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En la Pescara de posguerra, donde se sitúa originalmente el guión de Ennio Flaiano, se denominaba «vitellone» («becerrones») a los jóvenes zánganos, inmaduros, que no se dedicaban a nada, que vivían vagueando, parasitando a sus familias, esquivando el trabajo y evitando contraer responsabilidades.

Fellini rodó esta película brillante en 1953. Fueron los abuelos de los actuales «ninis», un término que se introdujo formalmente por primera vez en el Reino Unido en 1999 con la publicación del Informe «Bridging the gap: new opportunities for 16-18 year olds not in education, employment or training». Hoy, según cálculos realizados en distintos países desarrollados, implica a un 20/25 % de la población juvenil (la situada entre 16 y 30 años).*

El término japonés «hikikomori» hace referencia a un fenómeno social que consiste en personas apartadas que han escogido abandonar la vida en sociedad y solo se comunican a través de las redes sociales; a menudo estos jóvenes buscan grados extremos de aislamiento y confinamiento, para evitar toda la presión exterior. Pueden encerrarse en sus dormitorios o alguna otra habitación de la casa de sus padres durante periodos de tiempo prolongados, a menudo años. Normalmente no tienen ningún amigo, y en su mayoría duermen a lo largo del día, y ven la televisión o juegan al ordenador durante la noche. Estimaciones actuales calculan que hay más de quinientos mil hikikomori en Japón. Un fenómeno que, además, se está extendiendo a muchos otros países (entre ellos, el nuestro**).

Los inutiles
Fotografía: Ergoneon

Vitellone, nini o hikikomori pueden empezar a considerarse la vanguardia de lo que vendrá.

Durante el presente siglo probablemente asistamos a la creación de una nueva y masiva clase no trabajadora: personas carentes de ningún valor económico, político o incluso artístico, que no aportarán nada a la prosperidad social, que no tendrán más poder que su número. Esta «clase inútil» no solo estará desempleada: será inempleable. Porque cada vez habrá más empleos que no necesiten de ningún ser humano para ser funcionales.

En septiembre de 2013, dos investigadores de Oxford, Carl Benedikt Frey y Michael A. Osborne, publicaron el informe The Future of Employment, *** en el que exploraban la probabilidad de que diferentes profesiones quedaran a cargo de algoritmos informáticos a lo largo de los veinte años siguientes.

El algoritmo que desarrollaron Frey y Osborne para hacer los cálculos estimó que el 47 por ciento de los puestos de trabajo de Estados Unidos corrían un riesgo elevado. Por ejemplo, hay un 99 por ciento de probabilidades de que en 2033 los televendedores y los agentes de seguros humanos pierdan su puesto de trabajo, un 97 por ciento de probabilidades de que lo mismo ocurra con los cajeros, el 94 por ciento a los camareros, un 88 a los obreros de la construcción o a los conductores de autobús, un 83% a los marineros…

Naturalmente, para cuando llegue el año 2033, es probable que hayan aparecido muchas profesiones nuevas, por ejemplo, la de diseñador de mundos virtuales o que se extiendan otras como gestor cultural (sea esto lo que sea) pero es también probable que dichas profesiones requieran mucha más creatividad y flexibilidad que nuestros empleos corrientes, y no está claro que los cajeros o los obreros de la construcción de cuarenta años sean capaces de reinventarse como directores artísticos. Incluso si lo hacen, el ritmo del progreso es tal que en otra década podrían tener que reinventarse de nuevo. Después de todo, es muy posible que los programas informáticos también superen a los humanos en el diseño o en la gestión. El problema crucial no es crear nuevos empleos. El problema crucial es crear nuevos empleos en los que los humanos rindan mejor que los algoritmos.

Es posible que la prosperidad tecnológica haga viable alimentar y sostener a las masas inútiles incluso sin esfuerzo alguno por parte de estas. Pero ¿qué las mantendrá ocupadas y satisfechas? Las personas tendrán que hacer algo o se volverán locas. ¿Qué harán durante todo el día? Una solución la podrían ofrecer (como ya previó Huxley en Un mundo feliz) las drogas y los juegos de ordenador. Las personas innecesarias podrían pasar una cantidad de tiempo cada vez mayor dentro de mundos tridimensionales de realidad virtual, que les proporcionarían mucha más emoción y compromiso emocional que la gris realidad exterior.

Todos, como una inmensa masa de «hikikomori», con nuestro soma particular, felices y aislados.

* https://es.wikipedia.org/wiki/Nini
** http://www.bbc.com/future/story/20190129-the-plight-of-japans-modern-hermits
*** Harari, Yuval Noah: Homo Deus. Breve historia del mañana. Barcelona, Debate, 2016

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