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¿Cádiz por hacer? ¿No es una exageración? Ya me parece ver dibujada una mueca de desdeñoso escepticismo en los rostros de quienes han gobernado esta ciudad a lo largo de los últimos más de veinte años…

Pero lo cierto es que una política mutilada, restringida, meramente gerencial, plegada a las veleidades de un liderazgo “carismático”, y llevada a cabo desde el consistorio gaditano durante tantos años, no ha servido ni tan siquiera para ayudar a paliar los graves problemas básicos que afectan a nuestra ciudad: desempleo endémico, emigración, fuga de talento, envejecimiento poblacional, cronificación de la pobreza, pérdida de tejido productivo, desmotivación social…

En un contexto tan manifiestamente deteriorado, insistir machaconamente en aquél Cádiz funciona, cuando la situación real de la ciudad lo desmentía, no dejó de ser un ejercicio más, entre otros, de cinismo e irresponsabilidad política.

Pero todavía hay más en el capítulo de las insuficiencias: una política local que no contempla entre sus prioridades favorecer la consolidación de una ciudadanía crítica, reflexiva, corresponsable, participativa y comprometida con determinados valores cívicos y democráticos, es una política que deja inerme a la ciudadanía para afrontar las complejas problemáticas globales que inciden en la vida cotidiana de las ciudades y de sus habitantes. Y la política del anterior equipo de gobierno del Ayuntamiento de Cádiz dejó inerme a mucha gente, desactivados a muchos colectivos, vulnerable a una amplia mayoría de la juventud gaditana… Fue la práctica de una “política de la despolitización”. En tales circunstancias, se produce la “desmotivación y desactivación ciudadanas” detectadas en la fase de diagnóstico del Plan C.

Decía la conocida escritora Vivianne Forrester que la principal tarea de los responsables políticos es proteger a la ciudadanía de las agresiones de los grandes poderes estructurales. Las ciudades, los pueblos, los municipios, son los ámbitos concretos donde esa ciudadanía sufre las consecuencias de tales agresiones estructurales. De ahí la importancia que adquiere la política local, que no puede quedar reducida ya a la mera gestión de recursos, obras y servicios. Es necesario implementar la gestión con una auténtica política volcada en la promoción de la asertividad colectiva, los valores cívicos y las prácticas democráticas.

De esta mirada retrospectiva surge con claridad el desafío que tienen ante sí tanto los nuevos responsables políticos que ahora gobiernan la ciudad como la propia sociedad gaditana: indudablemente hay una ciudad por hacer, un Cádiz por hacer. La tarea es ingente y difícil. Han sido muchos años de pasividad y de consentimiento. De dejar hacer. Mucha la desconsideración de los representantes políticos hacia la dignidad y la inteligencia de la ciudadanía. Demasiado profundo el olvido institucional de que la esencia de la democracia es el ejercicio constante a favor de su perfectibilidad. En consecuencia, para avanzar hacia el futuro, tanto el actual equipo de gobierno como la sociedad gaditana deben evitar acomodarse a las prácticas políticas del pasado.

Repensar colectivamente la ciudad que queremos es soñar el mundo deseable al que aspiramos. ¿Nos dejarán esta vez?

Fotografía: Jesús Massó

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