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Aprovechamos la visita del escritor asturiano T. S. Norio a la Feria del Libro de Cádiz 2019 para conversar con él sobre literatura y libros. Norio es autor de una amplia obra como poeta y novelista, y es también librero y editor… y presentaba en la ciudad “Río Tao”, obra publicada por la editorial Libros de la Herida. El acto estuvo organizado por la Fundación Carlos Edmundo de Ory y presentado por Miguel Ángel García Argüez.

Del libro “Río Tao” pueden leerse, por cortesía de Libros de la Herida, cinco relatos que publicamos en el número anterior de El Tercer Puente.

Comenzamos la charla hablando de la deliciosa cubierta del libro, obra del estudio gaditano Rebombo, y de la capacidad del arte para contar sencillamente lo complejo. “Río Tao” es un libro orgánico y compacto (puede leerse también como una heterodoxa novela) realizado a partir de espléndidos relatos hilados, fragmentos de mundo contados con un estilo imaginativo y natural, reconocible y único.

¿Por qué se escriben cuentos? ¿Por qué escribes cuentos?

Pues no te sé responder, así a la primera. Supongo que hay mil causas y motivaciones por las que la gente se ha dedicado a escribir cuentos. Para darle un sentido al mundo, para pasar la velada junto al fuego, para dormir a alguien. En mi caso, yo sólo he escrito cuentos en dos periodos de mi vida. Y las dos me ha pasado lo mismo que ya decía Cortázar: me he puesto a escribirlos como cuando te da un ataque de hipo. Hace muchos años, estaba sentado en la cocina de mi casa y de pronto me vino un cuento. Llevaba veinte años escribiendo y nunca se me había ocurrido escribir el más mínimo cuento. Cogí un lápiz y una libreta y de una sentada me salió un cuento, y al poco otro, y al día siguiente, otro, y durante dos o tres meses me salían cuentos. Luego el ataque se pasó, junté los relatos que tenía, hice un libro con los que me parecieron, tiré el resto a la papelera y no volví a escribir un cuento en otros veinte años. Y entonces, hace un par de años, tuve otro ataque igual, me salieron treinta cuentos en dos meses, me quedé con la mitad y ahora los he juntado en “Río Tao”.

Como si la vida fuese un truco de magia una conversacion con t s norio
Fotografía: Richard Jordan

Llevas toda una vida dedicada al libro y la escritura, a la lectura y el estudio, a la literatura. A tu aire, en la más absoluta libertad e independencia. La literatura, ¿es una enfermedad?, ¿una pasión?, ¿un vicio?, ¿una religión?, ¿una manera como otra cualquiera de ir pasando la vida? ¿De verdad merece la pena?

Enfermedad no sé, pero pasión sí, vicio tiene. Pero lo que quizás suceda es que la literatura, el relato hecho con palabras, esté ahora en las últimas frente a las imágenes. A un par de siglos de vista de feisbucos de aquí no veo yo de donde va a sacar la mente humana capacidad de concentración para ponerse a leer un libro.

¿Qué es el Tao?

¿El tao? Una cosa con musho arte, como dicen en Cádiz.

¿Cómo contarías de qué va tu libro “Río Tao” a mi abuela, pongamos?

Le leería un cuento del libro.

“La poesía es una herramienta de conocimiento poderosísima”

Una de las características de todo el libro es su delicioso humor. Es una obra que despierta muchas sonrisas, y no pocas risas.

Bueno, antes me preguntaste por el tao. Lo que más me atrae del taoísmo es que transmite su sabiduría y su perplejidad vital y sus quimeras utilizando dos sentidos replegados: el sentido poético y el sentido del humor. Si tú lees la Biblia entera, no te vas a encontrar ni un gota de humor en las dos mil páginas que van del Génesis al Apocalipsis, y así no hay quien aprenda nada. Los libros canónicos del taoísmo, en cambio, para expresar sus ideas, mezclan chistes, reflexiones y fábulas que prescinden de la severidad a base de humor y poesía. Sólo por eso, ya enseñan muchísimo.

Y otro eje central de la obra es la poesía y lo poético… Todo el libro está elaborado con la intensidad, precisión y sugerencia de la poesía.

Sí, es el otro hilo, junto con el humor. La poesía es una herramienta de conocimiento poderosísima. Pero no me refiero sólo a la poesía expresada en poemas, a la poesía como un género literario, sino a un sentido poético, a un mirar las cosas desde otras lógicas, en una especie de asombro, como si la vida fuese un truco de magia. Y no estoy hablando de un escapismo de la realidad, sino de que la mirada poética, en la vida y en la sociedad, igual que a celebrar los bienes, puede ayudar a tratar los males, su diagnóstico, su cura y su tratamiento.

El sabio Liezí, protagonista de una de las partes en las que está estructurada el libro, es un personaje del que querríamos saber más… ¿Cómo lo conociste, cómo se te apareció?

Supongo que se juntó mi interés por los saberes orientales con la vida retirada que llevaba. Viví veinte años en una aldea cerca de Oviedo y tenía una estufa de carbón que daba un calor estimulante a la casa. Me encantaba atizarla, remover las brasas. No me acuerdo del disparadero, pero un día se juntaron los sabios chinos con la estufa y empecé a imaginarme cómo sería un sabio chino viviendo en un pueblo español de ahora, con sus fiestas patronales, sus montañas, sus centros de interpretación de las montañas, sus silencios y sus contradicciones. Y sobre todo: que fuese un sabio que ejerciese de sabio, que se labrase un nicho en el mercado y predicase de pensamiento y obrase sus sabidurías. Y salió Liezí.

“Hay viajes de los que querrías recordarlo todo”

En la parte llamada “A propósito de una paloma que se posó en la tumba de Don Manuel Azaña”, aprendemos mucho sobre las palomas mensajeras, y también que en cualquier viaje cabe el mundo, caben todos los viajes.

A mí no me gusta escribir en los viajes. Pero hay algunos viajes, da lo mismo que cerca o lejos, donde todo encaja tan fluidamente, que, al volver, querrías recordarlo todo. A mí me pasó con el viaje que cuento en el libro, un viaje al sur de España y luego al sur de Francia. Al volver me propuse apuntar, antes de que se me olvidase, lo que se me venía del viaje. Escribí unas notas para mí y con ello escribí ”A propósito de …” En el viaje conocí a la hija de un experto criador de palomas mensajeras mexicano. Me contó muchas cosas. Una paloma mensajera puede volver a su palomar desde mil kilómetros. En 14 horas. Dicen que vuelven porque tienen magnetita en el cerebro. Las llevan en camiones y vuelven volando, a tiro fijo, como un imán. En fin, que me fascinó aquella cáscara de plátano con el ir y el volver del recuerdo y del viajar y me sirvió para darle rumbo al relato del viaje.

En la parte llamada “El primer cuento del mundo”, asistimos a una deliciosa colección de cuentos con los niños, la infancia, su mirada y su voz, como protagonistas… ¿Cómo encontraste esa actitud infantil, esa óptica, esa manera de decir? ¿Buscando tu niño interior?

Pues no lo sé. Es lo que hablábamos antes. Los cuentos a mí me salen sin que yo intervenga demasiado, como el hipo, como los sueños, sin saber quién te está contando el sueño. Los cuentos que aparecen en el libro no están escritos para niños en particular. Pero salieron como un libro de cuentos contados por una niña o un niño a sus adultos. Luego, al pulir los cuentos, me divertí metiéndome en aquella voz hasta que me parecía que yo era el niño. Pero la cosa buena es que los cuentos, por lo que voy viendo desde que el libro se publicó, gustan a los niños, a los adultos y a las abuelas. Tienen una ventaja de márquetin piramidal: son muy distintos, pero dentro de la misma gama, con lo que si no te gusta uno, acabará gustándote otro. Uno transcurre en un laberinto, otro en el cajón de los cubiertos de una cocina; otro, en un bosque donde vive una piedra que habla. Y así.

Una cosa de los cuentos es que salen o no salen, no se pueden corregir. Los cuentos son como los bollos, se mete en el horno la pasta y unas veces sube y se hace como dios manda y otras no. En este último caso, lo mejor es tirarlo todo y empezar de nuevo. No se puede arreglar un cuento, como una novela o un ensayo.

“Los cuentos a mí me salen sin que yo intervenga demasiado, como el hipo, como los sueños, sin saber quién te está contando el sueño”

En la parte “Al principio eran las montañas”, llama la atención la recuperación de lenguajes olvidados, de palabras secretas o perdidas…

Sí. Es la parte más discursiva del libro. Me gusta mucho ir al monte, y durante años fui con asiduidad. Y siempre me pasaba lo mismo, por donde quiera que pasase me faltaban palabras para describir lo que veía, lo miraba como paisaje sin más, y de decir “¡Qué guapo!” no salía. Era una pobreza de vocabulario mayúscula, como si entrases en una ciudad y no supieses distinguir lo que es un bulevar de un callejón o de una avenida o de alameda peatonal, y te saliese sólo “¡Qué calle tan guapa!”, y ya está. Así que empecé a apuntar las palabras que describen los montes y los territorios rurales, las que se usaban para describirlos. Fíjate, sólo con los caminos, en la lengua española, hay cien palabras según que sea un camino empedrado o no, para caminantes, para ganado o para carros, y según lo cuesto que sea o lo peligroso, si llega a una vaguada o a una collada. “Varga” es, por ejemplo, la parte más cuesta de una cuesta. Un “sedu”, una vereda de cabras que tiene varios pasos difíciles seguidos, y si alguien te habla de “un camino de añacales” se está refiriendo a que ese camino lleva a un molino.

Quise hacer con todas esas palabras una especie de diccionario práctico, que ayudase, o que por lo menos a mí me ayudase a leer mejor las montañas, a ver las cosas con más cercanía y con menos paisaje. Pero cuando me puse, me salió de otra manera. Preferí mezclar las palabras y las definiciones en un texto que hablase al tiempo de la energía que transmiten las montañas, de lo que tiene de magnífico caminar por ellas, y al final salió un texto un poco extraño que lo mece todo.

Cuéntanos sobre “De la poesía”, un libro de culto.

“De la poesía” se publicó hace ya 6 o 7 años, en una coedición muy cuidada que hicieron las editoriales Cambalache, que es de Asturias, y la andaluza Libros de la Herida, que ahora repite con “Río Tao”. “De la poesía” es un intento de recopilar los usos que la poesía ha tenido a lo largo de los siglos y las civilizaciones, de ver cómo la poesía es y ha sido mucho más que un género literario. En todas las culturas del mundo, grandes o chicas, se ha utilizado la poesía.

Lo único que quise con este libro es compartir mi curiosidad y hacer ver, si acaso, que la consideración actual de la poesía como un género literario minoritario al alcance de una minoría con su toque exquisito es una mirada tremendamente miope, como ver tres macetas de geranios y pensar que estás en un bosque. En el prólogo del libro viene una lista incompleta de las “funciones” que ha jugado, o eso me ha parecido, la poesía para unos pueblos u otros. Y es apabullante. Te encuentras la palabra poética para celebrar y para maldecir, como mirada o parapeto, como caleidoscopio y como catalejo, como bálsamo, como lamento, como prueba jurídica, como oración, como medicamento, como mercancía, como salvoconducto, como arma… De mil maneras distintas. Y eso es lo que he querido ofrecer, cotas sueltas de un mapa maravillosamente inabarcable. El libro ha tenido su recorrido, y ahora mismo creo que está prácticamente agotado.

Eres un experto en Napoleón, o al menos has caído bajo su hechizo… Me contabas antes que vas a publicar próximamente un libro sobre él, ¿no?

Pues sí, llevo nuevo meses preparando un libro sobre Napoleón Bonaparte, o más bien, sobre la capacidad tremenda que tal personaje ha tenido y tiene para enganchar la atención. Se titula «El vicio de Napoleón» y espero terminarlo pronto. Lo que intento mostrar en el libro es que todo lo que tiene que ver con Napoleón es en cierta manera adictivo, atrae como un vicio, como puede hacerlo el cacao o la cocaína. Después de Jesucristo es el individuo sobre el que más libros se han publicado. Su bibliografía es abrumadora. Están editadas más de 30.000 cartas de las que dictó. Hay más de seiscientos libros de memorias de contemporáneos que le trataron. Y no es sólo en los libros. Stanley Kubrick se pasó 20 años trabajando en el guión de una película sobre Napoleón tan colosal que ningún productor se atrevió a financiarle. El otro día se subastó un mechón de pelo de Napoleón por 18.000 euros. En cualquier lugar de Europa hay tours turísticos por los sitios donde pasó Napoleón. Y todo así. Este año he dado unas conferencias sobre él y todo el mundo que asistía sabía alguna historieta de Napoleón: que había inventado las latas de sardinas, que le tenía fobia a los gatos, que a Waterloo había ido con el coche imperial lleno de baúles de oro y diamantes por si tenía que escapar… En fin, espero terminar pronto con el libro antes de que me envicie más de la cuenta.

¿Podrías explicarnos qué es el veterano proyecto editorial independiente y experimental “La última Canana de Pancho Villa”, del que eres uno de los responsables?

LUCDPV es una colección abierta donde puede publicarse quien quiera y como quiera. Sólo ha de atenerse a tres normas: el formato DIN A-5, añadir el nombre de la colección y un número del ejemplar de la edición concreta, de la canana en sí. Hay un comité de apoyo -Juanjo Barral, Javier Berros y un servidor- que va dando esos números. La colección empezó en 1995, va camino de los setecientos números y sólo nos ha dado satisfacciones. Hay publicadas plaquetas de poesía, tratados eruditos de mil páginas, álbumes de música, libros de artista, traducciones de clásicos, barajas, fotos, documentos históricos… Podría seguir. Muchísima gente del arte, de la literatura, del periodismo, de la música… ha querido publicar su canana, sumarse a la colección y disfrutar del soporte y la ocasión por el placer de compartir una obra especial. Y hay una cosa: cuando la colección empezó a crecer, nos planteamos el posible inconveniente de que aquello se acabase pareciendo a una colección parroquial. Pero como cada canana la paga quien la hace, y él o ella decide si tira veinte cuadernillos a fotocopia o 3000 ejemplares a imprenta, si los vende o los regala, y, por otra parte, la promoción de la colección es nula, quien se ha lanzado o se lanza a hacer una canana le mete casi siempre ganas, cariño y dedicación, y el catálogo, siempre en marcha, es muy atractivo, singular e interesante. Más info, aquí.

¿Qué momento vive el libro en España? Tú conoces muy bien este mundo cambiante, entre otras cosas porque conduces la librería virtual Paquebote, una librería que aconseja, de referencia, con largo recorrido en la red y, antes, muchos años también en papel…

Yo no hablaría de España. Con sus matices, es el mismo momento que vive el libro en Budapest o en Seúl. El libro, como todo en esta época, se ha hecho líquido; la cadena autor-editorial-distribuidor-librería-lector se ha roto eslabón por eslabón. Todo el mundo publica libros, las redes sociales y su empantallamiento infinito están ya haciendo que leamos de otra forma, la prescripción de la crítica ha desaparecido, el ecosistema Amazon-Iberlibro engulle a las librerías, las series de televisión se han convertido en los nuevos novelones de horas y horas de zambullirse en otras vidas. Yo creo que la irrelevancia o la banalidad que el libro tiene hoy es en realidad un síntoma del declive celérico que la palabra está teniendo frente al auge de la imagen. No sé si producirá un efecto péndulo en algún momento, pero yo entro en Facebook, escroleo dos o tres metros al día, un kilómetro al año, veo que eso lo hace media humanidad durante horas y que además ya es un poco antigualla frente a Instagram y otras redes con menos texto y más imágenes todavía, y al futuro del libro no le doy precisamente un like.

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