Prácticamente desde que se conocieron los resultados electorales en la noche del 20 de diciembre se generó, en algunos medios y en bastantes políticos, un miedo atroz a la posibilidad de no alcanzar una mayoría y que la ciudadanía española tuviera que acudir de nuevo a las urnas.
Supongo que el miedo lleva a tomar decisiones extrañas y por eso Mariano Rajoy no quiso someterse a la sesión de investidura y Pedro Sánchez sí aceptó ese reto para, al poco tiempo, firmar un acuerdo con Ciudadanos que le garantizaba la imposibilidad de ser elegido y enviaba la cuestión a esta segunda vuelta que se plantea para el 26 de junio.
A mes y medio de esa fecha la sensación es que el miedo no ha dejado de sobrevolar las urnas. Miedo a volver a quedar debilitados por el sistema electoral que ha llevado a Podemos a aceptar la lista conjunta con Izquierda Unida, a quienes mueve el miedo de permanecer sin grupo parlamentario y sumirse en la irrelevancia más absoluta en el panorama nacional, aunque este último miedo no sé si lo lograrán salvar con el acuerdo.
En el PSOE el miedo es a Susana Díaz y se les nota a los que hacen ver que mandan cuando hablan. Nada que pueda molestar a la lideresa no vaya a desembarcar con su ejército de palmeros en Ferraz.
El miedo sirve también como arma electoral que azuzan los rivales. Fallan por ejemplo, con Ciudadanos, al menos los que pretenden asustar a sus votantes advirtiendo de que, de ser posible, se aliarán con el Partido Popular. Parece que lo que a sus electores da miedo es que los diputados del partido naranja puedan servir para que gobierne el PSOE.
También se puede acudir a los clásicos. Los más modernos utilizan el miedo a que se rompa España, como si estuviéramos en el libro de Saramago. El Partido Popular prefiere el miedo a los comunistas, a los rojos contra la coalición entre Podemos e Izquierda Unida que me recuerda tanto a lo que me decía mi abuelo cuando niño. Aunque quizá consista en eso, en hacer que los abuelos vayan a votar el 26 de junio contra los nietos.
A decir verdad, yo también votaré con miedo. Con miedo a los desahucios, al desempleo, a la subida de tasas universitarias, al cierre de plantas de los hospitales; con terror a la educación concertada, a los informativos de Televisión Española, a las amnistías fiscales; con pavor a las devoluciones en caliente, a los sobres en negro, a las mordidas. Me pasa como en Cádiz que por muchas costuras que vea en San Juan de Dios, me puede más el miedo a que vuelvan los veinte años de hormigón.
Fotografía: Jesús Massó