era como pisar un lugar idílico en el que conocí a Moreno Galván, ya mayor, a Pepe «El Cachas», ahora mi marchante, a Pepe Lamarca, a José Menese y a todos mis amigos de La Puebla que son un tesoro. Pensaba entonces que si algún día pudiera vivir allí, quizás me hiciera pintor, y la Puebla me hizo pintor.
La pintura es sin duda la piedra angular que sustenta tu trayectoria artística y articula las diferentes vertientes que vienes desarrollando. ¿Cuándo y cómo descubriste lo relevante y reveladora que iba a ser la pintura en tu vida? ¿Cuáles fueron tus inicios como pintor?
La pintura ha sido mi manera natural de comunicarme con el mundo, no recuerdo un momento iniciático concreto sino una constancia en lo que hoy sigo haciendo. La pintura me sigue desvelando cosas y me sigue aportando sorprendentes hallazgos, simplemente seguí el camino que empecé con la inocencia. Recuerdo de niño mirando un libro de Picasso y la fascinación que despertó en mí ver en sus obras un nuevo y extraño universo; en aquella rareza pude ver el verdadero potencial de la pintura, todo era posible, porque en la pintura todo se transforma en algo nuevo.
¿Qué caracteriza tu pintura, cómo la definirías? ¿Y en qué modo crees que ha ido evolucionando desde aquellos comienzos?
Mi pintura es emoción, hasta en mis bodegones la persigo transformando las composiciones en naturalezas vivas. Si hago un cantaor quiero su quejío, si hago una bailaora, quiero la gracia de su baile, si hago un retrato quiero que viva. La emoción es mi rebeldía, la gasolina del cóctel mólotov.
En los inicios me pasé muchos años dibujando, y en esa práctica encontré lo que más me gusta hacer. Tuve siempre diarios dibujados; con el dibujo soy capaz de encontrar cosas interesantes para hacer algo más grande, un cuadro, una videocreación, un espectáculo.
La evolución me va transformando el modo de trabajo y cómo afrontar un tema u otro para desarrollar y ahondar cada vez más en mis propuestas. El trazo se va afinando, va hallando un estilo propio, una seguridad a la hora de crear… En el tema de técnicas pictóricas y audiovisuales, en formatos y propuestas, sigo, como siempre, investigando y probando.
Cuéntanos cómo afrontas el proceso creativo, el trabajo en el estudio… ¿de dónde partes, qué te mueve a la hora de pintar? ¿Cómo concibes, o cómo buscas, la imagen?
En mi proceso creativo me dejo llevar por impulsos y cuando empiezo a trabajar no tengo una idea fija, lo planteo como una búsqueda. Afronto las obras por sesiones; a la hora de representar algo no me detengo en detalles, porque suelo partir de aquello que no existe ante mis ojos, la vida que habita en los seres y las cosas es lo más importante para mí, y eso solo se puede representar con el lenguaje abstracto. Hay trazos que captan el grito, el movimiento, el alma y la vida, por eso me planteo las manchas como si salieran del mismo modo que un quejío de José Menese arrancando un cante, no está diciendo nada y te remueve el alma, porque es el lenguaje de las emociones, así quiero que arranquen mis trazos, abstractos y emocionantes. Después llega el dibujo figurativo, al igual que en el cante llega la palabra, el dibujo se encarga de dar sentido al caos emocional y lo dibujado se carga de emoción con la mancha y da un nuevo sentido a la realidad que vemos, como el grito de Menese transformando la palabra libertad o la palabra amor en algo muy hermoso, algo en lo que gusta creer. A la hora de pintar me establezco entre dos mundos con lenguajes pictóricos diferentes, el mundo de la figuración, en la que los símbolos juegan con las formas, y el mundo de la abstracción, en la que las emociones juegan con la imaginación. Los resultados suelen ser muy intuitivos, pero con muchos trabajos previos; no suelo insistir mucho en las formas, busco la frescura y no me gusta lo conclusivo, ya que las formas muy acabadas o definidas carecen de movimiento, sensación o gesto, intento que el espectador participe con su imaginación y concluya la obra en su mente y que le despierte algo en su interior.
El flamenco es algo fundamental en tu arte y en tu vida, llevas muchos años indagando en la relación entre pintura y flamenco. ¿Cómo entiendes este diálogo? ¿Qué persigues, qué deseas mostrar con tu pintura flamenca? Te has llamado pintaor, que es una palabra preciosa, al modo del tocaor o el cantaor…
El flamenco y la pintura siempre han estado presentes en mi vida, me hubiera encantado ser tocaor, pero mi dedicación a la guitarra se reduce al toque de unas cuantas falsetas en mi intimidad. En mi caso el flamenco y la pintura se complementan muy bien, ya que el flamenco alimenta todo mi trabajo ofreciéndome concepto y excusa, puntos de partida y llegada, porque cuando ahondas en este arte te das cuenta de la riqueza que hay en su historia, en su transcurrir, en cada uno de sus artistas, es un arte vivo que no deja de sorprender, inacabable. Yo diría que mi pintura se ha aflamencado tanto que aunque no esté pintando un motivo flamenco estoy pintando flamenco: si escucho la rondeña de Rafael Riqueni mientras trabajo, la mano se mueve sola, como impulsada por el duende de sus notas.
En mis principios, lo que perseguía a la hora de pintar este arte era conseguir una mancha flamenca, que el dibujo cantase, bailase o tocase flamenco. Ahora me siento en otra fase más gozosa y personal a la hora de abordar este género: no sólo se puede pintar flamenco, también se puede narrar flamenco en la búsqueda de un lenguaje pictórico-flamenco.
Has colaborado con muchos e importantes artistas flamencos aportando tus creaciones. ¿Cuál ha sido tu experiencia? ¿De qué forma han contribuido estos encuentros a tu formación y trayectoria, qué han significado?
En mi experiencia con artistas flamencos ha habido de todo, pero haber tenido la ocasión de compartir escenario y creatividad con ellas y ellos me ha enseñado mucho. El lenguaje escénico de la pintura es algo que me interesa mucho y cuando trabajo con artistas como Rafael Riqueni, Belén Maya, Laura Vital, Leonor Leal, Rosario Toledo, Juan Murube, La Divi, La Yiya, Daniel Casares, Andrej Vujicic… es inevitable aprender con gusto y admiración, porque cuando un artista te inspira, las cosas salen de manera fluida… Un artista al que vuelvo siempre, y que siempre tengo presente, es Mario Maya, a quien he dedicado también alguna exposición, por ejemplo en la Bienal de Sevilla.
Quizás una de las prácticas artísticas más destacadas y sorprendentes que desarrollas sea la que denominas pintura viva, es decir, cuando llevas tu pintura al directo, a la creación en vivo e instantánea, en espectáculos y acciones que en muchas ocasiones están vinculados al flamenco o a la poesía. ¿En qué consiste esta pintura viva, cómo realizas esa magia?
La pintura viva es el lenguaje que alberga la mancha en movimiento, lo he podido descubrir grabando, proyectando, pintando en directo y creando vídeo-montajes de manchas y trazos. Existe un lenguaje muy activo y sugerente de la pintura que es capaz de narrar y transmitir mucho compaginando la abstracción y la figuración, poniendo ambas en diálogo, paseando por sus borrosas fronteras y límites. Esta práctica es ideal para el lenguaje escenográfico y en cada propuesta busco nexos con la música, con el baile, con el cante y la poesía.
Y continuando con las relaciones entre pintura y flamenco, trabajas desde hace años el género de la cartelería, eres autor de numerosos carteles para importantes festivales flamencos nacionales e internacionales. ¿Qué te interesa de este campo de trabajo?
La cartelería es un género maravilloso en el que se mezcla el diseño con la creatividad plástica. Francisco Moreno Galván fue un maestro pionero en la cartelería contemporánea flamenca, sobre todo los que hizo para la Reunión de Cante Jondo de La Puebla de Cazalla. En sus trabajos he aprendido los fundamentos esenciales para elaborarlos; son carteles que mucha gente ha ido guardando o enmarcando, se conservan con fervor. A la hora de abordar un cartel, lo que más me interesa es, obviamente, crear una imagen potente, llamativa, interesante y que se identifique de algún modo con el evento. Un caso bonito y representativo: una imagen que hice hace muchos años para el concurso de La Silla de Oro en Leganés, un dibujo sencillo a modo de logotipo del evento. Gustó tanto que acabó siendo imagen y cartel del evento para el resto de ediciones, pero es que después se diseñó el trofeo con el dibujo, y finalmente, hace unos días, se inauguró un monumento en la ciudad de Leganés a La Silla de Oro con el dibujo. Hay veces que no te crees hasta dónde puede llegar una imagen.
No solo te has sumergido en el flamenco y su arte desde tu pintura, sino que también los has estudiado y divulgado a través de dos documentales que has codirigido, centrados en dos figuras que admiras y que han sido claves en tu formación vital y artística, los hermanos Moreno Galván: Francisco Moreno Galván «La Fuente de lo Jondo» (dirigido junto a Fidel Meneses) y José María Moreno Galván «Autocrítica del arte» (junto a Xabier Mailán). ¿Qué te supusieron ambas películas?
Sentimos que era necesario hacer ambos documentales, para así poder contar a las nuevas y no tan nuevas generaciones quiénes fueron y qué hicieron los hermanos Moreno Galván. Para mí haber podido tener la oportunidad de afrontar la memoria y actualidad de estas dos figuras claves en el mundo del arte y el flamenco ha supuesto un placer, a la par que una enorme responsabilidad. Esperamos haber estado a la altura del reto.
A buen seguro que en el día a día de esos procesos (encuentros, entrevistas, horas de grabación…) hubo lugar para no pocas anécdotas y sorpresas, quizás recuerdes especialmente algunas de ellas que te apetezca compartirnos…
Para La Fuente de lo Jondo: el día que entrevistamos al escultor Eduardo Carretero, marido de Isabelita Lorca, se organizó un encuentro al que asistió José Menese con su mujer, Encarna Gil, y Juan Habichuela. Encarna preparó un rabo de toro como solo ella lo sabe guisar, Eduardo Carretero contó historias deliciosas aquella tarde en su estudio, rodeado de esculturas de Alberti, del mismo Menese, de su mujer Isabelita y de Federico García Lorca Juan Habichuela trajo su guitarra y no tardó en echarle mano para tocar por siguiriya, Menese arrancó el cante más sorprendente que le he escuchado cantar en mi vida, nunca olvidaré aquella mesa con aquellas grandes personas.
De Autocrítica del Arte: lo mejor fue darse cuenta de la importancia de José María Moreno Galván a través de la huella que dejó en gran parte de la geografía española, era como tener una llave maestra para lugares y gentes fascinantes del mundo del arte. Cuando los entrevistados empezaban a hablar, no tardaban en esbozar una sonrisa al recordar a José María… En Barcelona visitamos a un pintor, autor de las modernas vidrieras de La Sagrada Familia. Su casa-estudio era impresionante, preciosa, acogedora, llena de obras de arte; allí nos esperaba Joan Vila-Grau, persona de gran bonhomía que nos abrió las puertas de su corazón al recordarnos a su amigo el crítico de arte. Nos preguntó por el museo de arte contemporáneo de La Puebla de Cazalla dedicado a José María Moreno Galván, le comentamos que seguía abierto y más activo que nunca; tal fue la sorpresa del artista que prometió donar una obra suya al museo. Y así fue: al tiempo llegó al museo una buena obra de Joan Vila-Grau.
Aunque podríamos seguir conversando sobre flamenco y sus infinitos y ricos caminos, hablemos ahora de otra interesante faceta artística a la que has dedicado mucho tiempo y cariño en los últimos años: la literatura infantil ilustrada. ¿En qué se diferencia este registro, este lenguaje, del resto de tu creación pictórica/plástica?
A diferencia de la pintura, la ilustración para libros infantiles requiere unas intenciones funcionales concretas; en la pintura dejo libertad total a mis impulsos o pulsiones emocionales y a través de ellos desarrollo la creatividad. En la ilustración, la creatividad está sujeta a lo que quiero narrar o motivar al acompañar un texto. Para ello suelo acudir a un dibujo más claro, con formas sencillas, y que así, de un golpe visual, el dibujo ya cuente algo. Para poder imaginar los personajes, jugar con ellos y recrearlos en cada viñeta hay mucho trabajo previo de pruebas y bocetos y, en mi caso, la pintura no acompaña tanto en estas tareas sino el dibujo. En mi último trabajo en este campo, Ballena-pájaro, que acaba de editar El Paseo, he podido indagar en profundidad en el lenguaje del cómic, en concreto de la novela gráfica, en el que el dibujo, la imagen, forma parte del lenguaje discursivo casi al mismo nivel que el texto, complementa al mismo…, imagen y texto colaboran, se equilibran, forman un equipo que hace avanzar la historia…, a diferencia del álbum ilustrado, en el que la imagen cumple una función sobre todo de acompañamiento, dialoga con el texto, pero está más supeditada a este.
¿Cuál es tu experiencia con la poesía?
La poesía alimenta mis dibujos, los llena de sentido, es la chispa que prende y lo que está al fondo. De la poesía aprendo siempre a mirar mejor, más allá o más adentro, me interesa mucho su capacidad de precisión y de sugerencia, de acercarse con palabras al misterio.
Has aportado tu pintura en directo y tus videocreaciones a la propuesta escénica “Su mal espanta”, de la Compañía de Poesía La Palabra Itinerante, un espectáculo que ha girado por numerosos lugares de España y de otros países en los últimos años… ¿Cómo has vivido esta aventura compartida?
Con muchas sorpresas gratas, ya que compartir escenario y viajes con compañeros tan afines y maestros en echarle talento y humor a la vida con ingenio y sutilezas, con generosidad, magia y poesía, es algo que no se paga con nada. Es muy interesante poder trabajar con artistas así, que además vienen de otras disciplinas, pues se establecen conversaciones entre la palabra, la música y la pintura de manera fluida y sin artificios, para todos estimulantes y mutuamente fértil. Se anudan las artes, se amplía la escena, todo puede pasar. El espectáculo “Su mal espanta” no para de crecer de festival en festival, de cita en cita es algo vivo, en marcha, cambiante y genera siempre muchas emociones, una recepción muy especial, que impresiona, con un profundo agradecimiento por parte de los públicos, incluso cuando visitamos países lejanos o ajenos culturalmente: el arte construye puentes fabulosos, el arte une. Y el libro-disco Su mal espanta, en el que recogemos el espíritu del espectáculo, con las canciones, los poemas en papel y recitados, los dibujos nos ha dado y nos da muchas alegrías. Por cierto, me quiero acordar ahora de que el libro-disco cuenta con dos prólogos memorables de dos poetas muy queridos y admirados, por un lado Juan Carlos Mestre, por otro Isabel Escudero, a la que tanto echamos de menos.
Y para concluir, cuéntanos de proyectos en marcha, ¿en qué estás trabajando, qué tramas? ¿Qué ocupa ahora tus pensamientos y tus pinceles?
Ando entre encargos pictóricos muy especiales, algunas actuaciones, talleres para la creatividad, las presentaciones de los libros recién aparecidos… Lo que más me tiene ocupado ahora es un proyecto fundamentalmente pictórico-flamenco que intuyo me va a llevar un largo y gozoso tiempo de preparación. En este proyecto quiero dar un paso más allá, quiero retratar el arte de artistas flamencos concretos que de alguna manera han paseado por mi entorno y me han enseñado la variedad sin fin de este arte. Cada uno de los retratados me enseña una manera diferente de proyectar este arte: cantaores y cantaoras, guitarristas, artistas del baile e incluso percusionistas. Ya he avanzado un tramo del proyecto y siento una nueva etapa en mi creación… Por otro lado, también me ilusiona mi participación en un documental que se está haciendo en recuerdo de José Menese, una obra en marcha de Producciones Singulares que seguro dará que hablar.
Muchas gracias por tu tiempo y tu atención, Patricio, y nuestros mejores deseos para todas las travesías.
Para saber más, su web.