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Tellez
Fotografía: Jesús Massó

De un tiempo a esta parte, está cayendo a manojitos el telón del gran teatro de Cádiz, que es el del mundo. La pérdida de Jesús Morillo, el fundador de Carrusel, o la de José Luis Bocalandro, vinculado al Teatro del Mentidero, no hace más que llover sobre mojado respecto a otras muertes anteriores y más o menos reciente en la escena gaditana, desde José María Sánchez Casas a Juan Bellido, pasando por Ángel de Dueñas, Manuel Pérez Casaux, Alfredo Los o José Luis Muñoz.

Por fortuna, queda la leyenda de muchos de ellos, o de ellas, como May Vázquez. Y restan otros grandes del teatro gaditano afortunadamente vivos, desde Ramón Rivero a Miguel Ángel Butler, La Zaranda, Pedro Delgado, Andrés Alcántara, Montse Torrent, Juan García Larrondo, Manolo Morón o María Eugenia Ferrera de Castro, entre un largo etcétera contemporáneo que incluiría también a la escritora Ana Rossetti, enmascarada entonces entre las bambalinas.

Unos y otros forman parte de nuestra memoria. Histórica y democrática. A su manera, en el efímero momento de gloria de la escena, también contribuyeron a construir las libertades o a defenderlas. Recientemente, en la Diputación de Cádiz, ha podido contemplarse la excelente exposición “Días de viejo color”, comisariada por Fran G. Matute para el Centro de Estudios Andaluces. A partir de un título mítico de Pedro Olea, Matute recopila elementos iconográficos de lo que fue la búsqueda de la modernidad española a partir de 1954 y hasta mediados de los años 80. En ese combate estético, en el que militaron teatreros, músicos, escritores, artistas plásticos o cineastas, se forjaron buena parte de las utopías a las que aún hoy aspiramos.

En la provincia de Cádiz, entre los acuerdos con los Estados Unidos que propiciaron la construcción de la base de Rota –indispensable documental Rota´n Roll—o la incorporación a Naciones Unidas que aventó la reivindicación de Gibraltar –nunca llovía al sur de California, viejo Albert Hammond de Gibraltar, y nos costó montar en bicicleta, Rocking Boys de La Línea-, estalló la cultura pop que, entre nosotros, nunca logró dinamitar las raíces por más que Camarón o Paco de Lucía convivieran con las jambás de Manolo Perfumo padre e hijo, el rock de Cai que se volvió jazz, el viento de Simun reconvertido en chiste guitarrero de Antonio Reguera o el canto mestizo de Javier Ruibal, que en su canción “Cine Macario” evoca las sesiones dobles que precedieron a las de cine-club y por cuya pantalla grande “pasaron aviones y barcos y vikingos/Tarzán de los monos, guerras mundiales/se abrían las puertas a un triste domingo/que aguaba la fiesta de los escolares./Murió la censura y en un santiamén/ perdieron pa’ siempre mi alma los curas./Contigo en secreto mi cuerpo le daba/un corte de manga a la dictadura”.

Mientras John Lennon y Yoko Ono, Ana Belén y Victor Manuel, contraían nupcias en un Peñón cerrado, nuestros primeros djs nacieron en guateques casposos donde hizo raya la entrañable figura del pagafantas. Rutilantes discotecas con olor a zotal, garajes donde se oían guitarras eléctricas con Felipe Benítez Reyes punteando blues. Más allá de los coros parroquiales y del Cortijo Los Rosales, Rafael de Cózar traía en su Harley Davidson aerolitos de Carlos Edmundo de Ory mientras la tertulia de Marejada elevaba a los altares a la beat generation más allá de las sombras antípodas y gaditanas de José María Pemán y de Rafael Alberti. Desde el territorio del exilio, gaditanos como Jesús Ynfante, también recientemente fallecido, desenmascaraban al Opus Dei como la Santa Mafia, o Andrés Vázquez de Sola caricaturizaba la corrida franquista desde su escaparate semanal en las páginas de Le Canard Enchainé. Cuando la poeta Julia Uceda escapaba desde las aulas del Instituto Columela hacia el exilio, el carnaval era un ejercicio de supervivencia entre las máscaras prohibidas bajo el antifaz de las Fiestas Típicas Gaditanas.

Ese Cádiz de las Costus a veces olvida, sin embargo, nombres como el de Fernando Meléndez, un artista al que su prematura muerte embadurnó los pinceles, que alcanzaron una luz prodigiosa en las manos de Guillermo Pérez Villalta o Chema Cobo, antes, durante y después de la movida.

Mientras Juan Luis Galiardo ejercía de galán de la tercera vía o le disputaba su primer voto al señor Cayo, un nuevo cine se transfiguraba en Alcances o veía la luz en la moviola de Julio Diamante, de Gabriel Delgado o de Carlos Fernández.

Tantas esperanzas y muchas otras, las de revistas como Jaramago y Cucarrete, Libre Expresión, Quillo o Mc Clure, deberían tener un cierto espacio en el recuerdo colectivo de esta provincia, que suele ser olvidadizo para con sus cumbres y desprecia sus aledaños. El polvo de los años impide ver lo que supuso el Centro de Cultura Popular Andaluza, el Aula Abierta del Colegio de Arquitectos, el colegio mayor Chaminade y sus conciertos rodeados por la policía. Qué decir de las almas transeúntes de Chicho Sánchez Ferlosio, Serafín Martínez o Javier Krahe, de la de Joaquín Sabina mucho antes de avecindarse en Rota, de la de Luis Eduardo Aute descubriendo el litoral de Zahara donde anidaría pronto un mar de celebridades alternativo a la Costa del Sol y entre cuyos militantes figuraron desde Aitana Sánchez Gijón a María Barranco.

La transición se libró en las calles del tardofranquismo, en los tajos obreros y en las asambleas de estudiantes, frecuentemente represaliados o maltratados por quienes teóricamente debían protegerles. Pero también le echó un pulso a la censura que ejercía el Gobierno Civil o el ministerio de Información y Turismo: en el archivo provincial de la calle Cristobal Colón, en Cádiz, se apurgaran los expedientes que declaraban aceptados o denegados los textos que se presentaban ante su lupa. Constituyen, a poco que se abran sus páginas pulcramente conservadas, un material de primera para investigar esa luchar sorda y ya a veces muda, esos otros días de viejo color que convendría restaurar para que sepamos de donde venimos y para saber defender mejor lo que se nos venga encima.

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Mariza
Imagen Pedripol

No sé de quién es la frase “De cerca, nadie es normal”, pero me encanta. Y creo que me estoy quedando corto, porque en realidad no me canso de repetirla: “De cerca, nadie es normal. De cerca, nadie es normal”. ¿No es fabuloso que cinco palabras se basten para poner en solfa una idea tan puñetera? Porque ha llegado la hora. Hay que empezar a asumir que, química aparte, la normalidad no existe. Admitamos de una vez que estamos ante otro falso dios, ante una entelequia. O como reza la frase de más arriba: ese espejismo que se desvanece a medida que avanzamos. Así que os invito a salir juntos de este armario.

No debemos olvidar que, a pesar de un nombre tan categórico y del poder que le concedemos, la normalidad es solo una convención. En nuestro día a día, nos suele bastar con entendernos someramente, siempre dentro de una comunicación rápida y directa. Es decir, hacemos con la realidad lo que con el Pedro Ximénez, una reducción. Confiamos que el resultado nos ayudará a tragar cualquier plato. No contentos con ello, también generalizamos más de lo que admitimos y, ya sea de un modo consciente o no, manejamos un alto número de tópicos y clichés. Es como si nos sintiésemos más cómodos gestionando una realidad etiquetada, encajonada, subdividida… Solo en este contexto de pereza intelectual, que Machado se pasó la vida echándonos en cara, puede entenderse la supervivencia de una idea tan comodona como es la normalidad.

Y es que filtrar el mundo a través de la normalidad puede que tenga sus ventajas, pero también serios inconvenientes. Millones de matices esenciales quedan fuera del tamiz, aunque con todo, este no es el problema más serio. El uso continuado de sus parámetros acabará por hacernos creer que la normalidad es toda la realidad posible. Al final, aparentar normalidad se nos revelará como el único modo de protegernos de nuestras propias rarezas. Y ninguno de nosotros está capacitado para luchar toda una vida a contracorriente. Por rebeldes que seamos, acabaremos acatando las normas del club de las personas normales y socialmente aceptadas.

Pero ya dijimos que la normalidad es una mera convención y, por tanto, un fenómeno subjetivo y cambiante. A lo largo de la historia se llegó a encontrar normal los atropellos más inverosímiles. En la Grecia Clásica, por ejemplo, la pederastia formaba parte de una tradición aristocrática y educativa. Las familias más pudientes se disputaban el ingreso de sus hijos en las mejores academias, donde eran iniciados por sus viejos profesores en todos los aspectos de la vida, incluido el sexo. De modo que si un crío era admitido en la escuela de Mileto, la misma rima ya te estaba diciendo a qué acabarían jugando él. Y eso que hablamos de la Grecia clásica, cuna de la democracia y la civilización occidental. La normalidad previa a Atenas no es apta para todos los estómagos.

Aunque, quién dijo miedo, echémosle un vistazo a la vieja Historia del Hombre. Esa que se escribe con pan de oro sobre libros forrados en piel. Pronto vemos que es una calamidad. Y la razón se encuentra en su título mismo, en la normalidad con que siempre se ninguneó a la mujer, sobre todo en la toma de decisiones importantes. Creo que no somos lo bastante conscientes, no ya de la sistemática injusticia cometida con un grupo que supone la mitad de la población mundial, sino de la verdadera catástrofe histórica que fue la normalización del patriarcado y su directa consecuencial, el machismo. El belicismo masculino plagó la Historia de guerras, a cual más sanguinaria, de asedios, saqueos, asesinatos, torturas, violaciones… Y todo generando un dolor capaz de propulsar una misión tripulada a Saturno. Al final, solo una idea de progreso y practicidad puso fin a semejante carnicería: el invento de la esclavitud. Fue un negocio de lo más redondo y normal durante milenios.

Pero terminemos este breve repaso a la Historia hablando de la más grande. De la guerra más grande quiero decir, no de Rocío Jurado. Durante el nazismo, millones de alemanes encontraron lógico y normal cogerse de la mano y seguir los pasos de un loco. Aunque el triunfo y fracaso de esa voluntad llevara parejo el mayor genocidio de la Historia. Bueno, también es cierto que a esas alturas del partido, en Alemania se veía normal no conceder trato de persona a judíos, gitanos, homosexuales… Cosa que redujo el Holocausto a “ese hedor a carne quemada, tan repugnante y necesario, con el que ya me acostumbré a vivir”. Palabras textuales de Herr Erik Müller, vecino de Auschwitz que siempre se tuvo a sí mismo por un hombre de lo más normal. Al final, solo la bomba atómica pudo acabar con una guerra que había alcanzado escala planetaria. Y no fue suficiente con una. A Japón se le aplicó la severa ley del Petit Suisse, ahora Danonino. También le dieron dos.

Quiero terminar este descorazonador repaso a la Historia de la normalidad rompiendo una lanza en positivo por dos grupos humanos cuya contribución se consideró anormal muchas veces. Bravo por lo maravillosa y esencial que fue la presencia de grandes artistas y artesanos a los largo de los siglos. No solo son responsables de toda esa belleza que ennoblece nuestro pasado, y nos hace que queramos visitarlo, sino de una profunda sensibilidad que llega hasta nuestros días. Hay que mencionar también a todos esos científicos que, armados con la luz de su inteligencia, fueron capaces de arriesgar sus vidas para enfrentarse a los poderes más oscurantistas. Ambos colectivos se vieron obligados a dejar atrás la normalidad para inducir nuestro progreso.

Hace solo unos días que la OMS dejó de considerar la transexualidad como una enfermedad mental. Y todos deberíamos celebrarlo. No ya por la obligada solidaridad con el colectivo LGTBI+, que también. Aunque a más de uno se la traiga al pairo. No seamos estrechos de miras. Esta medida supone una nueva conquista en la ampliación del patrón de la normalidad y es, por tanto, un avance en la libertad individual de todos y cada uno de nosotros. Consecuencia directa de ello es que la Miss España de este año sea una joven transexual sevillana. “De cerca, nadie es normal”. Evitemos que en pleno 2018, la normalidad y su moral de vieja de pueblo sigan juzgando nuestras vidas. Es tarea de todos hacer que cualquier tiempo pasado parezca peor.

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Ana moran
Imagen: Pedripol

Juana Rivas está en cada una de las casas y de los corazones de las madres maltratadas, en cada rincón del mundo donde una mujer defienda con uñas y dientes a sus hijos e hijas, en cada sentencia demoledora que no vele por los menores cuyos padres ejercen la violencia machista, en cada hogar donde los niños y niñas sufran. Juana está en cualquier sitio a cualquier hora.

Condenar a una mujer a cinco años de prisión por sustracción de menores y a seis años de privación de la patria potestad es inhumano y demencial, porque no sólo sentencian a la madre, desprotegen a unos niños que crecerán sin ella, sin su amor ni participación en su desarrollo. Es desolador que media España entre en guerra y no tenga presente a esos niños. Todas y todos podríamos haber sido ellos. ¿Dónde está la empatía, en qué momento perdió la gente la sensibilidad para atacar a una mujer y desposeer a sus hijos de una infancia armoniosa? Los menores no deben soportar el duelo que la sociedad mantiene. Su integridad física y psíquica no puede estar en peligro, porque ¿qué les decimos a las madres luchadoras que asistieron a la crueldad del asesinato de sus hijos e hijas? pues que ojalá se los hubieran llevado lejos.

Vamos por partes, Francesco Arcuri no acude ni una sola vez a ver a sus hijos durante su estancia en Granada, y sabía dónde vivían, a qué colegio iban, con qué personas estaban; aún así, era un “buen padre”. Un señor condenado por malos tratos alude que confesó que era cierto porque creía que así no tendría problemas para ver a sus hijos, porque era un “buen padre”.

El delito de Juana Rivas -para los hombres y mujeres que apoyan nuestro maravilloso sistema judicial patriarcal- se fundamenta en prejuicios machistas como haber vuelto con Arcuri a pesar del maltrato (desconocen las fases de la violencia https://www.estudiocriminal.eu/blog/ciclo-de-la-violencia-de-lenore-walker/), haberse marchado unos meses de viaje dejando a sus hijos con su padre o haber privado al mismo de ver a sus hijos secuestrados por ella. Basan sus comentarios en una justicia que ningunea a cualquier señor que entra en prisión por el hecho de ser hombre en virtud de la Ley Orgánica  1/2004  de 28 de diciembre, de medidas de protección integral contra la violencia de género, y en algo que ellos y ellas denominan inversión de la carga de la prueba y que Susana Gisbert, fiscal especializada en violencia de género, portavoz de la Fiscalía Provincial de Valencia y escritora, argumenta perfectamente en este estupendo artículo https://confilegal.com/20170905-la-carga-la-prueba-la-violencia-genero/

La ley está para proteger, no para acusar sistemáticamente y encarcelar por una denuncia; y antes de que mencionen las denuncias falsas les invito a leer el informe anual del CGPJ:

http://www.poderjudicial.es/cgpj/es/Temas/Violencia-domestica-y-de-genero/Actividad-del-Observatorio/Datos-estadisticos/

Esas mismas personas revientan defensas de feministas y aliados mediante comentarios mediáticos de hombres y mujeres alineadas con el machismo más rancio y patriarcal; por ejemplo, la abogada Bárbara Royo (defensora de Bretón), su marido Nacho Abad, periodista  y criminólogo del programa “Espejo Público” o la polémica periodista Cristina Seguí. Podría enumerar hasta la eternidad, para nuestra desgracia.

La justicia que tanto alaban, con desconocimiento y con escasa formación al respecto, ha emitido sentencias donde mujeres y niños se han quedado completamente desprotegidos, no sólo hablo de LA MANADA. Aquí tienen algunos casos: Susana Guerrero, Karen Gutiérrez y Ángela González

https://www.youtube.com/watch?v=bL_Qvj4Sn1Y

http://www.elmundo.es/pais-vasco/2018/07/23/5b558bffe2704eaa088b458c.html

https://www.publico.es/sociedad/angela-gonzalez-tribunal-supremo-claves-sentencia-historica-saca-colores-espana.html

Nos encontramos, por lo tanto, con la nula formación de jueces, juezas y demás integrantes de la Justicia en temas de género. Aquí lo explica Susana Gisbert  https://confilegal.com/20180706-las-cosas-claras-especialidad-especializacion-y-especialistas/

En este hilo de Twitter, Dani Revuelta -abogado y politólogo- relata perfectamente la trayectoria del señor juez Manuel Piñar y su controversia con la Ley de Violencia de Género, el alcohol y un juicio con tremendos comentarios sobre la cicatriz de una mujer

https://twitter.com/DaniRevuelta/status/1022823945437896705

Así, no es de extrañar que en los trece folios de la sentencia de Juana Rivas se establezca que se inventó el maltrato de la denuncia en 2016, que no se entienda cómo volvió con Arcuri y se haga referencia a la repercusión mediática de su caso y a las personas que la defendimos:

https://elpais.com/politica/2018/07/27/actualidad/1532681780_809702.html

Cuestión aparte es la acusación mediática a las personas que asesoraron a Juana. Sorprende los conocimientos legales de cualquier persona frente a un teclado, aunque nadie refiera que las instituciones públicas deben velar por la protección de esos niños, como se afirma en el convenio de Estambúl de 2011, ratificado por España en 2014.  Dice su artículo 31:

Custodia, derecho de visita y seguridad

  1. Las Partes tomarán las medidas legislativas u otras necesarias para que, en el momento de estipular los derechos de custodia y visita relativos a los hijos, se tengan en cuenta los incidentes de violencia incluidos en el ámbito de aplicación del presente Convenio.
  2. Las Partes tomarán las medidas legislativas u otras necesarias para que el ejercicio de ningún derecho de visita o custodia ponga en peligro los derechos y la seguridad de la víctima y de los niños.

Aquí, al completo:  https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2014-5947

Para muchas personas las mujeres maltratadas sólo denuncian por las paguitas y las organizaciones feministas existen para cobrar subvenciones. Pero ¿saben a qué ayudas tiene acceso una víctima de Violencia de Género?

http://www.juntadeandalucia.es/iamindex.php/2013-08-08-10-31-21/guia-juridica-sobre-violencia-de-genero-y-derechos-de-las-mujeres/que-ayudas-economicas-existen-para-mujeres-victimas-de-malos-tratos

Díganme ahora qué mujer puede sobrevivir con sus hijos e hijas con esas cuantías. Por favor, infórmense antes de opinar.

Aquí tienen el comunicado de apoyo de la Asociación de Mujeres Juezas sobre la sentencia http://www.mujeresjuezas.es/2018/07/27/sobre-la-condena-penal-a-juana-rivas-esta-es-nuestra-opinion/

Y sí, pedimos un indulto que no se podrá obtener hasta la finalización del proceso, pero no sólo por la pena de prisión, que el juez podría haber disminuido para que no entrara en la cárcel, también para la anulación de la privación de la patria potestad, por Juana y por sus hijos que no pueden crecer sin su madre.

Así que queridos trolls, machirulos, onvres, señoros, pueden ustedes llamarme feminazi, hembrista, loca, radical, pueden amenazarme, a mí y a todas las feministas y aliados, pero no vamos a parar. Estas condenas y absoluciones nos están diciendo “callaos que os queremos sumisas, con las piernas cerradas, en casita cuidando, guapas y delgadas, señoras de su señor y mansas”. Y si ladráis, nosotras cabalgamos. Porque vuestra ceguera patriarcal la vamos a curar y un día abriréis los ojos y cederéis ante vuestros privilegios

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Dverdugo
Fotografía: Jesús Massó

¡Apagad ya los móviles y disfrutad de la noche, coño! Eso decía el pasado sábado Adriá Salas, solista de La Pegatina, último grupo en actuar en el Nosinmúsica. Vale, no era un reproche sino una broma (sonaba una canción melódica, se apagaron las luces y el propio Salas había invitado al público a iluminar la noche con sus celulares), pero la socarronería te plantaba la semilla de la duda. Seguro que más de uno y más de dos nos preguntamos: ¿habré usado demasiado este cacharro?

Hace veinte o treinta años nos habríamos llevado las manos a la cabeza si nos dijeran que íbamos a llevar en el bolsillo un intrincado dispositivo de socialización y de creación de contenido público, un almacén de recuerdos portátil, una navaja suiza para defendernos por todos los medios posibles del aburrimiento y de la soledad. Habríamos pensado que era un aparato de Doraemon o un invento del Profesor Franz de Copenhague del TBO. Y si lo pensamos: eso es una gran maravilla. Es una maravilla que podamos contactar rápidamente con ese amigo que hemos visto de refilón pero que hemos perdido en la marabunta. Illo, espérame donde la señal de salida de emergencia a la izquierda del escenario, que voy p’allá. Es genial que tengamos créditos infinitos para invertir en el banco de la memoria y guardar instantáneas que a la vez podemos compartir con cualquier persona del mundo. Aquí estamos dándolo todo con la Mala Rodrigueeeee!!! Es fascinante que yo tomara en mi móvil unas notas que se transformarían en las palabras que aquí os hago llegar. Porque estamos menos solos con los móviles.

¿O no? Me ocurrió que mientras escuchaba a Bunbury recibí una llamada de alguien que, entre lágrimas, me confesó su total soledad e indefensión para afrontar sus problemas de trabajo y pareja. Sin embargo su personalidad y su comportamiento en redes sociales me hacían pensar en todo lo contrario. Paradójicamente, sin el móvil yo no hubiera podido ser de ayuda en aquel momento. ¿La tecnología trae nuevos tipos de soledades o remodela las de siempre?

Por otro lado en cualquier evento multitudinario, pese a los selfies junto a miles de personas y la atmósfera de comunión y buenrollismo, todos levantamos una muralla invisible. Un “campamento virtual” hecho a base de decoro social y miedo al otro, y apuntalado por nuestros smartphones, donde nos metemos con nuestra pareja o nuestro grupo de amigos. De vez en cuando salimos fuera y nos sumamos a un corro o una conga, pero siempre sin olvidar nuestro trozo de terreno. Mientras yo hacía fotos al público, me llamó la atención un chico que estaba totalmente solo pero que, lejos de esconderse o disimular con el móvil, no dejaba de saltar y bailar y se mezclaba en todos los grupos. Sin molestar a nadie pero disfrutando del baño de multitudes. Me pregunté si no tenía amigos ni pareja, si escapaba de algo (Nadie puede encontrarte cuando huyes de ti, cantaba Dorian el día antes). Tal vez no encontró en su lista de amigos de facebook nadie con quién ir, o puede que se dedique a ir de festival en festival (como “el hijo de Maricarmen” el último en salir de toas las raves, parafraseando a La Pegatina). Pero todo eso eran añadidos basados en mis propios prejuicios que no llevaban a ninguna parte. Porque aquel chaval estaba solo pero vivía el momento presente. Y aquello también me pareció maravilloso. Había elegido abrazar la soledad, olvidarse de los miedos (y de los móviles) y zambullirse en la catarsis colectiva. Era el chico de la multitud.

Poco antes, el genial Ty Taylor, líder de Vintage Trouble, nos había invitado a todas las personas del público a chocar nuestros cinco con los desconocidos de alrededor. Y cuando se dejó caer de espaldas desde el escenario, fueron esos mismos dedos los que le llevaron en volandas mientras seguía cantando zarandeado por aquella criatura de cientos de manos. El responsable de seguridad no daba crédito. La emoción que todos sentimos, el milagroso momento en que las murallas sociales se resquebrajaron, no podrían ser aprisionados en ninguna story de instagram.

Cuando el festival terminó vi como la multitud se fue desgranando poco a poco por las calles de Cádiz hasta que me quedé solo en la madrugada. Mirando el móvil.

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Boza
Imagen: Pedripol

Aquí tiene mi euro, alcalde. Estoy seguro que 1.200 gaditanos estamos dispuestos a aportar cada uno de nosotros un euro, modo Lola flores, para pagarle a la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz su propuesta de sanción por utilizar sin autorización las instalaciones del Centro Náutico Elcano para acoger inmigrantes.

Con autorización se puede construir un gimnasio en terrenos portuarios, organizar macrobotellones disfrazados de Festivales de Música o conciertos que cuestan 100 euros la entrada. Con autorización (y dinero) la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz se baja los pantalones, perdón, cede las instalaciones.

Pero para acoger a los parias de la tierra, a esos que acaban de jugarse la vida, acaban de vivir una tragedia humana, cruzar el Estrecho en una barcaza de estabilidad mínima con el miedo de no saber nadar en los ojos, a quienes han visto morir a sus compañeros de viaje, para darles cobijo digno; para eso se requiere autorización o 1200 euros.

Aunque sea en el Centro Náutico Elcano, unas instalaciones deportivas vacías. O precisamente por eso. A quién se le ha ocurrido meter a negros en habitaciones con ducha, en camas con intimidad. Los negros van a polideportivos, en colchones en el suelo y con duchas comunes. Ya quisieron meter allí a los sin techo, y la Autoridad Portuaria advirtió, mejor vacío que con mendigos. Ante la osadía de meter a negros, han actuado. 1.200 euros. Pues paguemos.

Por más que reculen. Por más que ahora se hayan dado cuenta de que era una situación urgente. Que el sistema de atención y acogida que diseñaron PSOE y PP está absolutamente desbordado, que son los Ayuntamientos y las organizaciones las que tienen que poner la mano de obra, los espacios y el tiempo para la acogida de estas personas.

Serán 1200 gestos de dignidad para los gaditanos. 1200 golpes de vergüenza para los que han iniciado un proceso administrativo pacato y leguleyo, para los que lo han justificado en periódicos y redes sociales, para los que se les llena la boca hablando de progresismo y derechos humanos y después se preocupan más de una autorización administrativa que de la dignidad.

1200 euros. Aquí tiene el mío, alcalde. Y que los lleven a la sede de la Autoridad Portuaria las personas que fueron acogidas en el Centro Elcano. Paguemos. Es una sanción que avergüenza más al sancionador que al sancionado. Paguemos y que con ese dinero inviten a Salvini para explicar su política portuaria con los inmigrantes.

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Bea aragon
Fotografía: Jesús Massó

Ignoro qué extraña selección de fechas ha determinado El Tercer Puente, por obra del gran Paco Cano, para plantear como la adecuada para recoger materiales la festividad de Santa Ana.

Digo yo que a lo mejor es porque en esos días suelen producirse las mareas más vivas del año, las mareas de Santiago. Como las mareas tienen mucho que ver con la luna y algo lunáticos sí que somos en estas páginas, pues ya está todo claro.

Por cierto, en Chiclana la santa en cuestión está por todas partes: Mercado de santa Ana, Parque de santa Ana y, desde luego, la Ermita de Santa Ana, ésa curiosa edificación visible desde casi todas partes, con su aire de morabito o de gran merengue en lo alto de un cerro, y que me perdonen los eruditos locales, pero la percepción de cada uno es libre (o no). Hay que añadir que en este pueblo hay mujeres que se llaman Ana por todas partes. En mis inmediatas proximidades no contabilizo menos de una docena.

Lo que no acabo de averiguar es qué diantres tiene que ver la abuela de Jesucristo con esta localidad gaditana. Como uno es científico y riguroso, me puse a documentarme sobre el particular y descubrí que el sepulcro de la santa fue hallado por el propio Carlomagno en la Pascua de 792 y que había ido a parar a Francia de mano de unos cristianos muy devotos y, por eso mismo, muy perseguidos. Lo de Chiclana sigue siendo un misterio, lo mismo que lo de Florencia, Lo de Tudela, lo de Benavente, lo de no sé cuántos pueblos de la América Latina…

Y eso que dicen que la personalidad de Ana o “Hanna” (traducible por “Gracia”) prácticamente sólo está atestiguada en los Evangelios Apócrifos, esos que las Iglesias Cristinas han decidido no tomar en consideración, porque al parecer no se fían. En particular es mencionada en el Protoevangelio de Santiago. Ya digo que uno es riguroso para estas cosas y hasta ha recurrido a fuentes de erudición de lo más cualificado, como es la Wikipedia. Pues no faltaba más.

En Chiclana se celebra la festividad  con grandes alardes de piedad y de juerga, con la correspondiente novena, la procesión y una verbena con fuegos artificiales y toda la pesca. Nuestras piadosas autoridades dotan de ornato y solemnidad al evento, cosa no extraña en un Consistorio que distingue con el título de Alcaldesa Perpetua a Nuestra Señora de Los Remedios. Todo un alarde de aconfesionalidad y laicismo.

La fecha es celebrada en coplas flamencas tal que:

“Que eran los días señalaítos de Santiago y Santa Ana,

que yo le había rogaíto a mi Dios

que me aliviara las duquelitas grandes

aquellas duquelas

que a mi corazón.”

O en otra versión:

“como eran dos dias muy señalaitos

de Santiago y Santa Ana

yo le rogue a mi Dios

que le aliviara las duquelas

a la mare mia de mi corazón.”

Se ve que uno de los desconocidos cantaores está más preocupado por sus propias duquelas o penas, en tanto que el otro parece conmoverse con las de su pobre madre.

La fina sensibilidad andaluza contrasta con la barbarie de una copla norteña escuchada en mi remota infancia. Nada menos que esto:

“¡Oh gloriosa Santa Ana,

que juiste agüela de Cristo!:

Juiste virgen juiste mártir

Y además juistes obispo”

¡Toma castaña!