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¿Por qué languidece la escuela pública? Indudablemente, la historia de la escuela pública en España ha sido una historia de desamor, maltrato y abandono. Los momentos de querencia, apoyo y trato preferente han sido, por el contrario, efímeros (un recuerdo para la República) y, por ello mismo, poco fructíferos en cuanto a un fortalecimiento definitivo de la escuela pública en nuestro país. Y las consecuencias de todo ello están a la vista: hoy atravesamos momentos preocupantes.

Asistimos a una evidente etapa de desamor hacia la escuela pública que amenaza con arruinarla definitivamente: este hecho queda recogido para los anales de una historia de la desidia educativa en esa foto, aparecida estos días en los medios, del colegio público Carmen Jiménez, de Cádiz capital, con un triste apuntalado de urgencia —¡hay alumnado dentro!— que apuntala también la sospecha de que las soluciones se toman como mero intento de que la enfermedad provocada por la desatención y el parcheo se dilate en el tiempo hasta la expiración de un modelo educativo —el modelo público— que cada vez parece interesar a menos gente. Y no es sólo cuestión del insuficiente esfuerzo en el sostenimiento de los centros públicos: más grave resulta que una democracia supuestamente avanzada y supuestamente humanista, supuestamente social, y supuestamente solidaria haya llegado a promulgar y siga tras varios años ya padeciendo una ley educativa como la que actualmente rige en nuestro país, la LOMCE, auspiciada por el aciago ministro Wert, cuyo espíritu y cuya letra dicen mucho sobre la sensibilidad hacia lo público de la sociedad española…

La escuela publica historia de un desamor
Ilustración: Pedripol

Pero hagamos un breve ejercicio de anamnesis. Por ceñirnos a la historia reciente, los inicios de la llamada Transición a la democracia generaron esperanza e incluso ilusión en el ámbito educativo progresista. Aquellos acuerdos tempranos, recogidos en los Pactos de la Moncloa, sobre importantes inversiones públicas en la construcción de centros escolares, hicieron abrigar esperanzas de mejoras definitivas en relación a la educación pública. Mucha gente entonces pudo ilusionarse con la idea de que comenzaba un tiempo en el que los centros privados (mayoritariamente religiosos), quedarían relegados al olvido, o a la marginalidad, en un país que parecía querer dar, en la educación, un lugar preeminente a lo público y lo aconfesional.

A tales prometedoras iniciativas llevadas a cabo desde el ámbito político, respondió en consonancia la comunidad educativa: por parte del profesorado es digno de recuerdo la proliferación de aquellos dinámicos y dinamizadores Movimientos de Renovación Pedagógica que trataban de introducir en la escuela ideas y prácticas actualizadas e innovadoras; en cuanto a las familias, recordar también que el grado de participación en los órganos de gestión escolar que a tal fin fueron implantándose en los centros, tuvieron en principio una favorable e importante acogida. Parecería que se inauguraba uno de esos momentos históricos de eclosión ilusionantes en torno a la escuela pública…

Pero el transcurrir del tiempo se encargó de truncar ilusiones y esperanzas innovadoras, y, paralelamente, de confirmar privilegios y de asegurar que los caminos de la escuela pública fuesen transitados mayoritariamente por sus perseguidores… Se comienza a legislar con matices favorables a la escuela religiosa/privada/concertada, hasta llegar a la promulgación, en 1985, de la LODE, en la que no sólo se introducen elementos que van a legitimar, favorecer y eternizar la permanencia de la escuela privada, sino que difumina una apuesta clara por la laicidad y la coeducación. Esa ley (del PSOE) representó agua de mayo para los centros de titularidad religiosa/concertada/confesional. Pronto comenzaría un periodo para la escuela pública que hoy amenaza con llegar a su apogeo y que se caracteriza por el deslucimiento, el desapego, el desamor, la dejadez, la desconsideración… el abandono más ruin y descarado. No se trata ya de mantener, cuidar, o remozar la escuela pública: se acude a su apuntalamiento, sólo cuando es inminente su derrumbe…

Esta situación actual y las perspectivas que parecen adivinarse nos llevan a la pregunta definitiva con la que iniciábamos estas líneas: ¿Por qué languidece la escuela pública?

¿Puede achacarse al desinterés de los responsables de las políticas educativas? ¿Es consecuencia de la escasa y menguante inversión económica favorecida por las directrices austericidas impuestas por una Unión Europea alineada con un neoliberalismo triunfante? ¿O es el resultado del exitoso envite neoliberal que busca la privatización, no ya sólo de la enseñanza, sino de todo aquello que pueda ser susceptible de proporcionar beneficios económicos a las élites de los negocios y del poder? ¿Tal vez es que la escuela pública debe morir de muerte natural en nombre de una libertad liberal que la somete a una tensión efectista y falseadora, tipo PISA, y que atiende a criterios tecnocráticos inspirados en la consecución de una excelencia mediocre caracterizada por el deseo de éxito individual y sentido empresarial de la vida y de los sueños de la gente?

Todo esto tendrá algo que ver, claro está… Pero creo que hay que apuntar al desamor cada vez más generalizado en nuestra sociedad, no sólo hacia la escuela pública, sino hacia todo lo público. Concretamente, en Cádiz, en nuestra provincia, van clausurándose cada año un número inquietante de aulas y centros públicos indudablemente porque la gente opta cada vez más por la enseñanza privada/concertada. La razón última es el triunfo de lo que suelo llamar “el sistema DESeducativo”.

Evidentemente, hemos sucumbido a la poderosa propaganda neoliberal que viene persiguiendo y consiguiendo que nuestra subjetividad se adapte a las intenciones de una ideología despreciable y muy dañina, porque utiliza de manera engañosa y perversa el concepto de libertad. Nunca la libertad liberal ha confiado en lo público, en lo colectivo, en lo social; a lo sumo en la masa. Tampoco en la persona: ni en usted ni en mí, lectora, lector, sino en un individuo cuya privacidad, cuya subjetividad, va cada vez más siendo inundada por las carencias, el pensamiento automático y la emotividad infantiloide.

En otra ocasión hablamos de cómo lo están consiguiendo. Buscaremos la inspiración, las ganas y la fuerza en toda esa gente que, a pesar de todo, sigue manifestándose y trabajando en favor de la escuela pública.

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