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Jesus ruiz

Fotografía: Jesús Massó

Llega el verano, una de las estaciones más esperadas por muchos. Vacaciones, sol, playa y además es temporada de contrataciones. Es en esta época estival cuando más empleo se genera, sobre todo en el sector hostelero y turístico. Empleo que, en algunos casos, sirve para pagarse los estudios y, en otros, es un salvavidas temporal, un colchón económico momentáneo. 

El gobierno saca pecho y se coloca la medalla al ver que la corriente económica fluye por ríos inventados, que los brotes verdes salen a relucir en árboles de hoja caduca y al poder hablar de mejoras en enfermos terminales… pero ¡ojo! como todo esto tiene una repercusión mediática, pues hay que aprovecharla y hacer propaganda electoral desde ya. 

La realidad, en cambio, es bien distinta. Esta tasa estival de desempleo  tiene efecto rebote y en casos como el del año pasado en nuestra provincia, el número de desempleados subió con respecto a la de inicio de antes del verano, fruto de la reforma laboral y las malas practicas empresariales. Ahí la corriente del río se estanca, los brotes verdes se secan…y aún así, los votos continúan.

Este año algo ha cambiado el panorama. Emulando el título de la conocida película de terror, cuando llega el verano algo terrorífico pasa, algo oscuro y tenebroso. Los medios de comunicación y el gobierno lo llamaron !Turismofobia!; actos vandálicos de cuatro encapuchados que pintaron un autobús turístico y pincharon las ruedas de unas bicicletas de alquiler. Todo el mundo, consumido por el conformismo ilustrado que nos proporciona el quinto poder, condenó estos actos. “No puede ocurrir en un país como España, vivimos del turismo y esto ensucia la imagen de nuestra principal industria ¡Oh No!”.

Como ocurre siempre, lo fácil es reprobar estos actos y no entrar en el quid de la cuestión. Nadie se para a pensar qué está pasando, qué modelo turístico es el que conduce a esta situación, qué soluciones pueden existir…no, mejor sentenciamos lo ocurrido y a seguir adelante. Lo que algunos llaman Turismofobia, en realidad se llama modelo de turismo precario, en el cual las camareras de pisos son explotadas a 2€ por habitación y trabajadores hosteleros lo son mediante contratos basuras, cobrando 700€ al mes y con horas sin contar en sus nóminas. Lo que otros llaman Antiturismo es, en realidad, apartamentos turísticos ilegales ubicados en barrios obreros, con clientes ruidosos, en los que tiene que convivir el descanso vecinal con las borracheras y la música a tope de estos últimos, barrios en los que desaparecen las carnicerías y las tiendas “de toda la vida” y se abren «24horas» para abastecer al turista todo aquello que le apetezca. Aunque todo esto nos parezca muy lejano, poblaciones como Conil se han puesto en pie de guerra creando la plataforma antirruido para poner fin al turismo escandaloso.

En general, esta terminología no es acertada, no por que sea equívoca sino porque es errónea. No se está ante una negativa al turismo, no se está en contra del sector sino de un modelo de actuación en el que la precariedad es la práctica habitual. No es antiturismo o turismofobia; es querer  un modelo turístico sostenible, equitativo, de calidad.

Desde Marea Café con Leche repudiamos y condenamos la precariedad y la explotación laboral que se vive en esta época estival. Denunciamos públicamente que compañeros y compañeras del sector hostelero y turístico trabajan a destajo por sueldos paupérrimos. Denunciamos que las camareras de piso siguen cobrando una miseria y además son sustituidas por empresas auxiliares. Prácticas deleznables que se llevan ejerciendo desde hace mucho tiempo pero que no parecen tan reseñables como unas pintadas en Barcelona.

Las conclusiones son obvias.

Seguiremos luchando por un turismo de calidad con contratos de calidad donde todos y todas podremos disfrutar de ello.

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