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Susana ginesta

Ilustración: pedripol

Te escribo esta carta mientras recibo una patadita tuya en mi barriga. Te aseguro que ahora mismo me hace más feliz que nada en el mundo, aunque te muevas más que las maracas de Machín justo en ese momentito placentero en el que una está cogiendo el sueño. Esta carta la leerás cuando tengas capacidad para entenderla y espero que sea antes de que descubras algunas fotos en casa o en internet que delaten mi pasado (aunque conociendo lo cachondas que son tus tías chirigoteras, te lo habrán desvelado antes entre risas y ensayos). Sólo quiero que lo entiendas tú. No espero que lo haga nadie más. A la única persona a la que quiero darle explicaciones es a ti, porque pienso ser cada día mejor y ayudarte a crecer en un mundo un poquito más sano.

Inés, cariño, tengo algo que decirte, hace unos quince años yo era tan friki del carnaval como ahora, pero hace quince años todavía había muchos menos referentes femeninos en el carnaval de Cádiz y de las pocas opciones que una se planteaba para participar en la fiesta era presentándote al concurso de ninfas. Si te elegían, entrabas gratis al Falla; entre otras cosas como vestirte de piconera, participar en el pregón, pases para la carpa, ir a ferias y fiestas etc., aunque lo del Falla era mi principal motivación, si te soy sincera.

Me fascinaba el concurso, las letras, las voces, las coplas. Me encantaba verlas de cerca y sin tener que aguantar las colas eternas que se formaban en la puerta, turnándonos entre clases y exámenes de facultad y ahorrando como podías para alguna que otra entradilla aunque fuera de preliminares.

Me presenté, y fíjate, me escogieron. Escogieron a nueve de entre doscientas y pico de chavalas jóvenes, monas, no tan monas, listas y no tan listas. Porque entre tanta gente suele haber de todo. Había que demostrar que sabías comportarte “correctamente” y seguir determinados “protocolos”, saber bailar tanguillos, o responder a preguntas tan inteligentes como: “Si a una compañera le toca el color de traje de piconera que a ti te gusta, ¿qué le dirías?” o “¿Cuál es la parte de tu cuerpo que más te gusta?”…

Después de esas preguntas que me parecían bastante absurdas, empecé a preguntarme si ese era mi sitio o no, pero pocos días después me dijeron que me habían seleccionado y dejé correr ese asunto que no me encajaba del todo pero que no sabía argumentar porqué; hoy sí.

Me escogieron, y si te digo la verdad no fue una experiencia mala (también es verdad que tu madre se lo pasa bien en un charco), pero tampoco fue una experiencia para tirar cohetes, a lo largo de mi vida he tenido momentos infinitamente más divertidos y memorables. Cada persona lo vivirá desde su punto de vista, pero lo que está claro es que lo puedo criticar con pleno conocimiento de causa. Y ahora, desde mi puretismo, puedo reflexionar y argumentar muchas cosas que hace quince años no podía o no sabía cómo hacerlo. De las cosas buenas y malas de mi “ninfado” te hablaré en otro momento, y seguro que nos reiremos juntas, pero el caso no es que me lo pasara mejor o peor, no es esa la cuestión por la que te escribo.

Te escribo para decirte que nunca voy a prohibirte que te presentes a algo así, ya sea fallera, ninfa, coquinera, sirenita de Copenhague, o dama mayor de Soto del Real, sólo te pido que pruebes otras cosas antes, que hay alternativas en el carnaval que pueden ser más estimulantes. Por ejemplo, cuando pruebas a salir en una agrupación y no funciona del todo, pero sigues, sigues y sigues intentándolo otro año más, y ves como cada año le gusta a más gente, cuando compruebas que con tus letras la gente reflexiona y se ríe, cuando te llaman autora, cuando tu grupo te adora porque has sido capaz de sacar lo mejor de cada una y las consideras hermanas, cuando la calle se convierte en tu aliada, cuando recibes besos y abrazos de sincera admiración por el trabajo bien hecho, porque te lo has currado, porque te has llevado noches sin dormir pensando en un repertorio, cuando te la has jugado con un romancero que no sabías si iba a gustar, cuando pintas cartelones para otras compañeras, cuando les echas una mano a escribir a amigas que empiezan su andadura… cariño, no hay color. Elige lo que quieras, pero te aseguro que es mucho más gratificante conseguir algo con esfuerzo. La banda no cuesta ninguno, pasas o no pasas una selección, y el orgullo de lo conseguido con esfuerzo es infinitamente mayor.

Hay quien te dirá que no es incompatible, y no lo es. Se puede sacar una chirigota y haber sido ninfa, y disfrutar de las dos experiencias. Pero te aseguro que el escribir y reflexionar sobre nuestro papel en el mundo, también me ha servido para analizar ese papel de piconera que tanto se alaba, y que créeme, tampoco es para tanto. Pero nunca, nunca,  insultes a nadie. No insultes a la que se presenta, ni a la que no lo hace, ni a la que lo hizo pero ahora ha cambiado de opinión, ni a la que no quería, pero quiere ahora. No critiques a personas. Critica instituciones, cuestiona paradigmas, no pienses que si siempre se ha hecho algo de determinada manera, debe seguir siendo así. Cuestiónate las tradiciones, la religión, cuestiona hasta lo que diga tu madre. Hazte preguntas e intenta no hacer sentencias absolutas. Sólo la gente flexible, que se pregunta cosas, crece. Y te quiero grande y libre. Libre hasta de ideas preconcebidas. Me encantaría escuchar de ti: “Voy a pensarlo”, “Eso nunca lo había visto de ese modo”, “Puede que tengas razón”… la sociedad elimina esas frases del imaginario común y nos hace pensar que eso es ser voluble, y no lo es. Es ser capaz de cambiar de opinión, tan sencillo y tan complicado como eso.

No insultes, argumenta. Los enemigos más encarnizados con tus ideas son aquellas personas que no las entienden y que no son capaces de esgrimir argumentos sólidos. No te aferres a un equipo de fútbol, ni a un color favorito, ni a un partido político. Las cosas cambian, TÚ CAMBIAS CONSTANTEMENTE. Yo no era la misma hace quince años. Ahora, sin ir más lejos, con el barrigón que tengo tendrían que ponerme una banda ancha que ni la mejor oferta de Ono. Dentro de quince años tampoco seré la misma que ahora (al menos, eso espero). Ayer podía gustarte el batido de chocolate, mañana no. No sientas que estás traicionando nada, simplemente ya no te gusta. No hagas mucho caso de los comentarios negativos hacia tu persona, pero tampoco tengas demasiado en cuenta las alabanzas. Los alimentadores de egos son muy peligrosos ya vengan de tu belleza, de tu inteligencia o de tus habilidades. Cree en ti. Permítete equivocarte y no seas muy dura contigo misma.

Esta sociedad te transmitirá de todas las maneras posibles el papel de princesa, de corona y vestidos, de almenas y palcos, de carrozas hechas con una calabaza o con papel maché, de esperar a que te elijan en un baile o en un pregón. Yo te enseñaré el camino de la guerrera, el de las cicatrices, el camino de la lucha contra lo impuesto, contra tradiciones obsoletas, a favor del avance y la rebeldía. Es un camino lleno de trolls, dragonas y algún que otro espadazo por la espalda, no te lo voy a negar,  pero con conocimiento de causa puedo decirte que también es el más enriquecedor. Una vez visto los dos, mi experiencia me ha hecho disfrutar del segundo camino mucho más. Un camino que no finaliza en un reinado, continúa durante toda la vida, que me aporta realización personal, objetivos increíbles, proyectos más creativos y papeles más activos. Un camino que cuando le coges el punto te empieza a fascinar, un lugar en donde te ríes hasta de tu propia sombra.

Cojas el camino que cojas voy a quererte con locura. Elige lo que quieras, pero ojalá nunca necesites que alguien te diga que eres bonita. Ojalá nunca naturalices que tu lugar está detrás de una entrega de premios. Ojalá que la primera banda que quieras sea de música y experimentes tus talentos. Ojalá rehúses saludar desde un trono. Ojalá no necesites figurar en un acto ni representar un vestido. Porque sólo cuando no lo necesites, empezarás a darle importancia a otros papeles mucho más gamberros, excitantes y alternativos que te harán sentir granDiosa sin necesidad de títulos ni deidades.

Recuerda que entre piconera y pionera solo dista una letra, pero hay todo un mundo de posibilidades en medio.

Te quiere, mamá.

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