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Pettenghi

Fotografía: Jesús Massó

Anda la bienpensancia local llora que te llora por las esquinas, quejándose de que el nuevo Ayuntamiento está dejando morir la cultura en la ciudad. Lagrimones tan interesados como tópicos. O sea, un poquito de oposición y otro poquito de “la culta Cádiz”, y algún que otro fino piropo postpemaniano. Ya ves.

Pero la cultura, como la entienden ellos, “esa” cultura, lleva muerta varias décadas. Lo que pasa es que está sin enterrar.

Se trata de aquello, tan fomentado en los últimos años, orientado a una burguesía beatona, jactanciosa y algo cateta. Aferrada a un inmóvil garrapatismo, consiste en la presentación de libros bonitos e inofensivos, exposiciones de cuadros “que se entiendan”, conferencias pronunciadas por gente bien, charlas de expertos en Trivialidades Comparadas, anecdotillas locales y otras cosas rancias por el estilo.

Llamar cultura a esto es como elevar el gotelé a la categoría de arte.

Se incluyen también pregones de medio pelo, homenajes disecados y entrega de premios, que esto siempre ha gustado mucho aquí, aunque se dé una curiosa relación inversa entre número de asistentes y producción de ideas.

Además, academias e instituciones letárgicas dadas a la melancolía y a las efemérides visigóticas. En fin, cultura momificada.

Y cuando no, archijuntas de cofradías con sus archipregones y con sus frenéticos traslados de imágenes de santos y vírgenes con no se sabe qué misterioso fin.

Considerar cultura a todo esto sólo es posible en una ciudad ignorantona y  narcotizada. ¿O tal vez es al revés?

La verdadera cultura es crítica e inquisitiva, la verdadera cultura construye, se eleva sobre cimientos, es arquitectura. Y lo que nos ocupa sólo es decoración de interiores. Algo dirigido a gente que acude a esos actos vestida para la ocasión, almirantes de uniforme, señoras recién salidas de la peluquería, políticos reveníos en busca de cariño, habituales de la corbata e inevitables víctimas del compromiso social.

Esta endogamia croquetera gadita huele a alcanfor, pero ellos prefieren llamarla cultura. Pues bueno, pues vale, pues me alegro. Aunque siempre me quedará la sospecha de que, en realidad, lo que les gusta es el bingo y la películas de Lina Morgan.

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