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Arguez 3

Fotografía: Jesús Massó

El pasodoble que hoy quisiera compartirles es para mí muy especial. Nadie espere oírlo en alguna de las actuaciones que Los Equilibristas van dando por esos mundos de dios. No traten de buscarlo en el CD ni en el libreto, porque esta letra, en realidad, pasó de una manera muy fugaz por la comparsa. Es decir, vamos, que lo llevé una tarde al local de ensayo, lo enseñé y fue directamente descartado por el grupo sin prestarle demasiada atención y alegando argumentos difusos que no llegué a comprender del todo. A mí, sinceramente, me desconcertó mucho la poca atención a la que yo creía una letra bastante completa que, a mi juicio de autor –y entiendan que siempre uno mismo tiene que dudar de su propia objetividad a la hora de juzgar sus propias escrituras–, tenía de todo: un tema candente, un llamativo músculo poético, una forma de escritura novedosa, un desarrollo intrigante y un desenlace sorpresivo no exento de una fuerte crítica social. De hecho estuve trabajando mucho en casa en torno a esta letra y, francamente, me sentía muy satisfecho con ella. Sin embargo, ya digo, fue recibida con bastante indiferencia.

La letra en cuestión es la siguiente:
Frío, la bandera del invierno,
invierno, invierno…
Frío que desciende desde el cielo
y cruje en el suelo.
Frío, pero dentro de tu casa
cálidas mantas y alfombras tibias.
En la calle la humedad
negra, helada y sideral
clava sus agujas de cristal.
Y en tu casa el edredón,
la franela y el colchón
y la estufa con su resplandor.
En la calle escarcha y crujir de huesos,
uñas de granizo, perros de hielo,
noche que clava, noche que clava
sus negros dientes.
Esa tos de niebla en las madrugadas,
ese hierro crudo de las heladas,
y en tu casa sopa y café caliente.
Por el ventanal
arrecia la noche que cruje de frío
y no tiene piedad,
diciembre de piedra y de helados cuchillos
en la oscuridad,
y tú y el pijama y la lana al calor del hogar.
¡Maldita ciudad!
¡Maldita la gente pasa y no mira a ese negro portal!
El frío de la indiferencia hacia un cuerpo sin nombre:
que en Cadi el frío dirán
no es frío, que es humedad
pero hoy ha matado a un hombre.

No sé qué les parecerá a ustedes la letra ahora al leerla (o al imaginarla cantada) pero lo cierto es que la idea de escribir sobre las muertes de personas sin hogar que se han sucedido este invierno en nuestra ciudad llevaba algún tiempo rondándome la cabeza y quise buscar una manera especial de tratar tan luctuoso tema sin caer ni en la demagogia ni en el tremendismo dramático. Así que no fueron pocas las vueltas que le di al pasodoble hasta encontrar lo que, creo, me ofrecía la fórmula más elegante y novedosa que fui capaz de escribir.

La cosa es que llevé la letra al local de ensayo bastante ilusionado con el resultado. Por eso la frialdad (nunca mejor dicho) con que esta letra fue recibida me dio mucho que pensar. Sin embargo, al ver la mustia reacción de mis queridos equilibristas, no quise insistir ni defenderla obstinadamente y preferí dejarlo correr y no protestar. Lo cierto es que el respeto con que han tratado el repertorio que les ido llevando ha sido estupendo y por ello no puedo más que estar agradecido tanto a Ángel como al resto del equipo. Pero eso no es motivo para no aprovechar este comentario de texto y hacer una breve reflexión sobre estos pequeños (o grandes) conflictos que a veces nos suceden a los autores con el grupo cuando no hay consenso en torno a una letra.

Es normal, absolutamente normal, que no siempre los gustos y opiniones de letristas e intérpretes coincidan en algunas partes del repertorio. Y esto no pocas veces es motivo de fricciones más o menos solventables, o más o menos ásperas en los casos más chungos. Todos los autores que lean esto saben exactamente a qué me refiero.

Es cierto que el autor es quien realmente tiene la visión de conjunto más amplia y rica del repertorio, de cada pieza del rompecabezas y de la estrategia global de su funcionamiento y que por ello sus opiniones han de tener un peso especial en lo que respecta al repertorio.

Y cierto es también que en todos los grupos hay a menudo componentes que, a pesar de llevar meses ensayando a diario, no terminan de enterarse de qué va la cosa o de comprender  lo que se traen entre manos hasta que no ven a posteriori la reacción del público, y que a menudo emiten opiniones disparatadas o poco razonables que, aunque sin duda son propuestas con la mejor de las intenciones constructivas, a veces demuestran no haber comprendido del todo lo que andan cantando ni de la propuesta artística que están interpretando.

Pero sin embargo, la conjunción de ideas, sensibilidades y energías ha de ser siempre quien marque el camino. Tan poco eficaz es un letrista escribiendo “por encargo” sin creer en lo que escribe, como un grupo que no se siente identificado con lo que canta y ha de defender. Un grupo debe confiar sólidamente en los autores en los que ha depositado la responsabilidad de escribir un repertorio con la misma sinceridad con que un autor ha de saber escuchar las objeciones, pegas o sugerencias que al repertorio pone su grupo, que es quien va a interpretarlo y a hacerlo suyo. Somos vasos comunicantes donde cada cual ha de confiar en el otro, entre otras  cosas porque quien tiene casi siempre las de perder, créanme, suele ser el autor (no olvidemos que la base última de esto no es quien escribe, sino quien canta). El barco avanza si todo el mundo rema en la misma dirección. Lo contrario suele generar obras deslavazadas, difusas, lacias o incoherentes. Podemos ver muchos ejemplos de eso en el COAC cada año. Miren con atención y lo comprobarán.

Por eso, por mi parte, entiendo la construcción de una comparsa como un trabajo de equipo donde, aunque cada cual tiene delimitado su campo de responsabilidad, el consenso y el acuerdo han de primar sobre las imposiciones y los personalismos. Es evidente que, en unos temas o en otros, hay (y debe haber) opiniones más sólidas y con más peso que otras, pero, así en general, lo ideal es que cuando la agrupación llegué a su estreno esté sustentada en la conjunción de fuerzas y el sentir común (comunitario) donde todo el mundo sienta suya cada parte de la obra. Ahí nos jugamos, no ya la fortaleza de una obra creativa colectiva como es una agrupación, sino que el resultado final sea sólido y sano, por encima de egocentrismos o imposturas. Así es al menos mi manera de sentir las cosas y así he tratado que sea en cuantas comparsas he participado.

Y así espero que siga siendo, aunque a veces tenga uno que verse en el triste lance de tener que comerse con papas letras como la que hoy hemos comentado.

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