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Yolanda vallejo pedripol etp 22

Ilustración: @pedripol

Que el carnaval sea una fiesta machista no tiene nada que ver con  la memoria histórica –tendría más que ver, quizá, con la costumbre histórica; porque es la costumbre la que hace ley- ni con las mentes bien o mal pensantes que la encorsetan con programas y reglamentos. Que el carnaval sea una fiesta machista no tiene nada que ver con la existencia del casposo palco de las ninfas sonrientes cuyo único papel era dar las gracias a donvisente, ni tiene nada que ver con el  eterno y caduco piropo a la elegancia y belleza gaditana, mi rosita temprana y así. No. Se podrán quitar las ninfas –de hecho, ya se han quitado y no ha pasado nada-; se podrán cambiar los reglamentos,  se podrán denunciar las letras y los tipos sacados de la caverna. Se podrán establecer todas las cuotas y se podrán poner en marcha todos los planes de igualdad que una quiera. Eso dará igual.

Porque lo único necesario para que el carnaval deje de ser una fiesta machista es que las mujeres asumamos que no lo es y actuemos en consecuencia. Pienso fundamentalmente en el concurso de agrupaciones, al que cada año llegan más comparsas –es la modalidad estrella, al parecer- integradas por mujeres, en el que cada año hay más autoras, más diseñadoras, maquilladoras… y en el que, curiosamente, no aparecen distingos en razón del género por ninguna parte de su reglamento.

Por eso me sorprende tanto ese empeño de los medios de comunicación, de los presentadores de sala, e incluso de las propias integrantes de las agrupaciones por evidenciar y señalar  la desigualdad anunciándose como “comparsa femenina”, “coro femenino”… A nadie se le ocurriría presentarse como “comparsa de parados” o “coro gay” o “chirigota de viejos” ¿verdad? A todos nos parecería una aberración, simplemente porque lo es.

Y por eso me sorprende tanto que muchas de las agrupaciones de las llamadas femeninas aún sigan reivindicando el papel de madre –de madre de comparsista he llegado a escuchar este año en un delirio de pasodoble- como el deber sagrado de cada mujer.

Y por eso me sorprende tanto que aún haya chicas en minifalda, que moviendo el culo y el pelo, se presten a salir de figurantes en chirigotas “masculinas” de dudoso gusto, por decir algo suave.

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