En 1995 Jean Dominique Bauby, editor de la revista francesa Elles sufrió un accidente cerebro-vascular, tras veinte días en coma consiguió despertar para descubrir las horribles secuelas con las que tendría que vivir el resto de su vida. Sufría el llamado síndrome de cautiverio, condición por la cual las facultades mentales permanecen intactas, pero la mayor parte del cuerpo queda paralizado. A partir de ese momento, la comunicación de Bauby con el mundo se vería reducida al parpadeo de su ojo izquierdo. Ese mero recurso del parpadeo le permite, desde entonces hasta el momento de su muerte, construir letra a letra y con la ayuda de un sistema de códigos que utiliza las letras más comunes del alfabeto, palabras enteras, frases y párrafos, consiguiendo así legarnos -en forma de libro- un relato único, un testimonio de valor incalculable para comprender lo que sienten y lo que ocurre dentro de los pacientes con incapacidades motoras y comunicativas severas, bajo las que sigue existiendo una persona que conserva aquello que nos hace diferentes: la mente humana.
La escafandra y la mariposa fue publicado diez días antes de su fallecimiento en 1996. En el libro, el escritor relaciona la escafandra con el cuerpo en que se encuentra atrapado y la mariposa representa su mente despierta y consciente que consigue contactar con el exterior gracias al parpadeo de su ojo izquierdo; del mismo modo que una mariposa consigue volar gracias al movimiento incesante de sus alas.
El periodista francés nos expone el sentido y la importancia de la libertad del ser humano ante las decisiones más comunes y triviales: cambiar de postura, caminar, mirar hacia otro lado, y nos hace plantearnos cuestiones trascendentales. ¿Somos realmente libres? ¿ hasta dónde somos consientes de si tenemos o no capacidad de decisión sobre nuestras vidas? ¿hasta dónde el sistema en que vivimos no se ha convertido en la escafandra de la humanidad?
Leer el relato de Bauby, nos lleva a pensar que nos sentimos propietarios de nuestras vidas y de nuestras decisiones, pero que tal vez no somos conscientes de que nuestra libertad se reduce a la posibilidad de creer y de pensar que actuamos bajo nuestra más absoluta voluntad. ¿Acaso nuestras decisiones no están determinadas por las circunstancias externas?, incluso nuestra libertad de crítica y de pensamiento está delimitada por la información que recibimos sobre aquello que realmente conocemos o creemos conocer.
En los miles de actos que comprenden la actividad diaria de nuestras vidas llevamos a cabo opciones impuestas en la que se nos niega la libertad de elegir, de tomar otras decisiones: cómo y dónde queremos vivir o trabajar, a qué queremos que se destinen los beneficios de nuestros ahorros, si queremos tener hijos o no: incluso cuestiones que nos pueden parecer más nimias pero que en el caso de las mujeres se hacen más patentes como la hora de salir a la calle o nuestra forma de vestir.
Nuestra escafandra particular es el sistema capitalista. En algunos casos, como en las sociedades y países desarrollados occidentales, esa escafandra es más decente, en esa escafandra se respira mejor; pero no deja de ser una escafandra.
La receta que la humanidad ha encontrado para adquirir mayor libertad se ha convertido, paradójicamente, en una forma de autocoacción que limita aún más las decisiones humanas y donde el origen está en la cultura del rendimiento. En palabras de Chul Han, filósofo surcoreano, el neoliberalismo es un sistema inteligentemente diseñado para explotar la libertad, el sujeto de esta sociedad se explota a si mismo de forma voluntaria.
Pero si nuestra escafandra es el sistema político-social actual, ¿cuál es nuestra mariposa? ¿bajo qué parpadeo conseguiremos huir de nuestra autoesclavitud para ser libres y comunicarnos?
Dentro de la escafandra del sistema que nos atrofia, que nos hace pensar que las cosas no pueden ser de otra manera, que nos inmoviliza bajo la premisa de una supuesta libertad de decisión, que no es cierta, seguimos manteniendo intacta la esencia del ser humano; una mente siempre dispuesta a volar y buscar salida incluso en las situaciones más adversas, una mente que inventa los códigos y los métodos más sofisticados o rudimentarios para seguir comunicándonos con el mundo exterior y gritar que estamos aquí, que aún existimos.
La mente humana es siempre capaz de buscar la salida del laberinto, sabe que unidas unas mentes con otras y en cadena convierten la idea en esfuerzo, el impulso en martillo para derribar muros, y pueden transformar el sentimiento de pertenencia y la empatía en labor solidaría.
Apelar al ejercicio de refugiarnos en lo que nos hace personas, para dejar de ser esclavos del poder que nos regula, que establece los valores, que gestiona las fuentes del pensamiento y nuestras emociones básicas no es otra cosa que buscar la toma de conciencia de nuestra propia existencia.
La sociedad y el sistema capitalista nos inmoviliza, nos enferma porque nos necesita esclavos, dormidos, sumidos en problemas personales que en realidad son colectivos, pero bajo la escafandra, bajo nuestro síndrome de cautiverio voluntario, aún existe una mente capaz de pensar y salir del individualismo y el aislamiento.
Dentro de nosotras está la mariposa que nos puede hacer libres, que nos puede hacer cambiar las cosas, que puede hacer virar la historia que pretenden escribirnos.
Si con el parpadeo de un ojo, con un pincel y un pie izquierdo las personas somos capaces de romper las barreras, transmitir, crear, ¿qué no podra transformar la humanidad bajo el impulso y la toma de conciencia de nuestra propia fuerza?
La unión de nuestras fuerzas, aunadas en la suma de millones de aleteos de mariposas creando un ser colectivo, es lo único que nos hará libres para transgredir los límites impuestos por esa prisión de rejas invisibles que nos impide la búsqueda de otro mundo mejor.
Aquello que llamamos revolución comienza por nosotros mismos y por explorar dentro de nosotros, en lo más recóndito de nuestro ser, la esencia que nos hace humanos y descubrir que está en nuestra naturaleza conseguir lo que parece imposible; la transformación constante a través del vuelo de la mariposa.