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Rodríguez
Fotografía: Jesús Machuca

Solo hay una guerra: vida contra muerte
del personaje de Melisandre, de la serie «Juego de Tronos

Se agota esta legislatura en el parlamento andaluz y, nuevamente, los animales no humanos, su bienestar y protección, han quedado al margen las inquietudes políticas de los grupos. Hace seis meses convocamos a los colectivos animalistas para redactar un nuevo proyecto de ley que superara la actual obsoleta e insuficiente legislación andaluza en esta materia. El resultado es el de un texto, aún abierto, realizado íntegramente por quienes se dejan la piel, el tiempo, su familia, en los problemas más sangrantes de maltrato animal que hoy manchan Andalucía, dejando una huella de vergüenza. No es un texto de Podemos, es de los colectivos. Y así merece decirlo. Es un texto abierto, no ha pasado todavía la votación necesaria para que entre en fase de trámite y por tanto, si esto fuera así, estamos abiertos a las propuestas de mejoras que lleguen, con el mismo método participativo con el que venimos trabajando y con el que hemos sumado a medio centenar de colectivos animalistas y ecologistas andaluces.

Curiosamente la iniciativa que hemos lanzado se produce en un contexto que no está siendo el más intenso en cuanto a las experiencias de resistencias, construcción de comunidad y solidaridad. Pero la empatía hacia los animales no ha dejado de crecer. Quizás porque se da una paradoja, una doble realidad, en relación a estos. Vivimos una alienación creciente en un mundo cada vez más urbano que nos separa cada vez más de la naturaleza y la vida animal, donde los animales de consumo nos llegan en plásticos, envases y despedazados, haciéndonos muy ajenos su forma, sus sentimientos y vida. Pero por otra lado, se ha incrementado de forma notable la presencia de animales de compañía (a veces para suplir otras carencias afectivas en una sociedad capitalista que crea cada vez más soledad). Esta presencia en nuestras familias ha conseguido confirmar de manera directa un hecho con una base científica indiscutible: los animales son seres “sintientes”, son individuos que se relacionan con los demás, con sufrimiento y disfrute, con miedo, alegría y tristeza. A pesar de sus capacidades relacionales y cognitivas demostradas, no son éstas las que hacen que los animales deban ser protegidos jurídicamente, sino precisamente su capacidad de sentir. De hecho, a quienes protegemos jurídicamente con especial cuidado en nuestras sociedades, la infancia, no son quienes tienen aún todas sus capacidades cognitivas y relacionales desarrolladas.

En una sociedad de cuidados, ecosocialista; es decir, entre iguales (igualdad de clase, género, raza…) y poniendo en el centro a la naturaleza, el cuidado de aquellos con quien compartimos planeta proyecta una sociedad mucho más igualitaria y donde merezca la pena vivir. A pesar de la indiferencia e incomprensión tradicional por parte del movimiento obrero y el resto de movimientos emancipatorios hacia la deuda histórica que tenemos con el mundo animal, después de confinarlos en masa, utilizarlo en el trabajo, arrebatarles sus hábitats, etc…y de ver los puentes entre la liberación social y animal, el famoso animalista Peter Singer insistía en la idea de que “la liberación animal , es también la liberación social”. Y es que la visión que tenemos algunos de la clase trabajadora no tiene que ver con sólo superar las desigualdades de clase sino con su capacidad, su potencia política, de enfrentarse al poder y proyectando una sociedad mejor para todos. Una clase trabajadora moderna debería poner la cuestión animal también en el centro de las preocupaciones.

Y al revés, algo que algún sector animalista no acaba de comprender, fundamentalmente PACMA, es que la liberación social tiene puentes interesantes con la defensa de los animales.

La negación de los modelos de organización de la producción y consumo emulan los modelos organizativos del trabajo humano. Incluso un cuestionamiento de los modelos culturales de consumo (matamos al año para consumo 70.000 millones de animales)  son imprescindibles para salvar el planeta; ya, que de hecho, la huella ecológica de los animales de consumos es ya superior a la de los  7 mil millones de habitantes (el 80% de la soja producida a nivel mundial está destinada a la producción de harina y de ésta el 90% va destinada al consumo de ganado, por ejemplo); pero sobre todo un mundo donde los animales dejen de ser cosas, objeto de consumo y negocio ayudará también a desmercantilizar esferas necesarias para una vida en común y en igualdad. Sobretodo, ante un capitalismo que cada vez más lo convierte todo en negocio, en mercancía.

Reconociendo que el actual parlamento andaluz no tiene una aritmética parlamentaria muy proclive a avanzar en un nuevo paradigma de relación con los animales no humanos, no nos hemos querido meter a fondo en el tema de la tauromaquia porque iba a suponer ser rechazada de partida; pero aún así hemos querido decir que una ley de protección animal abarca a todos los animales sin excepción y hemos querido prohibir las becerradas y la participación de menores (el relevo generacional) en espectáculos de maltrato. La ley supone un avance en la gestión de espacios para los animales, el fomento de la adopción y la lucha contra el abandono, la prohibición de venta de animales exóticos, de peleas de gallo, del tiro a pichón, de los circos con animales ( y esa triste vida de cautiverio), de ponis en atracciones, de homologación de derechos de perros de caza y de mismas obligaciones de sus propietarios, el control mediante el llamado método CES de las colonias felinas, etc…

Para nosotros existe un gran avance también en determinar las responsabilidades de cada administración y el hecho de confinar una cantidad presupuestaria, que creará y estimulará nuevos empleos relacionados con el bienestar y los cuidados, para sacar adelante este objetivo de una Andalucía sin maltrato animal.

La actual composición del parlamento no asegura un buen resultado, pero el medio centenar de colectivos que han elaborado el texto, muchos de ellos de la provincia, están haciendo un gran trabajo de difusión y de reuniones con el resto de grupos parlamentarios. Hasta ahora hemos visto a la propuesta presentado por Podemos el respaldo sin fisuras de Izquierda Unida y algunas complicidades personales de otros. Hasta ahora teníamos dos objetivos: un nuevo marco legislativo para que los colectivos tengan herramientas para luchas por el bienestar animal y para crear, de camino, conciencia y sensibilidad animalista. Al menos en esto segundo estamos avanzando a buen ritmo y una vez puestos en marcha ya no hay quien lo pare.

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