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Eduardo flores i

Fotografía: Jesús Massó

Estimados Magos de Oriente:

Recordarán que el año pasado -así como el anterior, el anterior del anterior, y así-, manifesté mi deseo de recibir una Harley Davidson 883 Iron, como recompensa por haber sido -lo creo hoy como lo creía entonces y en tantas otras ocasiones-, desde un punto de vista objetivo y desde la reflexión más honesta, ya digo, por haber sido, como lo sigo siendo, bueno, en general, y algo sufrido en particular.

Eso pedía. Sin embargo, y todo apunta que a juicio de Sus Majestades, la bonhomía de servidor, me consta, ya que sigo haciendo uso del transporte público -espero que el Kichi se sienta tan orgulloso de mi civismo como se sentiría Carmena- no habría alcanzado la cuota mínima de bondad necesaria para ver la mañana del seis del uno en mi salón la ansiada motocicleta; también puede ser que no pasaran -lo pienso ahora- desapercibidos ciertos pecadillos o meteduras de pata, casi siempre relacionadas con la confusión y la ingenuidad y no con la mala uva. Lo entiendo. No pasa nada. No pasa nada. Sus majestades son Reyes y son Magos y deciden.

También este año, y ante la inminencia de toda la parafernalia del último mes del calendario, mucho antes de que se hablase sobre alumbrado navideño en mi ciudad como si realmente se tratase de algo tan importante, pensé -frívolo pero ya escéptico- en los placeres que me serían dados al verme cabalgar a lomos de la Harley Davidson 883 Iron, ya fuera sobre el asfalto de las distintas avenidas que son una o por los adoquines del Cádiz viejo, siempre a una velocidad acorde a las normas y atento a los rojos, ámbares y verdes de todos y cada uno de los semáforos de todas esas avenidas que son una. Sólo lo pensé. Y luego lo descarté. Y como ya El Corte Inglés se había engalanado enrojeciendo días de almanaque e inflaba de deseos el ánimo de mis vecinos, se me ocurrió que quizá en esta ocasión, y en la misma línea de los deseos y las peticiones, haría algo diferente: redactaría una carta en la que manifestar, no ya por desilusión y falta de espíritu, ni siquiera por mera resignación, manifestar que no, que de entre todos mis deseos a conceder por Sus Magas Majestades, no tuviesen en cuenta el de mi Harley Davidson 883 Iron, así como yo trato de alejarlo, la querencia de tan formidable montura, de mis pensamientos.

Este año les pido, y ahora sí con cabreo -lo que me costará, dado lo tiquismiquis del criterio de la Realeza que también es Mágica, sólo equiparable a lo innecesaria y costosa y ridícula de la realeza que es española y que no es ni mágica ni na de na, mi Harley Davidson 883 Iron, en los años por venir-; y ahora sí, con la rabia propia del que cree que no es este el mejor de los mundos posibles, que no es poca rabia sino mucha y proporcional a la gravedad por las carencias y estupideces que hacen de este mundo uno muy diferente del mejor de los posibles, a riesgo de parecer una Miss Universo, una con mala hostia y peores formas, les pido, a Sus Majestades de Oriente, que no se muevan y no vayan a ninguna parte, lo que aquí se conoce o como se dice -Sus Majestades sabrán de la expresión-, ¡quietos paraos! Quédense en su oriente, que falta les hace.

Este año, en el que también he sido bueno, y que por hache o por be, también me ha tocado pasarlas putas, como a tantos, les pido a Sus Majestades que aparquen camellos en Alepo, por decir, por señalaros en el mapa donde los deseos son necesariamente de paz -que es lo que pega en estas fechas, lo que nos deseamos unos a otros, más por costumbre que por deseo propiamente-, por señalaros donde -me extrañaría mucho que Sus Majestades no estuviesen al corriente- la estupidez genera las carencias de un mundo que no es ni de lejos el mejor de los posibles, por señalaros lo que, no por obvio es menos inquietante, a todas luces es un insulto a la supuesta inteligencia de la única forma de vida inteligente hasta hora conocida en el universo, viajar para regalar de oriente hacia occidente, donde nos sobra tanto que olvidamos lo que nos falta, que es mucho, y que ni se mide ni se pesa.

Sí, como una Miss Universo, una más bien encabronada. Una que ya no pide la tan traída y llevada Harley Davidson 883 Iron en típica carta a Mágicas Majestades, sino que, conocidos son los prodigios a partir de lo del incienso, la mirra y el oro, hará ya de eso unos dos mil años, una Miss Universo más bien hasta el coño de leer en periódicos -una Miss Universo que sabe leer, ¿qué pasa?- o ver en informativos -que también ve informativos, ¿qué pasa?- noticias sobre mujeres asesinadas por hombres, pide, porque a esto de pedir en estos casos -menos una Harley Davidson 883 Iron, que ya está fastidiado-, no se le pone límites, decía, pide, digo, pido, teniendo en cuenta lo inevitable de un zanahorio Trump gobernando el mundo, equilibren la balanza del bien y del mal como mejor crean oportuno, sea tal vez haciendo de Europa algo más que una Vieja Idea Alocada de Justicia, Igualdad y Fraternidad, a lo que sumar Solidaridad; sea instalando la Utopía en el corazón de la subespecie humana que ocupa el primer mundo, aquiescente y recelosa pero sobre todo aterrorizada, subespecie cada vez más conformista e inoperante; sea llenando las plazas de nuevo como ya ocurriera en un remoto y mítico quince eme, por cada injusticia, por cada burla de quienes nos gobiernan, por todos y cada uno de los muertos inocentes en las guerras que financiamos.

Sí, queridos Reyes Magos, como una Miss Universo, una a la que la realidad le pesa, os pido la paz en el mundo. Ya puestos a pedir.

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