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Pettenghi

Fotografía: Jesús Massó

Nuestro mundo, el sueño colectivo de la Ilustración se muere. Sus constantes vitales de humanismo y de democracia están gravemente afectadas por los virus del conformismo y la pasividad. Y su pulso débil muestra su falta de rebeldía. “Nada hay más desalentador que un esclavo satisfecho” nos dijo hace cien años Ricardo Flores Magón. Pero nada, que no hacemos caso. Seguimos en las mismas.

Mira Francia, donde los pobres votan a la derecha y los obreros votan al patrón. Miedo dan esos once millones de votos a Le Pen. Aunque la otra opción, Macron y los suyos, no es menos inquietante. Incluso aparecen como “los buenos”. Fíjate…

Sed buenos y seréis todos americanos. Nadie desobedece, apenas una pintada subversiva: “Ni patrie ni patron; ni Le Pen ni Macron”. Así, las dictaduras son ya innecesarias. Se bastan los grandes grupos empresariales defendiendo “lo suyo” en sus medios de comunicación -también son suyos- para que el sumiso personal lo dé todo por bueno.

Aquí ya es habitual hacer coincidir cada nuevo caso de corrupción con la agria actualidad política de Venezuela. Algo tan descarado y tan insistente como sospechoso.

Pero se habla de Venezuela. Y no de Portugal. El silencio, ya tradicional sobre el país vecino, se hace ahora más espeso. Debe ser porque su gobierno de coalición de izquierdas ha estabilizado la economía (pese al infame rescate multimillonario), ha subido el salario mínimo, ha aprobado medidas contra la pobreza energética, ha puesto fin a los recortes salariales del funcionariado, y apuesta por la enseñanza pública (no de boquilla) favoreciéndola y subiendo su dotación presupuestaria…

En Portugal crece el PIB y el desempleo se sitúa por debajo del 10%. La “bicicleta atropellada por un tranvía”, como descalificó el universo conservador europeo al gobierno, sigue en pie y corriendo. Pero aquí no interesa Portugal, es mejor Venezuela. Y mientras nos desborda una corrupción que hace vomitar, los portugueses nos miran con una sonrisa socarrona, como el que mira al vecino ricachón que siempre los trató con desdén y ahora se descubre que es un prenda y un chorizo.

Eso, sigamos hablando de Venezuela, sigamos los dictados de quien precisamente nos oprime. Un opresor que jamás ha contado con tantos cómplices entre los oprimidos. Un opresor que no necesita hoy campos de trabajo, pues dispone de campamentos de refugiados. Que no necesita hoy camisas pardas con porras y pistolas, ya que ellos hacen las leyes -sus leyes- para que los problemas sociales se conviertan en conflictos de orden público. Que no necesita judíos a los que echar la culpa, pues hoy les sobra con blindar las fronteras. Que no necesita hacer hogueras con libros: hoy les basta con recortar las libertades. Que no le hacen falta líderes carismáticos que conduzcan a las masas, hoy les es suficiente con que la gente crea que eso de los Derechos Humanos es cosa de rojos.

Vamos, ni siquiera les hace falta esforzarse. Aunque se comporten como especies invasoras, la gente les vota sin más.

Y no creas que hablo por hablar: vivo en una ciudad pobre en la que los pobres han votado a la derecha durante veinte años.

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