Ilustración: pedripol
Desde la Delegación del Ministerio de Gestión Colectiva del Dinero Público observaba con interés al grupo de operarios que cambiaban la bandera del mástil ubicado en las Puertas de Tierra. Según parece, un grupo residual de nostálgicos del derrotado bando franquista que aún perviven en nuestra sociedad habían cortado gran parte de la bandera republicana que ondeaba de forma permanente en ese mismo sitio desde que finalizó la guerra. Le preocupaba el naciente, aunque aún no relevante, auge de ideas fascistas entre los gaditanos. Se trataba de algo inusual, propio de unos pocos resistentes franquistas antisistema que aún daban pequeños coletazos. El fascismo fue derrotado en el 39 en la guerra de España, y posteriormente en Europa en el 45, y fue erradicado política e ideológicamente por los propios ciudadanos en sus opciones partidistas durante todas estas décadas de paz republicana.
Caminando por la avenida peatonal se cruzaba con ciudadanos que se dirigían a sus trabajos a la velocidad propia del que llega algo tarde a una cita. Unos iban en bici y otros a pie, pero la mayoría, al pasar por su lado, lo reconocían y saludaban con cariñosa camaradería. Buscó un lugar en el que tomar algo. Sentado frente al Ayuntamiento, en la plaza de “Los frailes”, se disponía a leer el diario editado por la Cooperativa de Periodistas de Cádiz mientras tomaba un café.
Desde la terraza de la cafetería, miraba al fondo cómo una concejala participaba junto a otros vecinos en una asamblea que debatía sobre la finalidad del uso de algunos espacios de la ciudad que podrían ayudar a dar respuesta a distintas necesidades sociales y culturales locales. La tarea de resignificación de los espacios públicos y su uso colectivo para conseguir ponerlos al servicio de la ciudadanía fue una de las principales acciones que promovió el Gobierno Republicano tras recuperarse de la guerra española y la posterior participación en la Segunda Guerra Mundial contra el nazismo, pero todavía quedaba mucho por hacer.
Participar en el conflicto bélico mundial fue duro. Este hecho, que agravó la realidad española de esos momentos, supuso un espaldarazo internacional a la República, que estuvo presente desde su origen en todos los organismos internacionales que se crearon tras la misma y fue beneficiaria del Programa de Reconstrucción Europeo al mismo nivel que otros países como Italia o Francia. El desarrollo económico propiciado, junto con los mecanismos de redistribución de riqueza que se incorporaron en esas décadas, la consolidación democrática y la ampliación de libertades y derechos, y la explotación comunitaria de los recursos naturales e industriales, hicieron de España el motor de una nueva Europa en la que los valores sociales y democráticos constituían sus pilares fundamentales por encima de los intereses de mercado y financieros.
Apuró el último sorbo. Pagó su café, se despidió del camarero y prosiguió. ¡Salud compañero! le dijo a la salida.
Continuó andando entre comercios locales y paredes llenas de murales de artistas locales con proclamas revolucionarias y republicanas hasta que llegó a la plaza de la Catedral, antiguo edificio religioso y ahora monumento propiedad del Ayuntamiento, en la que estaban trabajando en los preparativos del Festival de la Primavera. Esta festividad se realizaba en memoria de todos los caídos en la contienda nacional y servía de evento de exaltación constitucional. Sustituyó a la antigua Semana Santa de manera institucional. No obstante, la fiesta religiosa todavía era celebrada con ferviente entusiasmo por algunos católicos, y contaba con un fuerte arraigo, pero se realizaba en un ámbito privado y dentro de las parroquias. Los grupos de trabajadores que estaban con la faena pertenecían al propio Ayuntamiento y a colectivos y asociaciones de ciudadanos que colaboraban unidos en este tipo de actividades de forma habitual. Desde una distancia prudente, observaba cómo trabajaban en la construcción de un escenario desde el que se realizarían las actuaciones en unas fiestas que se prolongarían 9 días.
Justo cuando su mirada se posaba en la capataz que ordenaba diligentemente todo el dispositivo, cayó en la cuenta de que llegaba tarde a su trabajo. Le gustaba pasear para estar en contacto con la realidad de sus conciudadanos, pararse y hablar con ellos, conocer el día a día de la ciudad, tomarle el pulso a la calle, pero debía volver a sus quehaceres. Pegó media vuelta por el mismo camino que había venido y, al llegar nuevamente a la plaza de “Los frailes”, se dispuso a subir a su oficina. Tenía asuntos pendientes. Se sentó bajo el cuadro de Salvochea que presidia la oficina y comenzó a trabajar. Su periodo como alcalde al frente del Ayuntamiento tocaba a su fin y debía preparar la documentación para someterse al procedimiento de rendición de cuentas ante los ciudadanos…
El sonido estridente del timbre de su casa le despertó de forma abrupta, sacándolo bruscamente de su profundo sueño. Por un momento no sabía el lugar en el que se encontraba, la potencia de las imágenes e ideas que había tenido mientras soñaba lo tenían confundido, desubicado temporal y geográficamente. Su paso se balanceaba camino de la puerta. La abrió y allí se encontraba un compañero que le traía algo urgente. En Alcaldía habían entregado una notificación judicial: la Delegación del Gobierno en Andalucía había denunciado al Ayuntamiento por izar la bandera republicana delante del Torreón de las Puertas de Tierra, lugar en el que los franquistas asesinaron a cientos de personas tras el golpe de Estado del 36. La noticia le despertó del todo. Cogió la notificación, se despidió del compañero y cerró la puerta.
Pasaron unos instantes. Se quedó apoyado sobre la puerta cerrada. Sin duda se encontraba en España en 2017. Pensativo, vinculaba mentalmente este hecho con el continuo menosprecio del Gobierno a los represaliados del régimen franquista y con los últimos casos judiciales que vulneran gravemente la libertad de expresión de los ciudadanos. Además de los graves problemas de carácter económico y social que azotaban duramente a gran parte de la población, se estaba produciendo una peligrosa merma de los derechos de los ciudadanos junto con una preocupante e incipiente tolerancia hacia algunos discursos de ideología fascista. Sintió frío. Comenzó a andar lentamente hacia la cocina para prepararse un café. Al tiempo que la cafetera comenzaba a hervir el agua, miraba a su alrededor sin pararse en nada en concreto, su mente se encontraba en otro lugar. Así, mientras el café silbaba en el fuego, intentaba imaginar cómo sería España hoy día si la República hubiera vencido en la guerra que prosiguió al golpe de Estado franquista.
Sí, se afirmaba con rotundidad, sin lugar a dudas sería muy distinta…pero mientras tanto la bandera republicana no podrá ondear en las Puertas de Tierra.